Muchas personas durante un viaje en bus, sea de corta o larga duración, aprovechan para dormir un poco. Sin embargo, al abrir los ojos te das cuenta que ya llegaste a tu destino —y quizá creas que pasaron minutos cuando fueron horas— sin complicaciones. ¿Habilidad o coincidencia? ¿Un poder que pocos poseen? Quizá sea la primera impresión —o una práctica académica— pero realmente va más allá de lo sorpresivo.
¿CÓMO REALIZARLO?
Es probable que sea por un posible entrenamiento con la cabeza. Por ejemplo, cuando tienes que madrugar y despiertas a minutos de que suene la alarma (sea del móvil u otro). Es posible que en nuestro cuerpo existan una serie de relojes internos desconocidos, como si fuera un GPS cerebral que actúa de manera indirecta.
Aunque no exista un estudio científico que matice el dilema si funciona o no, el despertador es un ejemplo cercano sobre el porqué despertamos al llegar a nuestro destino en un transporte público. En esa línea, es como si el cerebro se programa para una hora determinada, que sabe cuando despertar o cuando estar activo.
También puede ser que el cuerpo humano busca compensar el ejercicio, porque al estar de viaje en un transporte público, son como minisiestas de la noche anterior. “El sueño se regula de forma homeostático, de forma similar al hambre o a la sed”, explicó hace unos años el el doctor Juan Antonio Pareja Grande. En resumen, hay un equilibrio para tener calidad y cantidad en el sueño a lo largo del día.
Sin embargo, es preciso aclarar que las necesidades de sueño son diferentes para cada ser: una persona requiere tres horas, otra ocho, y otra diez, depende de cada uno.
Sobre ello, el dormir en el bus también puede ser porque no hemos dormido casi nada. Llegar a subir al transporte público, pagar el pasaje, sentarse en una asiento muchas veces angosto, mirar la carretera y dormir, descansar. En ese subconsciente, como lo explicó Pareja, las personas se despiertan mientras oyen los avisos de próxima parada (quizá participa esa voz en los sueños) ¿No te ha pasado esa interrupción?
Hay que añadir los ritmos cronobiológicos, donde nuestro organismo se ajusta a dormir de noche y despierta durante el día. Por eso, es casi imposible dormir con la luz o el ruido del metro: y eso conlleva al cabeceo, cuando te ‘desplomas’ y estas en la rutina de abrir-cerrar los ojos.
El doctor de Medicina del Sueño, Eduard Estivill, aseguró a Verne hace unos años que “los últimos conocimientos sobre la siesta indican que 7 minutos de sueño (sin contar lo que tardamos en dormirnos) pueden ser reparadores”. “[El problema] Cuando realizamos estos microsueños (así se llaman a estas pequeñas siestas en el metro o en el bus) dormimos en un sueño muy superficial, que es un estado de semivigilia y que si no llega los 15 o 20 minutos”.
Por ello, Pareja recomendó aplicar una siesta reglamentaria, con comodidad y en silencio. Porque dormir en el bus es casi como comer corriendo, llegar tarde al trabajo, escribir rápido sin leer, muchas incógnitas. Estas aún no son respondidas pero ocurren en el día a día en los ciudadanos.
Quizá, como dice el médico Estivil, sucede más con personas que van cortas de sueño, pero en la mayoría sucede a cualquier persona: sin importar ello, todos dormimos y despertamos en nuestro destino.
Una rutina diaria —curiosa como las zapatillas colgadas en cables eléctricos, y las botellas con agua en los techos—, pero que transcurre en la normalidad. Incluso ello puede responder a cómo vemos los sueños, porque cuando hay música en el bus, nos imaginamos mucho mejor un escenario, hasta la interrupción de un paradero cerca.
SEGUIR LEYENDO