Sensación de cansancio, agotamiento, estrés, problemas para recordar cosas o para pensar claramente son algunos de los síntomas descriptos y estudiados por científicos del todo el mundo con una frecuencia mayor en los últimos dos años por el surgimiento de la pandemia por coronavirus.
Existe una creciente preocupación por las posibles consecuencias cognitivas del COVID-19 a largo plazo, a raíz de informes de síntomas de dolencia prolongada que persisten en la fase crónica y estudios de casos que revelan problemas neurológicos en pacientes gravemente afectados. Sin embargo, aún falta información sobre la naturaleza y la prevalencia más amplia de los problemas cognitivos posteriores a la infección.
Todavía no se ha establecido si la infección por COVID-19 se asocia con déficits cognitivos a nivel de población y cómo esto difiere con la gravedad de los síntomas respiratorios. Se esperan problemas cognitivos en aquellos que han requerido una estadía hospitalaria prolongada o una intubación. Científicos todavía están estudiando si los casos más leves que no han sido hospitalizados también pueden sufrir déficits cognitivos objetivamente mensurables.
Los datos cognitivos de la enfermedad anterior y posterior a COVID-19 son escasos porque la infección es impredecible. Este problema se ve agravado por el costo de ejecutar evaluaciones cognitivas estándar cara a cara en poblaciones lo suficientemente grandes como para capturar dicho cambio, o para tener en cuenta las variables de población potencialmente confusas que se correlacionan con el rendimiento cognitivo.
Pero en un reciente estudio científico realizado por investigadores de Canadá, aportaron más datos sobre el padecimiento de problemas cognitivos tras enfermarse de coronavirus.
“La infección por COVID-19 está asociada con disfunción ejecutiva entre adultos jóvenes y de mediana edad, señala un estudio de la Universidad de Waterloo, Canadá, en donde los expertos descubrieron que las funciones psicológicas también se ven afectadas, incluso, en personas que no estuvieron expuestas a la intubación u hospitalización. El estudio utilizó una proporción equilibrada de personas infectadas y no infectadas para estimar el vínculo entre la infección por SARS-CoV-2 y la disfunción cognitiva/ejecutiva.
Los autores señalan que el estudio se realizó del 28 de septiembre al 21 de octubre pasados, cuando la variante principal en Canadá fue Delta. En un estudio observacional transversal con datos de la Encuesta Canadiense de Experiencias covid-19 (CCES) en curso, la investigación incluyó la representación equitativa de adultos vacunados y no vacunados entre 18 y 54 años. En cuanto a los síntomas de COVID-19 registrados por los pacientes enfermos, éstos variaron desde casos insignificantes hasta casos potencialmente mortales que requerían hospitalización.
La mitad de la cohorte (50,2 por ciento) recibió dos vacunas y el 43,3 por ciento no había recibido ninguna. En tanto, el 5.5 por ciento recibió una inyección, pero no tenía la intención de recibir una segunda. Según el documento, aquellos con infección previa por COVID-19, informaron un número significativamente mayor de síntomas de disfunción ejecutiva que sus homólogos no infectados. Los investigadores también encontraron una relación dosis-respuesta entre la gravedad de los síntomas de COVID-19 y la disfunción cognitiva. Aquellos con síntomas moderados y muy/extremadamente graves de covid-19 estuvieron relacionados con una disfunción significativamente mayor, según escribieron en el estudio publicado en medRxiv.
Recientemente un estudio hecho por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (INS), indicaron que el coronavirus puede propagarse al corazón y al cerebro. “A los pocos días de la infección se da el inicio la propagación y puede sobrevivir durante meses en los órganos. El virus puede propagarse a casi todos los sistemas orgánicos, lo que podría contribuir a los síntomas continuos del “COVID-19 largo”, indica el estudio.
En otro estudio científico reciente, publicado en la revista JAMA Network Open, se encontró que casi una cuarta parte de los pacientes que tuvieron COVID-19 experimentaron algunos problemas de memoria. Aunque los pacientes que habían necesitado hospitalización eran más propensos a padecer la llamada “niebla mental” después de la infección, el estudio también identificó que hubo algunos pacientes ambulatorios que sufrieron el deterioro cognitivo.
