¿Qué niño no querría beber aquello que te hace ser la persona más interesante del mundo? Mientras Red Bull, empresa estandarte de las bebidas energéticas, es la cara visible de la Fórmula 1, compra equipos de fútbol y promociona eventos de rap, cada vez son más las voces que piden su regulación en el mercado alimentario. Las bebidas energéticas están diseñadas para atraer a la gente joven, que aumenta su consumo cada año ante la falta de legislación que lo impida. Bebida energética como eufemismo de un cóctel de azúcares, cafeína, sodio, ginseng y otro tipo de estimulantes.
El Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones del Ministerio de Sanidad concluía en su último informe publicado al respecto que el consumo entre jóvenes estaba en alza. El consumo en chicas alcanza su punto máximo a los 15 años (42,3%) y cae para volver a subir a los 18 años. En los chicos, en cambio, no decrece su consumo durante la adolescencia. Los efectos secundarios de su consumo ya ha provocado que muchos gobiernos autonómicos inicien procesos para regular su consumo. Tras el anuncio de la Xunta de Galicia, Andalucía también se ha sumado a otras regiones de España han comenzado los debates para poner límites y solo Madrid, Extremadura y Canarias no tienen previstas acciones.
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Andrea Calderón, nutricionista de la Sociedad Española de Ciencias de la Alimentación (SEDCA), analiza este tipo de productos: “Son perjudiciales para toda la población, pero especialmente para niños y adolescentes. La principal razón es su altísimo aporte de azúcares añadidos, puesto que contienen de media 12-15 gramos de azúcar por cada 100 mililitros. Además, como son tan raciones tan grandes (normalmente tienen 330 a 500 mililitros por lata), esto se traduce en 50-75 gramos de azúcar por lata. Para que nos hagamos una idea, el máximo recomendado es que no más del 5-10% de las calorías totales del día proceda de azúcares añadidos, lo que se traduce en unos 25 gramos diarios en niños y adolescentes. Pues tan solo una lata multiplica por tres este máximo”.
La Sociedad Española de Nutrición (SEÑ) pidió esta última semana que los envases de estas bebidas limitaran sus tamaños hasta los 250 o 330 mililitros, con la intención de reducir el alto contenido en cafeína y otros aditivos. A ellos se sumó la Sociedad Española de Epidemiología, ya que su grupo de trabajo de Nutrición aprobaba en un comunicado la regulación de estos productos.
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Subir el precio para reducir el consumo
Esther López, coordinadoras del posicionamiento de este grupo, asegura que “este tipo de iniciativas pueden ayudar a la exposición de los jóvenes, aunque pone el foco en una medida en especial: aumentar los precios de estos productos, la forma “más eficaz” de reducir su consumo. “La principal forma de desincentivar el consumo es subirles el precio. Está más que demostrado. Las bebidas azucaradas tienen impuestos extra en México y algunos estados de Estados Unidos. En Cataluña también ha pasado, pero aún no se ha podido hacer a nivel nacional”, asegura para Infobae.
Para salvar los escollos publicitarios y vender bondades de estas bebidas, hay estrategias de marketing pensadas para aparentar una mayor salubridad del producto: “Suelen enriquecer estas bebidas energéticas con vitaminas como reclamo publicitario para que parezcan una bebida saludable que aporta nutrientes en el día a día, nutrientes que de sobra alcanzaremos con otros alimentos de verdad, y para los que no requerimos dicho producto”, sostiene Calderón, nutricionista de SEDCA. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición no recomienda en absoluto su consumo en gente con problemas cardíacos, mujeres embarazadas y adolescentes.
Los efectos secundarios, además, son claros y muy negativos: “Un exceso en el consumo de estas bebidas, sobre todo la ingesta diaria en niños, puede provocar insomnio, ansiedad, palpitaciones por un aumento de la frecuencia cardíaca, nerviosismo, problemas gástricos, temblores de manos, dolor de cabeza y malestar general. Además, en exceso también se asocian a problemas renales, e incluso alteraciones de la capacidad cognitiva, que lejos de ayudarles a concentrarse más, puede mantenerles hiperexcitados, sin olvidar los perjuicios para la salud general de este consumo abusivo de azúcares”, explica esta nutricionista, de ahí que esté a favor de una regulación de estas bebidas.
Pero combatir un producto tan identificable y al alcance de la gente joven siempre es complicado. La legalidad comercial impide que España prohíba su venta en menores si la Unión Europea no impone medidas similares, y aunque se han dado pasos para el control de productos alimentarios, aún se está lejos de políticas como la chilena, que marca con un gran rombo negro todo producto insalubre.
“Aún no se ha conseguido que el etiquetado de Nutriscore sean obligatorios, porque hay intereses comerciales que complican este tipo de políticas. Aun así, tenemos una serie de estrategias que pensamos que son útiles para que dejen de exponerse a este tipo de productos, como la regulación de la publicidad o prohibir que patrocinen eventos deportivos”, propone Esther López, consciente de que el abordaje al problema debe hacerse desde muchos flancos, uno de ellos desde los hogares, con el control de los padres y madres.