Qué acostumbraban comer los emperadores Maximiliano y Carlota

Durante el Segundo Imperio Mexicano la pareja gobernante disfrutó una gran variedad de platillos, algunos provenientes de la tradición europea y otros propios de México

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El imperio de Maximiliano y
El imperio de Maximiliano y Carlota en México se extendió de 1864 a 1867 (Imagen del libro "La fotografía durante el imperio de Maximiliano)

Los emblemáticos emperadores de México que gobernaron la nación durante el breve periodo del siglo XIX —conocido como el Segundo Imperio Mexicano—acostumbraban a comer platillos únicos durante su estancia, mientras residían en el Castillo de Chapultepec.

Por ello, la cocina de la casa imperial ha sido objeto de curiosidad dentro del imaginario mexicano, así como múltiples aspectos más de la vida de la pareja europea. Sin embargo, con respecto a su alimentación, en la actualidad se encuentran algunos soportes históricos que dejaron cuenta de los menús que alcanzaron a degustar.

Fue de 1863 a 1867 que Maximiliano de Habsburgo y la emperatriz consorte de México, su esposa Carlota, fueron la cabeza de la aristocracia mexicana. A su llegada al país trajeron consigo sus costumbres, tradiciones y hábitos, dentro de los que se encontraban sus preferencias alimentarias.

Maximiliano de Habsburgo era fanático
Maximiliano de Habsburgo era fanático de las tortillas de maíz (REUTERS/Carlos Jasso)

De acuerdo con el libro Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte de José Luis Blassio, publicado en 1905, la pareja arribó a México con un nacionalismo arraigado, por lo que trajeron sus decoraciones, sus banquetes y los platillos que solían consumir.

En dicho texto se lee que el desayuno tenía lugar al término de la cabalgata del emperador, cerca de las 7:00 horas. Tomaba chocolate de agua y un par de panes vieneses. Previo a su salida a la plaza mayor (a las 9:00 horas) tomaba de almuerzo platillos austrohúngaros, como consomés de knödeln y crepas de crema de queso y coñac.

Por la tarde, la comida era donde más alimento de disfrutaba. Generalmente se disfrutaban en compañía de invitados; en tiempos de calor servían ensaladas con frutas de temporada y entre el otoño y el inviernos, sopas y consomés.

La pareja imperial tenía una
La pareja imperial tenía una gran cava de vinos (EFE/Anush Janbabian)

De plato fuerte se ofrecían diversas carnes, como lechón, ternera, carnero, así como aves de caza. Sin embargo, de acuerdo con diversos historiadores, la pareja imperial también comenzó a degustar preparaciones con elementos de la región, en una suerte de mezcla gastronómica.

Se dice que la comida se servía en punto de las 16:00 horas, mientras que uno de los platillos favoritos de Maximiliano fueron los chiles rellenos de queso, así como las crepas de huitlacoche. La cena constaba de un chocolate caliente o café, así como bizcochos con mermeladas.

Pese a su arraigo con su tradiciones, el emperador también se atrevió a probar los sabores de la región que gobernó. Fue así que —tras una gira de 16 meses por todo el territorio— probó la gran variedad botánica.

Fue durante sus últimos meses gobernando que Maximiliano tomó un particular afecto por la gastronomía local, de donde destacaba el adobo de chiles secos, moles y pipianes, así como tortillas de maíz y hasta el mismo pulque.

Maximiliano y Carlota gobernaron México
Maximiliano y Carlota gobernaron México entre 1863 y 1867 (INAH)

Tras el breve paso de Maximiliano y Carlota —quienes tuvieron un desenlace fatal— quedaron en México diversas invenciones culinarias producto de la mezcla de técnicas e ingredientes.

Uno de los alimentos que dejó fueron las llamadas enchiladas suizas, que consisten en tortillas de maíz dobladas bañadas en salsa, rellenas de pollo y con una capa de queso gratinado encima.

También, otro alimento que se deriva de la influencia francesa es el bolillo, el cual tuvo su origen gracias a un panadero que llegó a México en 1864 como parte del ejército francés.

Por instrucciones del segundo emperador, los franceses comenzaron a enseñar oficios a los locales. Camille Pirotte transmitió sus conocimientos sobre cómo hacer la baguette francesa; sin embargo, al no tener levadura dejó la masa “echarse a pender” por lo que se fermentó sola, dando como resultado el conocido birote, que tiempo después dio paso al bolillo.

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