El problema de la “niebla mental” puede persistir durante meses en los pacientes de COVID-19, incluso en algunos que no fueron hospitalizados. “En este estudio, encontramos una frecuencia relativamente alta de deterioro cognitivo varios meses después de que los pacientes enfermaran por COVID-19. Las deficiencias en el funcionamiento ejecutivo, la velocidad de procesamiento, la fluidez de las categorías, la codificación de la memoria y el recuerdo fueron predominantes entre los pacientes hospitalizados”, escribieron en el estudio Jacqueline Becker y sus colegas de Nueva York.
“La niebla mental es un término popular. El trastorno existía antes del COVID-19 por otros factores. En el caso del COVID-19, tiene un perfil específico, y puede persistir más de 7 meses después de haber tenido la infección por el coronavirus”, aseguró en diálogo con Infobae Ricardo Allegri, investigador del Conicet y jefe de Neurología Cognitiva, Neuropsicología y Neuropsiquiatría de Fleni. En esta institución dedicada a la investigación y a la atención de pacientes de Argentina se hizo un relevamiento sobre los síntomas.
Para ello se seleccionaron 45 pacientes con “niebla mental” y 45 de controles sanos. “En general, el impacto no es tanto sobre la memoria, sino sobre la atención”, dijo Allegri. En este estudio en Argentina, se encontró que el 30% de los pacientes que habían tenido el coronavirus tenía problemas de atención y el 25% expresó tener afectada su capacidad para resolver problemas de la vida diaria.
Ante el desarrollo de los síntomas de niebla mental, cada persona afectada “debería hacer una consulta médica y una evaluación cognitiva. Según el diagnóstico, se puede hacer rehabilitación específica”, especificó el doctor Allegri. Además, la alimentación saludable -la dieta mediterránea-, la actividad social con otras personas, y la actividad física también son claves para recuperarse de la niebla mental.
Volviendo al estudio científico estadounidense, el trabajo incluyó datos desde abril de 2020 hasta mayo de 2021 sobre 740 pacientes con COVID-19 sin antecedentes de demencia. “Este patrón es coherente con los primeros informes que describen un síndrome disejecutivo después del COVID-19 y tiene implicaciones considerables para los resultados ocupacionales, psicológicos y funcionales”, señalaron los investigadores.
La edad media de los pacientes era de 49 años. Se evaluó el funcionamiento cognitivo de cada paciente y los investigadores analizaron la frecuencia del deterioro cognitivo entre ellos. Tras el análisis de los datos, los investigadores encontraron que el 15% en los pacientes mostraba déficits en la fluidez al hablar; el 16% en un conjunto de habilidades mentales llamado funcionamiento ejecutivo; el 18% mostraba déficits en la velocidad de procesamiento cognitivo; el 20% en la capacidad de procesar categorías o listas; el 23% en el recuerdo de la memoria y el 24% en la codificación de la memoria, entre otras deficiencias.
Los investigadores observaron que los pacientes hospitalizados eran más propensos a presentar deficiencias en la atención, el funcionamiento ejecutivo, la fluidez de las categorías y la memoria. Por ejemplo, en lo que respecta a la memoria, los investigadores descubrieron que el 39% de los pacientes hospitalizados presentaba un deterioro en esa área, en comparación con el 12% de los pacientes que no fueron internados. En lo que respecta a la codificación de la memoria, los datos mostraron que el 37% de los pacientes hospitalizados presentaba deficiencias, en comparación con el 16% de los pacientes ambulatorios.
En China, donde empezó la pandemia por el coronavirus, difundieron un trabajo días atrás sobre los afectados por el COVID prolongado. Si bien la mayoría de los síntomas de la enfermedad producida por el coronavirus SARS-CoV-2 en los pacientes que fueron internados desaparecieron en un plazo de 12 meses, alrededor de la mitad de quienes fueron hospitalizados siguieron experimentando al menos un síntoma persistente.
El estudio se hizo en 1276 pacientes dados de alta del hospital público de la ciudad Wuhan en China, donde se originó la pandemia de COVID-19, y publicado en la revista The Lancet. La investigación reportó que casi uno de cada tres pacientes sufría dificultad para respirar, mientras que uno de cada cinco dijo que todavía experimentaba fatiga y debilidad muscular. También encontró que las mujeres tenían el doble de probabilidades de lidiar con la disfunción pulmonar en comparación con los hombres.
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