Espátulas de madera, un pincel de goma con la punta de color celeste, bowls, frascos, una tabla de madera con forma de hoja, un palo de amasar y una mesada de mármol, donde se entibia una cremona recién salida del horno. En su casa de Villa Luro, donde vive con su marido (Javier) y sus gatas (Cocó y Ninja) la cocina de Mariela Raffaelli ocupa un lugar central. Desde que se hizo vegana, hace casi seis años, pasa allí al menos tres horas por día.
Maru, como todos la llaman, no es la única que decidió modificar su forma de alimentarse. De acuerdo con un relevamiento de la consultora Kantar Insights Division, en Argentina, el 9% de la población (el equivalente a 4.005.000 millones de personas) es vegana (no consume ningún derivado animal) o vegetariana (no consume carnes).
El "clic", cuenta Maru, lo hizo influenciada por su hermana mayor Loli (42) y con el apoyo de la menor, Sabri (38). "Loli se había ido a vivir a Holanda y un día nos mandó un e-mail contándonos que se había hecho vegana. Un tiempo después, me surgió un viaje de trabajo a Londres y aproveché para ir visitarla. Su cambio realmente me impactó: se la veía muy radiante", recuerda Maru en diálogo con DEF.
Al antecedente de su hermana se sumaron un libro sobre alimentación que le dio su instructora de yoga y un video del activista vegano Gary Yourofsky, llamado “El mejor discurso que jamás escucharás”, donde muestran imágenes de lo que ocurre dentro de un matadero. "Si no es bueno para nuestros ojos, ¿por qué debería ser bueno para nuestro estómago?”, interpela Yourofsky. “Cuando lo vi me pegó mal. Yo no comía mucha carne, pero cuando lo hacía, pedía perdón internamente”, cuenta Maru, nieta de un carnicero y un criador de gallinas. Paradoja de la vida, la chica que creció comiendo asado y pollo a la parrilla, en 2014 y con 34 años, decidió dejar de comer carne y sus derivados: lácteos, huevos y miel.
–¿Fue difícil?
–Un poco. Porque no pasé de ser vegetariana a vegana, sino que cambié radicalmente el menú. La clave fue informarme. Dejé la leche común y empecé a tomar leche vegetal o leche de avena, que yo misma me preparo. Reemplacé la manteca por el aceite de coco y el huevo por el agua de garbanzos. Empecé a comer porotos, incorporé el tofu y el seitán y descubrí el hummus (crema de puré de garbanzos), que es glorioso.
–Hay un mito acerca de los veganos y es que gastan más dinero en comida, ¿es cierto?
–Comer vegano no necesariamente es más caro. Todas las legumbres y los cereales se consiguen en las dietéticas a un precio mucho más económico que el del supermercado. Obviamente, los frutos secos (N. de la R.: nueces, almendras, avellanas, castañas de cajú) no son baratos, pero podés alimentarte de manera sana comiendo legumbres, cereales, frutas y verduras.
–¿Cuándo y cómo lo blanqueaste en tu entorno?
–Primero, lo mantuve en secreto porque "me daba cosa" que la gente me preguntara. Además, no sabía si iba a poder sostenerlo. Ser vegano no es sinónimo de comer más sano. Una persona puede ser vegana comiendo rodesias, galletitas óreo (N. de la R.: son aptas para veganos) y papas fritas. En ese momento, yo trabajaba en la revista "Para Ti", donde muchas veces nos mandaban tortas de regalo y yo ni me acercaba. Mis compañeras lo notaron y un día me preguntaron. "Estoy comiendo vegano", les dije, porque ser vegano implica muchas más cosas que eso solamente.
En Argentina, el 9% de la población (el equivalente a 4.005.000 millones de personas) es vegana (no consume ningún derivado animal) o vegetariana (no consume carnes).
–¿Qué otras cosas implica ser vegano?
–No usar cueros ni derivados animales, como lana o seda. Lo mismo con los productos cosméticos, como el shampoo, el maquillaje o el esmalte: tienen que ser veganos. Lógicamente, hay cuestiones que te exceden. Si vas a la casa de un amigo, no te vas a fijar si el jabón de mano es vegano. Lo usás y punto.
–¿Es inevitable pensar en los animales y en cómo los maltratan?
–Sí. Cuando empezás a investigar un poco te das cuenta lo brava que es la industria. A las vacas, por ejemplo, las separan de sus terneros y a ellos los mandan directo al matadero. Cuando ves todo, eso no querés comer ni queso ni leche. Me parece clave replantearnos el modo en que tratamos a los animales y al planeta en general.
–A nivel físico, ¿sentiste algún cambio luego de modificar tus hábitos alimentarios?
–Sí. Desde chica tuve alergia: me hice un montón tratamientos e incluso llegué a tomar corticoides. Con los años, me había acostumbrado a vivir estornudando y con pañuelos descartables. Sin embargo, desde el momento en que dejé de consumir lácteos, todo eso desapareció. También me mejoró un montón la piel, siempre fui propensa al acné y ahora no tengo.
–¿En ningún momento te agarró abstinencia de carne, leche o derivados?
–No sé si abstinencia, pero llegó un momento en que dije: "Quiero tomar mate con bizcochitos de grasa". Así surgió el libro "Comida Típica Argentina Vegana" que escribí junto a mis hermanas. La idea fue veganizar los platos que comíamos y que extrañábamos comer, como por ejemplo el choripán.
–¿Qué gusto tiene el choripán vegano?
–Tiene la textura de un chorizo y ese gustito ahumado. Se prepara a base de lentejas, caldo de verdura y gluten. Es muy rico.
–A las reuniones familiares o con amigos, ¿vas con tu tupper?
–Sí. Por ejemplo, si voy a almorzar a lo de mis suegros, pregunto qué van a comer y me preparo el mismo menú. Me gusta comer lo que comen los demás para ser parte de ese momento. No quiero ser la "rara" que come una ensalada mientras todos comen empanadas. Por eso, cuando me junto a cenar con amigas también preparo algo para compartir.
“Cuando voy a un almuerzo pregunto qué van a comer y me preparo el mismo menú. Me gusta comer lo que comen los demás para ser parte de ese momento. No quiero ser la ‘rara’ que come una ensalada mientras todos comen empanadas”.
–¿Alguna vez te cuestionaron por tu elección?
–Siempre. Siempre, sos la que recibe las cargadas y a la que le preguntan: "¿Cómo hacés tal cosa?". Es un tema que está latente. Mucha gente asegura que los veganos vamos por la vida diciendo que somos veganos y es verdad. Tenemos que advertirlo porque si te invitan a un evento, tenés que avisar que no comés carne ni derivados. Y a veces ni siquiera funciona: una vez, en el casamiento de una amiga, me sirvieron un plato con jamón.
–En pocas palabras, ¿qué significa para vos ser vegana?
–Es un estilo de vida. Significó y significa vivir de manera más consciente.
–¿Qué le contestás a los que te increpan?
–No trato de evangelizar a nadie. Sí me parece clave difundir el veganismo, pero lo hago desde mi blog Holavegan.com o en mis redes sociales. Nunca me gustó imponer. Incluso, me banco que haya carne en mi casa porque antes yo la comía. Soy muy tolerante.
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