Antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador, confirmara que estaba enfermo de COVID-19, ya se sentía mal, pero aún así, sostuvo una conversación telefónica con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
De acuerdo con el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna que escribe en El Financiero, López Obrador habló con el nuevo presidente estadounidense el viernes 22 de enero, sobre asuntos relacionados con la migración y la cooperación para el desarrollo y el bienestar. La plática, dijeron funcionarios mexicanos, fue superficial y sólo versó sobre la migración centroamericana, donde López Obrador le dijo que su plan para la región había sido adoptado por todos los países, lo cual es falso, resaltó el periodista.
La madrugada del domingo 24 de enero, el mandatario mexicano dio positivo a COVID-19 y para la tarde de ese mismo día, ya tenía fiebre y se sentía muy mal.
“Los doctores le recomendaron reposo absoluto, pero el presidente no quiso cancelar la llamada con Putin al día siguiente, por la urgencia para garantizar vacunas para los próximos meses, tras los tropiezos que tenía con Pfizer, a quien no le pudieron reclamar el recorte de suministros porque habían sido dosis que le regaló el gobierno de Donald Trump, y con AstraZeneca”, destacó el columnista.
Riva Palacio aseguró que la plática de López Obrador con Putin fue prácticamente inexistente. “El presidente se sentía tan mal que apenas si pronunció unas cuantas palabras, incluidas las del saludo, dejando todo el peso de la conversación al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien en efecto habló con Putin sobre el suministro de vacunas Sputnik-V a México durante los próximos meses. López Obrador describió la plática en su cuenta de Twitter como cordial y de intercambios sustantivos, donde habían acordado el envío de 24 millones de dosis de la vacuna. El Kremlin no reveló la casi total invisibilidad de López Obrador en la llamada con Putin”, enfatizó el periodista.
Entre la noche del lunes 25 y madrugada del martes 26 de enero, López Obrador tuvo una crisis que fue rápidamente atendida por el equipo médico que lo cuida 24 horas y logró estabilizarlo.
“De acuerdo con fuentes del gabinete de seguridad, el miércoles 27 el presidente amaneció muy decaído en el ánimo, aunque tomó varias decisiones. La más importante fue que su oficina quedara a cargo del consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, y para apoyarlo en los diversos temas que surgieran, su coordinador de asesores, Lázaro Cárdenas y su vocero, Jesús Ramírez Cuevas. La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, que por diseño institucional tendría que haber sido quien asumiera esa función, fue relegada”, dijo el comunicador.
Sin embargo -destacó Riva Palacio- Sánchez Cordero, fue una de las contadas funcionarias a quien se le permitió acceso a López Obrador la semana pasada. Además de ella, quienes pudieron acceder a él, más allá de su familia y del secretario de Salud, Jorge Alcocer, quien encabeza el equipo médico que lo atiende, fueron únicamente el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.
“Ante la instrucción de que el estado de salud del presidente se mantuviera en secreto, dentro de Palacio Nacional se vivía una incertidumbre que se transformaba en tensión. La gran mayoría del personal dentro de la sede del gobierno carecía de información, pero veía quiénes iban a la zona residencial donde se encuentra confinado López Obrador. La especulación dentro de Palacio Nacional superaba por mucho a la que había fuera, por la información opaca y mentirosa que se proporcionaba. Por ejemplo, en la mañanera del jueves 28, Sánchez Cordero dijo que el presidente “se encuentra muy bien”, lo que no era cierto, pero ocupaba el espacio de opinión pública que blindaba el verdadero estado de salud de López Obrador”, señaló Riva Palacio.
El periodista destacó que durante la primera semana de confinamiento, el mandatario en ningún momento estuvo inconsciente o sin la capacidad para ejercer sus funciones. “Pero tampoco en condiciones para repetir los mensajes videograbados como el que difundió el viernes 29 por la tarde, donde se le vio cansado, débil y no en las mejores condiciones de salud. Sin embargo, para ese día, el presidente ya había pasado el momento más crítico de su enfermedad y estaba en una lenta y difícil recuperación”, señaló.
Raymundo Riva Palacio finalizó diciendo que a través de los contactos que mantuvo con un puñado de colaboradores, “López Obrador pudo seguir dando instrucciones precisas sobre sus prioridades, como hizo con la iniciativa de la reforma eléctrica, operada por Scherer. No obstante, la enfermedad del residente mostró una enorme fragilidad y vulnerabilidad en el gobierno, atado pavlovianamente a su ejercicio centralizado de poder”, concluyó.
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