Los estadounidenses, en promedio, pueden esperar vivir hasta los 76 años. Pero su salud empieza a deteriorarse mucho antes, más o menos a los 64 años. Algunos influencers de la longevidad han ganado notoriedad centrándose en esa primera cifra, ya que afirman que pueden prolongar de manera radical la vida humana con fármacos experimentales o protocolos laboriosos de dieta, ejercicio y suplementos.
Pero la mayoría de los expertos que estudian el envejecimiento intentan centrarse en el segundo elemento: no en la esperanza de vida, sino en la “esperanza de vida saludable”, es decir, en el número de años que una persona vive sin enfermedades graves, sobre todo las relacionadas con el envejecimiento.
Según Eric Verdin, presidente y director ejecutivo del Instituto Buck para la Investigación sobre el Envejecimiento, aunque una parte “muy ruidosa y radical” de la comunidad antienvejecimiento hable de vivir hasta los 140 años, “la mayoría de la gente seria en este campo no lo hace”. Un objetivo más realista es “que la mayoría de las personas pueda vivir hasta los 90, 95 años con buena salud”, añadió.
Aumentar la esperanza de vida saludable también está más alineado con lo que mucha gente quiere de su vida. “Te puedo asegurar que las personas mayores no tienen miedo a morir”, afirmó Luigi Ferrucci, geriatra y director científico del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento. “Lo que les preocupa es convertirse en algún momento en una carga para su familia”.
Hay dos formas principales en que los expertos creen que podemos prolongar nuestra esperanza de vida saludable. La primera consiste en adoptar comportamientos saludables cotidianos que ya sabemos que deberíamos adoptar: hacer ejercicio con regularidad, comer alimentos nutritivos, dormir bien e invertir en nuestros vínculos sociales.
La segunda es emplear métodos más experimentales que se enfoquen en los procesos celulares implicados en el envejecimiento mediante fármacos, manipulaciones genéticas o dietas extremas.
Se ha demostrado que estas innovadoras intervenciones antienvejecimiento alargan la vida de gusanos y ratones. Pero harían falta décadas y miles de millones de dólares para determinar si también pueden ayudar a los humanos a vivir más tiempo. Así que, más bien, los investigadores están empezando a probar algunas de ellas en personas para ver si pueden prolongar la esperanza de vida saludable. Se espera que los fármacos u otras intervenciones ralenticen la velocidad del envejecimiento de una persona, lo que a su vez podría retrasar la aparición de enfermedades.
Si tienen éxito, el principal objetivo de los investigadores es poder aplazar o incluso prevenir casi todas las enfermedades crónicas relacionadas con la edad, incluidos ciertos tipos de cáncer, la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y la demencia. “Al centrarnos en las vías de envejecimiento, podemos desacelerar el proceso de envejecimiento”, dijo Verdin. “Con suerte, quizá la gente vivirá más tiempo, pero lo más importante es que vivirá más sana”.
Esto difiere del enfoque tradicional de la medicina, que consiste en tratar cada enfermedad por separado, afirmó Ferrucci. En lugar de adoptar una estrategia fragmentaria, los científicos quieren detener de golpe muchas enfermedades relacionadas con el envejecimiento.
La esperanza de vida saludable y la esperanza de vida están intrínsecamente ligadas, de modo que, si las personas viven más tiempo sanas, también es probable que vivan más, fin de la discusión. Los estudios en personas centenarias han revelado que el 42 por ciento no padeció ninguna enfermedad crónica relacionada con la edad antes de los 80 años. En Japón y Singapur, los dos países con mayor esperanza de vida (un promedio de unos 84 años), la salud de la gente empieza a declinar alrededor de los 73 años.
Pasarán años antes de que la investigación pueda decirnos si es posible ralentizar de forma confiable y segura el proceso de envejecimiento utilizando los métodos experimentales. Pero todos podemos empezar ya a adoptar algunos cambios en nuestro estilo de vida para intentar prolongar nuestra propia esperanza de vida saludable.
Por supuesto, por mucho que nos esforcemos, la mayoría de nosotros caeremos enfermos en algún momento de la vida, ya sea por nuestros genes o tan solo por mala suerte. Por lo tanto, vale la pena recordar que las personas con enfermedades crónicas “pueden tener vidas extremadamente significativas, aunque tal vez disminuya su capacidad física”, afirmó Deborah Kado, profesora de medicina de la Universidad de Stanford y directora del Centro de Longevidad de esa institución.
Tal vez incluso más crucial que el número de años que vive una persona, en la salud o en la enfermedad, sea su actitud y cómo pasa el tiempo que tiene. “Es extremadamente importante cómo decides vivir, sea cual sea tu horizonte temporal”, dijo Kado. “Ninguno de nosotros tiene tanto control, así que en realidad se trata de cómo afrontamos los retos a medida que se nos presentan”. “En eso creo que se basa una vida realmente exitosa”, añadió.
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