En enero de 1964, un adolescente de 17 años llamado Randy Gardner decidió llevar a cabo un experimento audaz: permanecer despierto durante 11 días consecutivos. Lo que comenzó como un proyecto para una feria escolar rápidamente se transformó en un estudio emblemático dentro de la ciencia del sueño.
Gardner se propuso superar el récord de un DJ de Honolulu, quien había permanecido despierto durante 260 horas, un poco menos de 11 días. Junto con su compañero de estudios Bruce McAllister, iniciaron este desafío con el objetivo de ingresar al libro de los récords Guinness y cumplir con la tarea escolar asignada. Sin embargo, pronto descubrieron que necesitarían más apoyo del que habían anticipado.
Su compañero Bruce McAllister explicó entonces que originalmente querían investigar los efectos de la falta de sueño en las habilidades paranormales, pero resultaba impracticable. Finalmente, se centraron en los efectos sobre las habilidades cognitivas y físicas.
El experimento comenzó en la casa de los padres de Bruce en San Diego, California. Pronto descubrieron que necesitarían más ayuda. Joe Marciano, otro amigo, se unió al equipo.
La noticia del experimento llegó a los oídos del científico William Dement, un investigador pionero en la ciencia del sueño en ese momento. Dement se interesó profundamente en el proyecto tras leer sobre él en un diario local y decidió involucrarse, especialmente motivado por la preocupación de los padres de Randy.
William Dement, profesor emérito de una prestigiosa universidad, recuerda a la BBC haber sido testigo de los cambios que la privación de sueño provocó en Randy. Aunque la ciencia del sueño era un campo relativamente nuevo, Dement se sintió motivado a participar.
Con el paso de los días, los signos de privación de sueño comenzaron a manifestarse en Randy: su memoria y atención se deterioraron, experimentó cambios de humor, y también pérdida de coordinación y dificultad para hablar.
A partir del tercer día, empezó a tener alucinaciones, como creer que era un famoso jugador de fútbol americano o ver caminos en lugar del interior de la casa.
Además, su estado emocional se volvió inestable, con cambios de humor que iban desde la irritabilidad hasta la euforia.
Durante los 11 días y 25 minutos que Randy permaneció despierto, su equipo llevó a cabo diversas pruebas sensoriales y cognitivas para evaluar los efectos de la privación de sueño. Aunque hubo momentos sorprendentes, como una mejora temporal en su habilidad para jugar baloncesto, el deterioro general de sus capacidades físicas y mentales fue evidente. Su coordinación se volvió deficiente, presentando dificultad para hablar y realizar movimientos básicos. Estas pruebas proporcionaron datos valiosos sobre cómo la falta extrema de sueño puede afectar diferentes funciones del cerebro y el cuerpo, pero también subrayaron los peligros inherentes a tal privación.
Por su parte, Dement relató cómo Randy pasó de ser optimista a tener serios problemas cognitivos y de coordinación. Al final del experimento, Randy no mostraba ninguna expresión y necesitaba constantes indicaciones para responder a las preguntas, lo que hacía con un tono monótono y arrastrado.
Al finalizar el experimento, Randy fue llevado a un hospital donde se monitorearon sus ondas cerebrales. Sorprendentemente, después de dormir 14 horas seguidas, sus patrones de sueño volvieron a la normalidad. Sin embargo, con el tiempo, Randy reportó sufrir de insomnio ocasional, una secuela a largo plazo del experimento.
La hazaña de Randy Gardner quedó registrada en el libro Guinness de los récords y también proporcionó valiosas enseñanzas para la ciencia del sueño sobre los efectos de la privación extrema de descanso en el cuerpo y la mente humana. Los datos obtenidos revelaron cómo diferentes partes del cerebro pueden detenerse y reponerse mientras otras continúan funcionando, un fenómeno conocido como “secuestro cerebral”. Este descubrimiento abrió nuevas líneas de investigación y ayudó a entender mejor los complejos mecanismos del sueño y la vigilia. La experiencia de Randy proporcionó a los científicos una visión detallada de los peligros y efectos negativos de la privación extrema del sueño, subrayando la importancia de este proceso biológico para el bienestar humano.
Esta historia, aunque arriesgada, sigue siendo un punto de referencia en el estudio de la ciencia del sueño, pero de ninguna manera es recomendable llevar a cabo lo que hicieron estos chicos, ya que puede traer consecuencias terribles.