Constantemente somos expuestos a un sinfín de contenidos gracias al mundo del Internet y la globalización de los medios. Es una biblioteca digital gigante en donde podemos encontrar tutoriales, cursos y entretenimiento de todo tipo; y todo está tan al alcance que es fácil pensar que queremos aprender y consumir de todo. No obstante, se puede sentir cómo esa ansiedad por querer completar un curso, ver la serie de televisión de la que todos hablan o escuchar el podcast que recomendó tu mejor amigo, crece poco a poco al darte cuenta que 24 horas en el día no son suficientes. Con el fin de acaparar todo esto y apaciguar este sentimiento que va en aumento, muchas personas han recurrido al speedwatching.
El llamado speedwatching, que pudiera traducirse al español como “visualización apresurada”, es una tendencia relativamente nueva que la revista Forbes define como “consumir distintos tipos de contenidos audiovisualesutilizando una velocidad de reproducción mucho mayorque la natural”. Mientras que todo rango de edad hace uso de esta práctica, destaca más en los jóvenes, aquellos que pertenecen a las generaciones nativas tecnológicas: Millennials y Gen Z. La mayoría de las veces, las personas recurren a esta práctica con el fin de consumir más en menos tiempo: por ejemplo, una clase en línea o un capítulo de una serie de televisión con una duración de una hora, puede ser vista en 40 minutos.
Siendo una práctica popular, YouTube fue pionero en la implementación de esta opción, en donde todos sus videos cuentan con la alternativa de verlos a distintos ritmos, llegando hasta el doble de velocidad. Incluso, el director de producto para YouTube, Neal Mohan, manifestó en 2022: “Aunque a muchos de nuestros usuarios les encanta esta función, para algunos la velocidad todavía no es lo suficientemente alta. Incluso hemos recibido solicitudes para agregar velocidades de reproducción de 3x, 3.5x y 4x”. De igual manera, YouTube afirma que sus consumidores ahorran hasta 900 años de tiempo de video diariamente por verlos más rápido. Otras plataformas se unieron a ofrecer esta opción, tales como Netflix, WhatsApp y Spotify, donde el usuario puede controlar la velocidad en la que reproduce sus mensajes de voz e incluso escuchar podcasts hasta con su velocidad triplicada.
Aunque no cuenten con esta función directamente, otra plataforma que incita al apresuro del consumo de contenidos es TikTok, en donde en su gran mayoría, los videos duran un minuto o menos y en donde comúnmente pueden encontrarse canciones que van más rápido de lo normal o personas hablando de manera apresurada para evitar alargar su video. Esta manera de presentar los videos está tan normalizado debido al mundo presuroso en el que vivimos; todo lo queremos rápido y nada lento.
Esta práctica, además de tener un trasfondo acelerado debido a los tiempos modernos, nace a raíz de la ansiedad que pueden experimentar las personas por sentir que se están perdiendo de muchas cosas, por querer estar al tanto de lo más novedoso o por falta de tiempo. Incluso algunos jóvenes afirman que es porque no logran concentrarse debido a su reducida capacidad de atención; por lo que optan por consumir videos y audios de menor duración. Esta práctica representa ser la solución perfecta ante estas problemáticas.
El speedwatching puede ayudar a acabar clases en línea u otros contenidos audiovisuales de entretenimiento más rápido para ahorrar tiempo, e incluso impulsa la concentración al tener que poner total atención e ignorar distractores para tratar de captar toda la información. Sin embargo, Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), expone que esta práctica puede ser contraproducente:
- Incrementa la impaciencia: la paciencia de las personas se verá gravemente afectada al no recibir gratificaciones rápidas, disminuyendo el hábito de espera para lograr objetivos.
- Baja comprensión del contenido: debido a la gran estimulación de ver tantas imágenes, sonidos y diálogos acelerados, detalles importantes se pasarían por alto; reduciendo la comprensión total del medio.
- Cerebro pasivo: si el speedwatching se hace costumbre, el cerebro estará acostumbrado a recibir estímulos constantemente, por lo que será más difícil estar atentos al recibir información que no esté a altas velocidades. Y podría haber una propensión a que “Nos volvamos más primitivos y solo actuamos ante el estímulo-respuesta sin procesamiento de la información”, comenta Pérez.
- Disminución de la atención sostenida: Siendo una habilidad voluntaria que se desarrolla con el paso de los años, los jóvenes podrían estancarse al acostumbrarse a recibir información rápidamente; por lo que no podrán concentrarse fácilmente ante contenidos en velocidades normales.
La profesora también afirma que este fenómeno puede ser dañino especialmente para las infancias y adolescentes, debido a que todavía se encuentran en un periodo formativo en sus capacidades de atención, retención, comprensión y memoria.
El speedwatching ofrece al usuario la oportunidad de tener un mayor control de lo que consume, sin embargo, las redes sociales también han impulsado y normalizado el aceleramiento del ritmo de los contenidos audiovisuales en nuestros dispositivos tecnológicos. Antes de adentrarnos en esta práctica, es necesario considerar si es el momento adecuado para implementarla y ser conscientes al momento de optar por ella para no convertirlo en un hábito. Y tú, ¿haces uso de esta función? ¿Considerarías esta opción con el fin de aprender más cosas en menor cantidad de tiempo?
Una versión de este artículo se publicó en el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tec de Monterrey