Nuevos descubrimientos sobre el origen genético de las preferencias alimentarias podrían ser clave para mejorar la nutrición de las personas de manera individual.
Es que investigadores de la Universidad de Colorado presentaron esta semana los resultados de un estudio que demostró que existen alrededor de 500 genes que influyen de manera directa en las elecciones alimentarias de las personas y define por lo tanto su tipo de alimentación.
Según anunciaron en Nutrition 2023, la reunión anual más importante de la Sociedad Americana de Nutrición, “algunos de los genes identificados están relacionados con las vías sensoriales -incluidas las del gusto, el olfato y la textura- y también pueden aumentar la respuesta de recompensa en el cerebro”, explicó la directora del equipo de investigación, Joanne Cole.
Y agregó: “Dado que algunos de estos genes pueden tener vías claras para influir en si a alguien le gusta o no un alimento, podrían utilizarse potencialmente para crear perfiles genéticos sensoriales para afinar las recomendaciones dietéticas de una persona en función de los alimentos que le gusta comer”. Trabajos anteriores del mismo equipo de investigación ya habían estudiado de qué manera el análisis genómico integral determina los hábitos dietéticos.
Consultado por Infobae, el médico genetista Jorge Dotto (MN 107.411) señaló que “este grupo de investigadores de la Universidad de Colorado hace bastante tiempo vienen trabajando con con la identificación de genes que juegan un rol en cómo deciden comer los seres humanos y en las preferencias que tienen que ver con esto”.
En opinión de los expertos, sus hallazgos representan un paso importante hacia el uso de la genética de una persona para desarrollar estrategias de nutrición de precisión que ayuden a mejorar la salud o prevenir enfermedades.
En qué consistió el estudio
El trabajo, que será publicado en una revista una vez finalizado el congreso, fue uno de los primeros a gran escala de genes relacionados con la dieta.
Los investigadores utilizaron el Biobanco del Reino Unido, que contiene datos de 500.000 personas, para realizar un estudio de asociación de todo el fenotipo (PheWAS) que identificó genes más fuertemente asociados con la dieta que con cualquier factor de salud o estilo de vida. Los estudios PheWAS se utilizan para encontrar asociaciones entre variantes genéticas de interés y un espectro de rasgos y comportamientos humanos, incluida la ingesta alimentaria.
Tal como explicó Cole, “los alimentos elegidos están influidos en gran medida por factores ambientales como la cultura, el nivel socioeconómico y la accesibilidad a los alimentos”. “Dado que la genética desempeña un papel mucho menor en la influencia de la ingesta alimentaria que todos los factores ambientales, necesitamos estudiar a cientos de miles de individuos para detectar influencias genéticas en medio de los factores ambientales. Los datos necesarios para hacerlo no han estado disponibles hasta hace poco”, ahondó la experta.
En opinión de la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición Marianela Aguirre Ackermann (MN 151.867), coordinadora el Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y directora de Fundación CIEN (Centro Integral de Endocrinología y Nutrición), “lo que estudiaron son los genes que influyen en las preferencias alimentarias relacionadas con las vías sensoriales que influyen en el sabor, el olor y la textura. Desde ese punto de vista, si se tiene en cuenta la percepción del sabor, eso podría ayudar a que la orientación nutricional personalizada sea más eficaz debido a que poder identificar los factores que impulsan las elecciones de alimentos”.
El análisis reveló unos 300 genes directamente asociados al consumo de alimentos específicos y casi 200 genes vinculados a patrones dietéticos que agrupan varios alimentos, por ejemplo, la ingesta general de pescado o el consumo de fruta.
Cuáles son los alcances del hallazgo
En el nuevo trabajo, los investigadores aplicaron métodos computacionales para determinar los efectos directos de las variantes genéticas que influyen en la dieta y separarlos de los efectos indirectos, como cuando un gen influye en la diabetes y el diabético debe comer y tomar menos azúcar, y he allí uno de los retos al momento de identificar genes relacionados con la dieta.
Este diseño del estudio fue posible porque el Biobanco del Reino Unido no sólo contiene información genética detallada, sino también datos sanitarios y socioeconómicos pormenorizados, lo cual permitió a los investigadores analizar variantes genéticas individuales en busca de asociaciones con miles de rasgos y luego eliminar variantes genéticas indirectas que estuvieran más fuertemente asociadas con otros factores, como la diabetes.
“El estudio demostró que los patrones dietéticos tienden a tener efectos genéticos más indirectos, lo que significa que están correlacionados con muchos otros factores -señaló Cole-. Esto demuestra lo importante que es no estudiar los patrones dietéticos en el vacío, porque el impacto del patrón alimentario en la salud humana puede estar completamente mediado o confundido por otros factores”.
