La palabra garnacha se le asocia principalmente a la comida rápida mexicana. Aquella servida en puestos de la calle que surten de alimentos de preparación rápida apostados en casi cualquier esquina del país. Tortillas grasosas, carne cocinándose en su jugo y el de piezas anteriores con cebollines quemándose, salsas con todo tipo de partículas en el aire puestas alrededor de los platos de plástico con restos de comida y servilletas usadas.
Suplen la alimentación equilibrada por una necesariamente pronta en los pequeños intervalos disponibles de los ciudadanos apresurados por los intrépidos ritmos de vida que marca la modernidad tanto en las oficinas como en las obras de construcción. No discriminan y su alto contenido graso se asienta en los vasos de cualquiera. Benditas garnachas, ¿un mal necesario?
Sin embargo, a diferencia de muchas de las palabras mexicanas que nacen de la mezcla entre castellano y lenguas indígenas (y la mayor de las veces por pereza o desprecio de los conquistadores españoles hacia otros idiomas), o incluso de la popularización de algunas provenientes del lenguaje callejero o asociado a la criminalidad, esta no proviene de dicho choque cultural o grupo social.
La Real Academia de la Lengua España la define como “Tortilla gruesa con salsa de chile y otros ingredientes”, al menos en el caso de México. Ya que esta palabra viene del occitano, lengua romance hablada en el sur de Francia, España e Italia, “ganacha” o “garnacha” que hace referencia a una especie de prenda talar (que llega hasta los talones) “que usan los togados, con mangas” que llegaban a los antebrazos “y un sobrecuello grande, que cae desde los hombros a las espaldas”.
La prenda hecha para el frío y dador de posición. Pero la palabra muda de objeto y sentido. Porque las garnachas son también un “Alimento del grupo de los antojitos que consiste en una tortilla de maíz pequeña, frita en manteca, a la que se pone encima frijoles, salsa picante y trocitos de chorizo, papas o carne” de acuerdo con el Diccionario del Español de México. Sin duda alguna, uno de los antojitos predilectos del mexicano.
Sin embargo, también puede ser relleno con los alimentos mencionados. Se le puede llamar garnachas a las gorditas, los sopes, los huaraches, los molotes, las tostadas, los tlacoyos, las flautas, hasta las quesadillas, entre otras. Y a pesar de que muchos de los que están leyendo esto gustan de comerlas (por supuesto que también nosotros), no son del todo saludables. No hablemos ya de la grasa que puede causar varias enfermedades como la obesidad, sino por la exposición a la contaminación y gérmenes al estar cerca del humo de los automóviles y polvo de la calle.
Ya que de acuerdo con el mismo diccionario del español de México estas “se venden en establecimientos sencillos e informales”, muchas veces al aire libre, en plena calle transitada por todo tipo de autos y personas sin mucha higiene. Por lo que las garnachas son callejeras para poder ser catalogadas como garnachas.
Sin embargo, son de las comidas más accesibles para cualquier persona, tanto por sus ubicaciones como por sus precios. Además en los últimos años son causa de orgullo por ser descendientes de la tradición prehispánica que se ha mantenido a pesar de la violencia, el desprecio y la discriminación que ha impregnado nuestra historia y costumbres. La combinación entre el maíz y los distintos ingredientes que se han mezclado y acompañado con los productos derivados de dicha semilla.
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