La ciudad de Madrid vivió durante el siglo XIX un momento de efervescencia cultural e intelectual. A la vez que la literatura y las artes vivían una gran época de apogeo en la capital, aparecían en sus calles unos locales muy particulares, espacios donde tomar té y café de forma reposada, sentados alrededor de una mesa, disfrutando de conversaciones largas y debates sesudos. En estas cafeterías se empezaron a reunir artistas y literatos que buscaban un espacio en el que expresar sus opiniones y encontrar inspiración con sus compañeros de profesión.
En su mayoría, estos grandes cafés literarios cerraron a lo largo del siglo XX. Pero a día de hoy aún quedan reductos de aquella época en Madrid, que se pueden visitar para tomar un café, comer e incluso montar una tertulia. Es el caso del Gran Café Gijón, un local con más de 100 años de historia que, podría decirse, lo ha visto todo.
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En 1888 el asturiano Gumersindo Gómez regresó de Cuba, donde trabajó donde unos años, para instalarse en la ciudad de Madrid. Allí, el gijonense decidió invertir el fruto de sus esfuerzos en un café que inauguró el 15 de mayo de ese mismo año bajo el nombre de ‘Gran Café de Gijón’, en honor a su ciudad natal. Este café, ubicado en la zona de la Castellana, en el Paseo de Recoletos número 21 de la llamada Villa y Corte de los Milagros, se convirtió rápidamente en refugio de paseantes que se acercaban allí a un refrigero durante sus paseos de verano y de tertulianos que se acercaban a por un café tras una visita al cercano teatro Príncipe Alfonso.
Aquel asturiano escribió los primeros capítulos de este centenario café, que acabaría considerándose como “el último café literario de Madrid”. En ese momento, el local estaba dividido en dos partes: en uno de los lados se servía el café a los clientes que llegaban en carruajes hasta la puerta, mientras que en el otro lado estaban las cocheras. Tras el éxito de la regencia de Gumersindo, posteriormente fue cedido a Benigno López, un peluquero extremeño que mantuvo intacta la esencia y estética de este local.
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Al morir Don Benigno, su viuda Encarnación Fernández se hizo cargo del negocio hasta su muerte en 1970. Fue bajo la tutela de esta valiosa mujer cuando el literario y artístico café vivió sus años más gloriosos. Tras ella vinieron sus descendientes y, a partir de 1997, Gregorio Escamilla Saceda. Ahora, tras su fallecimiento en febrero de 2019, son sus hijos José, José Manuel, Gregorio e Iván, junto a su yerno Francisco Notario, quienes mantienen intacta la magia de Café Gijón, tal y como viene aconteciendo desde 1888.
Durante todos estos años, este establecimiento ha sido centro de cultura, gracias a las tertulias que se celebraban diariamente en sus salones. En el Gran Café de Gijón han disertado personajes de la talla de Canalejas, Ramón y Cajal, Pérez Galdós, Romero de Torres, Ramón María del Valle-Inclán, Gerardo Diego, Torrente Ballester, Sastre, Cela y un interminable etcétera. A día de hoy, la literatura sigue siendo protagonista, pues es conocido por ser el lugar donde se entrega el premio anual de novela ‘Café Gijón’ (fundado por Fernando Fernán Gómez) que el Ayuntamiento de la localidad asturiana convoca cada año en Madrid.
Cocina tradicional asturiana y platos madrileños
Actualmente, el negocio continúa en el paseo de Recoletos, un trazado original de 1840 que es hoy uno de los paseos más bellos de Madrid, gracias a su espléndido arbolado y a las esculturas e hitos arquitectónicos repartidos por todo su trazado. El café sigue cubierto de mesas de mármol y asientos rojos, con las paredes llenas de cuadros como ya se encontraba en el siglo XIX. También tiene un comedor en el sótano con los techos forrados de madera de roble, llamado por algunos ‘Cripta Embrujada’. Asimismo cuenta con la terraza en medio del bulevar con grandes cristaleras para disfrutar el paseo.
Este café continúa funcionando como parte fundamental de la historia de la ciudad de Madrid, igual que otros locales centenarios como Lhardy (1839), Casa Labra (1860), Los Galayos (1894) o la Chocolatería San Ginés (1894). En el caso del café gijonense, su carta se ha ido adaptando a la multiculturalidad que caracteriza a la ciudad de Madrid, manteniendo siempre algunos clásicos originales de la cocina asturiana.
Los asados, las fabes y la merluza a la vasca son algunas de sus especialidades, así como el delicioso cachopo asturiano, elaborado con dos filetes de ternera blanca, jamón ibérico, queso de oveja Payoya de tierras de Cádiz y cebolla caramelizada. Los martes es tradición servir en el Café Gijón cocido madrileño.