“Hace muchos años que hacemos esto en Argentina -profundizó Dotto en este punto-. A partir de una muestra de ADN analizamos los genes y las variantes genéticas de una persona para determinar cuál es la mejor composición que debe tener la alimentación a nivel personal, por ejemplo, si tiene que ser baja en hidratos de carbono, de tipo mediterráneo o baja en grasas”.
Para él, conocer la genética de la alimentación “ayuda también a tratar las intolerancias o alergias alimentarias, para que las personas entiendan cómo sentirse mejor, no prohibiendo alimentos, sino dosificándolos o explicando cómo consumirlos para que esa persona pueda vivir un día a día sin dolor de panza, sin tener constipación, sin tener diarreas, sin tener alteración del sueño, sin tener dolor de cabeza y migrañas”. “Cuando uno sabe sobre la genética puede tomar decisiones informadas”, enfatizó.
Y tras asegurar que “el entendimiento de las variantes genéticas no solamente hace a la preferencia de lo que las personas comen y toman todos los días, sino también hace a entender cómo comer para tener una longevidad más saludable y disminuir el riesgo de enfermedades”, Dotto amplió: “Así, si una persona tiene un mayor riesgo de desarrollar algún tipo de enfermedad debería comer de una determinada manera para disminuir ese riesgo de enfermedad, por supuesto siempre teniendo en cuenta que hay que evitar los ultraprocesados, gaseosas y edulcorantes”.
“Todo este tipo de de publicaciones y de avances siguen confirmando algo que venimos trabajando en el país hace muchos años, y tiene que ver con que los genes o las variantes genéticas también influyen en la elección de lo que comemos, así como lo hacen otros factores como lo cultural, la educación, el lugar donde uno vive (porque no es lo mismo vivir en Argentina, que vivir en Estados Unidos, Italia, España o Japón ya que cada uno de esos lugares tiene un medio ambiente, productos y culturas diferentes -analizó el genetista-. Hay una combinación de varios factores, pero la determinación de lo que comemos y tomamos también está influenciado por la genética, y por esa primera barrera que son la nariz y la boca”.
A lo que Aguirre Ackermann sumó: “Esto se alinea con un concepto de los últimos años que se denomina ‘medicina de precisión’, en la que cuando se indica un plan de alimentación a una persona lo más importante es adaptarlo a esa persona, y no sólo tener en cuenta sus necesidades relacionadas con estado de salud, edad, actividades que hace sino también cuáles son sus gustos, sus preferencias alimentarias, las posibilidades de acceso, el ambiente en el que vive, etc”. “Adaptarse a las personas es un concepto de la medicina de precisión y esto se aplica tanto a la alimentación como a la indicación de un fármaco o un procedimiento quirúrgico -sostuvo-. La medicina de precisión tiene que ver con tratar personas que tienen enfermedades y no enfermedades en sí mismas. Así, si estamos hablando de un plan alimentario se buscará adaptarlo a cada persona y no que las personas tengan que adaptarse a un plan preestablecido”.
A corto plazo, Cole está estudiando los genes recién identificados relacionados con la dieta para comprender mejor su función, al tiempo que trabaja para identificar aún más genes que influyan directamente en las preferencias alimentarias. Según adelantó, planea seguir varias líneas de investigación traslacional basadas en estos hallazgos. Por ejemplo, está interesada en estudiar si el uso de la genética de una persona para adaptar el perfil de sabor de una dieta diseñada para perder peso podría mejorar la adherencia.
Asimismo, sería posible utilizar estos nuevos conocimientos para adaptar los alimentos a la predisposición genética de una persona. “Si sabemos que un gen que codifica un receptor olfativo en la nariz aumenta el gusto por la fruta y potencia la respuesta de recompensa en el cerebro, los estudios moleculares de este receptor podrían servir para identificar compuestos naturales o sintéticos que se unan a él -destacó Cole-. Entonces, podríamos ver si añadir uno de esos compuestos a alimentos saludables hace que esos alimentos sean más apetecibles para esa persona”.
Por último, Aguirre Ackermann enfatizó que “es importante tener en cuenta que la genética no determina el destino, es decir que en los primeros dos años de vida se puede enseñar a los niños a desarrollar preferencias gustativas hacia alimentos que se quiere que incluyan en su vida, alimentos más saludables”. “Y por supuesto que si se tiene en cuenta el perfil genético de una persona, se tendrá más información para poder seleccionar mejor y hacer una propuesta saludable teniendo en cuenta la individualidad de cada ser humano”.
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