Muchas cosas pueden pasar en 50 años. Historias de amor, de odio, de amistad y de desencuentros, comidas en familia, cumpleaños, bodas, secuestros, malos y buenos ratos, visitas, cenas con amigos... En Can Fusté, restaurante referente del Barça, han pasado todas ellas y muchas más. Este local, ubicado en el distrito barcelonés de Les Corts, abrió sus puertas hace exactamente 50 años, medio siglo de cocina y anécdotas a pocos metros del Camp Nou.
El restaurante lo funda Miguel Plaza el 13 de junio de 1973, un hombre al que su hija Mari, actual gerente del restaurante, define como “una persona muy trabajadora y generosa que termina dando un futuro mejor a toda su familia” en una conversación con Infobae España. Sin estudios ni posibles, Miguel emigra desde Jaén a Barcelona y logra posicionar al restaurante Can Fusté en un lugar importante en la gastronomía barcelonesa, un restaurante que acaba conquistando a los barceloneses con su cocina de mercado con toques andaluces.
Cuando Miguel fallece en 1989 y su hija María toma las riendas del negocio con solo 22 años. A los pocos meses ella le pide a su novio, hoy marido, Carlos, que deje su profesión y la ayude a tirar hacia adelante. Medio siglo después, Can Fusté celebra un cumpleaños rodeado de familia y amigos. ”Carlos y yo queremos brindar con todos los que han hecho posible que estemos en este momento celebrando 50 años de trayectoria, que se dice pronto... queremos agradecer enormemente la honestidad y fidelidad de todos los trabajadores que han pasado por el restaurante, de los cuales hemos aprendido a hacer bien las cosas”, expresa la gerente agradecida.
Hogar de estrellas ‘culés’
Varias generaciones de familias aficionadas al Barça, jugadores, entrenadores y presidentes de todas las épocas han pasado por Can Fusté. Desde su fundación en los años setenta, este mítico restaurante de Les Corts se convirtió en lugar de reunión de personajes como Carles Rexach, Alfredo Amarillo, Marcos Alonso, Migueli, Javier Urruticoechea, Esteban “el boquerón”, Maradona, Ronaldo, Ronaldiño o ‘Quini’, un gran amigo de la familia. Allí comían o cenaban, celebraban victorias y lloraban derrotas, las figuras más míticas del fútbol catalán.
Más adelante siguieron la tradición otros como Gerard Piqué, Andrés Iniesta, Carles Puyol o Pepe Reina. Can Fusté se convirtió así en el restaurante referencia de los culés y de su afición, el corazón gastronómico de un club que acudía allí para intentar encontrarse con alguno de los jugadores. “Mi padre fue un gran relaciones públicas que enseñó a muchos jugadores que estaban lejos de sus familias a tener una familia propia en Can Fusté”, explica Mari, que recuerda su adolescencia de las caras más conocidas del panorama futbolero.
Los jugadores no eran solo clientes; se convirtieron en amigos de la familia, una buena relación que María ha heredado junto con el restaurante. “Han pasado muy buenos ratos aquí, la pérdida de algunos de ellos han sido muy lloradas en mi casa”, cuenta la gerente, que asegura tener cientos de anécdotas, unas buenas y otras terribles, que prefiere guardarse para sí. “Los que trabajamos en la sala de un restaurante terminamos ejerciendo de curas, abogados, psicólogos y confidentes”.
Las visitas de los jugadores incluso han inspirado la carta del local. Tras una comida en Can Fusté, uno puede ponerle la guinda al festín con un ‘Urruti’, un postre hecho con dos bolas de helado de vainilla dentro de un zumo natural de naranja que hace honor a un futbolista vasco. Francisco Javier González Urruticoechea, guardameta azulgrana, pidió esta extraña mezcla a Miguel Plaza como un antojo repentino y tanto gustó que se ha mantenido hasta ahora en su carta.
No solo los futbolistas del Barça disfrutaban de la cocina de Can Fusté. Muchas otras personalidades pasaron por allí, nombres sonadísimos que aprovechaban su visita a Barcelona para conocer los platos de Miguel Plaza. Aunque ya no se estila tanto como en otras décadas, el libro de firmas era entonces uno de los bienes más preciados de Can Fusté. “En nuestro libro figuran muchos artistas, pintores, escultores, políticos, gente del cine...”. En las fotografías del archivo se ven caras tan conocidas como Raphael, Rocío Jurado u Ortega Cano.
El secuestro de ‘Quini’
Algunas historias se han vivido de una forma especialmente intensa en Can Fusté. No solo las victorias, los romances o las buenas noticias. También momentos duros que han marcado a la familia Plaza. En 1981 el restaurante se convirtió en un improvisado cuartel general de la Guardia Civil durante el secuestro del delantero del Barça, Quini, retenido en un zulo durante 25 días. El jugador vivía en el domicilio superior al restaurante y durante su rapto, Miguel Plaza subía comida cada día a su mujer. También dio de comer a periodistas, a policías y a cualquiera que participara en la búsqueda, incluso al propio Quini cuando por fin pudo volver a casa. Desde entonces y hasta su muerte, el futbolista pasó a ser un cliente asiduo y un amigo cercano de la familia.
Mucho más que fútbol
“Cuando decimos que ‘el fútbol no nos define’ nos referimos a que no somos un típico restaurante deportivo o de futboleros al uso; el fútbol es un plus para nuestro negocio”, afirma la gerente de Can Fusté. Lo cierto es que, con el paso de los años, la idea de restaurante referente del Barça ha ido diluyéndose junto a su clásica estética: las fotos firmadas se han descolgado, el libro de firmas se ha guardado y la decoración se ha renovado.
A María le gusta desvincularse de esta faceta de restaurante al que van los famosos para centrarse en lo verdaderamente importante: su comida. La cocina de Can Fusté ha evolucionado al ritmo que lo hacían la ciudad y sus dueños. Tras la reforma que renovó el restaurante en 2001, la carta también comenzó a cambiar para adaptarse a los nuevos tiempos. “Hemos ido incorporando platos a lo largo de los años, algunos se han quedado y otros no”, explica María.
Tanto se menciona estos días la ‘cocina de mercado’ que parece que el término haya perdido parte de su poder. Desde el restaurante barcelonés defienden que el producto es el alma de su cocina, una materia prima cuya temporalidad determina la oferta gastronómica de Can Fusté. “Somos un restaurante de mercado y eso nos da juego para trabajar con diferentes productos, de no ser así, la cocina sería muy aburrida y terminaríamos cansándonos”, cuenta Mari.
Se jactan de poner de moda el famoso “Pan tostado con tomate” como parte de la idiosincrasia catalana, lo cual, desde el principio, acompañaron con un excelente jamón ibérico de bellota de Guijuelo. Hace 50 años no era tan común encontrar este manjar en restaurantes barceloneses y Can Fusté lleva ahora este producto como bandera. Además, en su carta impera el pescado y marisco de playa y una carne selecta con el sabor especial que le da la plancha. “Si tuviera que escoger un plato, aparte de nuestro jamón ibérico de bellota, me quedaría con la espaldita de cabrito, llevamos 50 años haciéndola igual de tierna y jugosa y nunca ha desaparecido de la carta”, afirma María.
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