“En los dos primeros años de vida, el tamaño del cerebro crece inmensamente y no solo crece, sino que se desarrolla”, comienza a explicar la pediatra Sabrina Critzmann, autora del libro Hoy no es siempre: guía pediátrica para una crianza respetuosa y titular de la cuenta de Instagram @sabrina.pediatraypuericultura. En este sentido, vale la pena mencionar las palabras del pediatra chileno Fernando Monckeberg durante su última visita a la Argentina para recibir una distinción por parte de la Universidad del CEMA. DEF asistió (invitado por la Fundación Criteria) y pudo dialogar con él sobre su trabajo para combatir la desnutrición infantil en el país trasandino. “En un niño que sufre esta afección, las ramificaciones de las neuronas están atrofiadas y el cerebro queda lesionado para el resto de la vida. Si el daño afecta a un porcentaje alto de la población, daña a la toda la sociedad porque disminuye la competitividad", explicó. Gracias a su investigación, en Chile, la mortalidad infantil –en el primer año de vida– pasó de 180 niños cada mil a tan solo siete niños en los últimos 50 años. Sin embargo, al ser consultado por los problemas actuales en lo que respecta a la alimentación infantil, contestó: “Mis amigos me dicen que molesté tanto con la desnutrición, que ahora se nos fue la mano. Hoy, la obesidad es una epidemia. La industria alimentaria se ha esforzado en producir alimentos hipercalóricos a los que el ser humano puede acceder fácilmente”.
La nutrición de los más chicos está cargada de mitos y conceptos que van evolucionando. Hoy, explica Critzmann, la pediatría suele trabajar con “el de los primeros mil días” y afirma que “esos días tienen que ver con un período crítico que va desde la gestación hasta los primeros dos años de vida. En ese periódo se crean la mayor parte de las conexiones cerebrales. Una programación de esa persona para el resto de su vida”.
Algunos mitos como “si los niños no toman leche, no tendrán calcio”, “tienen que acostumbrase a las golosinas” o “la leche materna deja de ser nutritiva a partir de los seis meses” fueron derribados por Critzmann, quien, además, agrega que “el calcio está presente en una multitud de alimentos. La Asociación Médica de Pediatría sugiere no tomar litros y litros de leche por día porque, si no, se desplaza a otros alimentos que también son importantes. Por otro lado, la leche materna puede ser consumida todo el tiempo que se quiera, no aquellas que ofrecen las empresas porque tienen azúcar y no están recomendadas”.
En cuanto a las golosinas, la OMS publicó un estudio con las directivas de consumo de azúcar y dice que, hasta los dos años de vida, no existe un nivel seguro de azúcar agregado para los chicos. “Lo españoles tienen guías de alimentación muy claras: ellos dicen que a partir de los 12 meses de vida, mientras más tarde y en menor cantidad, mejor”, explica Sabrina.
La OMS publicó un estudio con las directivas de consumo de azúcar y dice que hasta los dos años de vida no existe un nivel seguro de azúcar agregado para los chicos.
Volver a la escuela: el desafío de armar una vianda saludable
Para Critzmann, a la hora de pensar en qué tipo de alimentos se consumirán durante la jornada escolar, hay que evaluar el consumo energético de cada menor y su rutina diaria. Sin embargo –siempre– tanto en adultos como en niños, se debe tratar de no consumir productos ultraprocesados: “Hay que evitar todo lo que viene en paquete y tiene mucha publicidad, y tratar de volver a los alimentos simples, esos que no tienen una etiqueta con todas las vitaminas que poseen. Un huevo duro, un tomate, una tortilla, una fainá… si hay familias que un día no saben qué cocinar, podrían probar con cortar una palta, un tomate y un huevo duro”. Un tema importante para la pediatra es aquel vinculado a las cantidades de comida que consumen los más pequeños y respetar su autoregulación, para que ellos elijan qué cantidades comer de aquello que se les ofrece.
La periodista y escritora Soledad Barruti, autora de los libros “Mala leche” y “Mal comidos”, explicó a DEF que en Argentina la industria alimentaria está muy presente en los supermercados, que es a donde las personas van a abastecerse. “Un padre compra un producto confiado en que ese alimento parece el indicado. Ahora, si uno ve exactamente esa oferta, del otro lado de la publicidad, nos encontramos con los mismos ingredientes: muchísima azúcar, una cantidad de harina refinada y aceites de la peor calidad. Incluso, algunos son derivados de la industria láctea”, sostiene. Para la periodista, aquellos alimentos que están destinados a los más chicos poseen más colorantes, saborizantes, texturizantes y otros ingredientes que les va formando un “paladar afín a lo que ofrece la industria” y agrega: “Luego de comer un yogurt azucarado, una fruta no les sabe a nada. Los chicos de hoy tampoco toman agua, toman bebidas azucaradas. Eso deteriora su salud y nos alerta que estamos construyendo una generación que vivirá menos y peor que la nuestra”.
“Lo más importante es el ejemplo que los más grandes damos. No sirve que les ofrezcamos todo lo saludable a los niños si los adultos de la familia comemos otra cosa. Su alimentación es nuestro pie para cambiar la nuestra”, explica Critzmann, al tiempo que subraya que comer saludable no es lo mismo que comer aburrido.
En este sentido, Barruti sugiere reemplazar el supermercado por verdulerías, pescaderías y lugares “donde los alimentos son los que dicen ser”. Ademas, cuenta que los supermercados están repletos de productos comestibles que están hechos para encantar y no para alimentar.
“Que hayamos naturalizado que cuando un chico tiene hambre coma galletitas es un horror. Que hayamos garantizado que, en lugar de un bebedero, haya un espacio que les vende jugos es algo que hace estallar sus cuerpos para sostener un negocio que solo favorece a un puñado de marcas”, advierte. Para ella, los chicos deberían aprender a producir sus alimentos, a comer juntos y a vincularse alrededor de recetas. Cosas contrarias a lo que se puede encontrar en el patio de un colegio: paquetes individuales y dinero para comprar en los recreos: “desde los ingredientes hasta lo más simbólico, es algo horrendo. Yo haría una revolución en las escuelas que empezaría por sacar el quiosco”, concluye.
Regulación e información, dos aspectos claves
“El ejemplo es importante, pero también tiene que existir regulación estatal. Los adultos tenemos que poder tener acceso a la información relacionada con los alimentos. Un ejemplo que plantea la Organización Panamericana de la Salud son los sellos negros. Los productos ultraprocesados no pueden tener publicidades destinadas al público infantil y deben llevar sellos negros que indican que no pueden ser vendidos en colegios. La gente con la información puede ser soberana de sus propios alimentos”, describe Critzmannn.
Barruti es clara a la hora de exponer que los datos son esenciales para vivir dignamente: “La información democrática tiene que estar dada por políticas que promuevan rotulados frontales de alimentos y que pongan fin a la publicidad engañosa. Debe haber presencia del Estado para garantizar la accesibilidad a alimentos frescos, de temporada y culturalmente adecuados” finaliza Barruti.
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