Un minero bloqueado e incomunicado junto a su familia en el este de Ucrania pensó que podría razonar con las fuerzas rusas que bloquean el último camino que queda en Lysychansk y casi pierde la vida cuando intentó conducir hacia el sur para conseguir alimentos y medicinas.
Artiom Ivasenko vive en un sótano con su padre y otras personas, bajo incesantes bombardeos.
Esta semana los tanques rusos intentan sofocar el último reducto de resistencia en una de las dos posiciones ucranianas del este y la contraofensiva de Kiev ha convertido el camino para salir de Lysychansk en un campo de batalla de la guerra que arrasa desde hace más de tres meses al país.
Pero Ivasenko ignora las noticias sobre el avance de la ofensiva, ya que Lysychansk y la vecina Severodonetsk llevan semanas incomunicadas y sin electricidad.
“Lo único que sé es lo que veo”, dijo el hombre de 34 años alumbrado por una bombilla alimentada por un generador, en el sótano donde vive.
“Lo que vi fueron explosiones a 10 o 15 metros de mi camión la última vez que intenté conducir por ese camino”, contó.
Ivasenko se apartó brevemente para aliviar a su padre, que grita en una cama desde la esquina del sótano.
Un par de ancianas traen una sopa cocinada en un fogón en el jardín.
Ivasenko está atribulado por la posibilidad de tener que salir de la ciudad para buscar más comida, sin importar quien sea quien controle el camino.
“Si son los rusos, les voy a decir que busco ayuda para personas que están al borde la muerte”, dijo afirmando que tiene razones legítimas para querer pasar. “Y si me matan, me matan”, afirmó.
“Arriesgarlo todo por la comida”
En esta etapa del conflicto, Rusia ha convertido el cerco de Severodonetsk y Lysychansk en un objetivo primordial.
Con los enfrentamientos, las tropas rusas están cerca de su objetivo y estas dos localidades industriales sólo están comunicadas con el resto de Ucrania por la ruta polvorienta y llena de baches en la que incluso los tanques y los vehículos militares tienen problemas para avanzar.
Para Oleksandr Kozir esta ruta es el centro de sus preocupaciones. Es el jefe del centro de distribución de ayuda de Lysychansk y diariamente se enfrenta a la angustia de personas hambrientas que están agotando sus provisiones.
“La gente esté dispuesta a arriesgarlo todo para tener comida y agua”, contó el hombre de 33 años.
“Están tan deprimidos psicológicamente que ya no tienen miedo. Lo único que les importa es encontrar comida”, dijo.
Bajo los bombardeos
El centro de distribución de comida que dirige Kozir está apuntalado con sacos de arena y está casi en ruinas después de un ataque con morteros contra los edificios vecinos.
Después de atender a una mujer angustiada por el destino de su madre, que se encuentra enferma, se sentó a relatar una escena que lo persigue.
“Algunos bomberos estaban distribuyendo agua y fueron bombardeados así que saltaron para ponerse a cubierto. Pero la gente que esperaba para recibir agua no le importó”, recordó.
“Necesitaban el agua con desesperación”, dijo.
Atrapados en el frente
Severodonetsk y Lysychansk tenían una población combinada de 200.000 personas antes de la guerra.
Los trabajadores de ayuda humanitaria creen que todavía hay 20.000 personas escondidas en los sótanos de Lysychansk. Pocos se atreven a imaginar cuántas personas pueden estar atrapadas en la dura ofensiva que golpea a Severodonetsk.
Yevgenia Mikhno, una jubilada, acaba de ser rescatada junto a su marido desde Severodonetsk por un voluntario.
Ahora están en Lysychansk desposeídos de todo y sin una idea clara sobre cuál será el curso de la guerra.
“No sé que vamos a hacer cuando la ruta sea cortada”, dijo la mujer de 67 años. “No podemos volver y no podemos salir”, concluyó.
(Con información de AFP)
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