El Porfiriato fue una de las épocas que más han marcado la Historia de México. Y es que durante este periodo, que duró más de treinta años, en el que permaneció en el poder el presidente Porfirio Díaz, hubo bastantes cambios en la estructura social del país.
Además, durante este periodo, también se vivió un gran cambio tecnológico, pues fue durante esta etapa que se extendió el sistema ferroviario, que era el mayor medio de transporte en México, mayormente operado por manos extranjeras, así como la luz eléctrica, gracias a la cual el gobierno pudo montar fábricas e industrias cuyo funcionamiento se mejoró debido a este avance. Otro de los objetos novedosos que llegaron al país durante este periodo, fueron los automóviles, cuyo primer modelo llegó entre 1896 y 1898, además de que se logró la instalación de la industria automotriz.
Pero no solo en ese aspecto se destacó durante el Porfiriato, pues también la arquitectura de la capital cambió de manera radical. Durante el Porfiriato se construyeron algunos de los edificios históricos que actualmente son íconos de la capital mexicana, como el Palacio de Bellas Artes, el Palacio Postal, el Hemiciclo a Juárez y el Monumento a la Revolución, que originalmente sería la cúpula del Palacio Legislativo.
Además de esto, Díaz acostumbraba celebrar las fechas importantes con grandes fiestas, a las que invitaba a la clase alta de la época. En estas reuniones se acostumbraba dar de comer platillos franceses, pues el presidente estaba obsesionado con la cultura de este país.
Un de las grandes fiestas que celebró Díaz fue el centenario de la Independencia de México, en 1910, poco antes de que estallara la Revolución Mexicana, con la cual llegaría a su fin su mandato. Porfirio Díaz quiso tomar la oportunidad de celebración para presumir durante todo el mes de septiembre el progreso que había alcanzado el país durante su mandato.
El 23 de septiembre de ese año, Díaz invitó a miembros de la alta sociedad mexicana a un baile en el Palacio Nacional en honor al Centenario, donde se sirvieron algunos de los mejores vinos de esa época, y que incluso actualmente siguen siendo muy apreciados: champaña G.H. Mumm & Co. Cordon Rouge, Burdeos Mouton Rothschild 1889 y chardonnay Chablis Moutonne. Los tres diferentes tipos de vino muestran el icónico gusto y admiración que Díaz sentía por la cultura francesa.
El excelente banquete que se sirvió, no desmereció a los excelentes vinos y de hecho, algunos de los platillos también fueron preparados con vinos. Silvain Dumont, el chef encargado de los banquetes oficiales de aquel entonces, sirvió Melon Glacé Au Clicquot Rosé (perlas de melón servidas en champaña rosa) como entrada. Los platos principales consistieron en un Saumon Du Rhin Grillé À La St. Malo (salmón fresco de pescado en el Rhin con salsa de vino blanco, mostaza y anchoas) que combinó a la perfección con chardonnay, y Poularde À L’écarlate (pollo marinado en leche con salsa de frambuesa).
Esta celebración, que fue una de las últimas de Porfirio Díaz antes de partir al exilio en Francia, mostró qué era lo que le gustaba comer y beber al entonces mandatario.
El 31 de mayo de 1911, luego de siete mandatos presidenciales, Díaz partió hacia Francia, en donde vivría, al lado de su esposa y uno de sus hijos, sus últimos años. Murió el 2 de julio de 1915. Hasta ahora, los restos del exmandatario descansan en el Cementerio de Montparnasse, en París. En ese mismo cementerio, descansan los restos de otras grandes figuras de la política, el arte, la cultura y el espectáculo, como Samuel Beckett, Pierre-Joseph Proudhon, Charles Baudelaire, Julio Cortázar, César Vallejo, Carlos Fuentes, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
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