Ko Thiha y Gaspar Ruiz-Canela
Bangkok, 31 may (EFE).- La expansión del conflicto en Birmania (Myanmar) en los últimos meses ha aumentado las dificultad de acceso a alimentos y medicinas en gran parte del país, donde un cuarto de la población padece inseguridad alimentaria sin contar y la ayuda internacional que llega es insuficiente.
Más de tres años después del golpe de Estado militar, 18,6 millones de personas en el país requieren ayuda humanitaria, casi 13 millones padecen inseguridad alimentaria y 3 millones se encuentran desplazadas por el conflicto entre el Ejército y varias guerrillas étnicas y milicias prodemocráticas, según datos de la ONU.
Las fuerzas de la junta militar han sido acusadas de bombardear a civiles con artillería y aviones y de dificultar la entrega de ayuda humanitaria, ya que las provisiones donadas por la ONU son controladas por el Ejército.
En la división de Sagaing (norte), la birmana Ma Khaing Thin, de 37 años, explica a EFE que muchas viviendas han sido incendiadas en el conflicto y que el intenso calor de estos meses ha dañado las cosechas, por lo que hay escasez de arroz.
"Tenemos que comprar arroz de fuera. El precio del arroz se ha duplicado. Ahora un saco vale 90.000 kyats (42 dólares o 39 euros), en el pasado costaba 60.000 o 50.000 kyats", afirma Ma Thida en una conversación telefónica.
Sagaing, que antes del golpe militar no era zona conflictiva, se ha convertido en una de las regiones donde se producen más combates entre los soldados y milicias formadas por jóvenes contrarios a la junta que empezaron con armas rudimentarias y ahora manejan armamento moderno.
Ma Thida, que vive en una área controlada por una milicia prodemocrática y usa un seudónimo por seguridad, relata que debido a las patrullas de los soldados los médicos temen ir a las ciudades, por lo que también hay escasez de medicinas y vacunas.
En el estado Rakáin (este), los combates se han intensificado entre las fuerzas de la junta y la guerrilla Ejército de Arakán, que controla grandes áreas en el centro y norte de la región.
Un vecino en el distrito de Mrauk-U, bajo control de la guerrilla, explica que los soldados birmanos bloquearon la autovía entre Sittwe, la capital del estado, y Rangún, la mayor ciudad del país, por lo que parte de los alimentos llegan a través de la frontera a precios más altos.
"Debido a los combates, trabajar es complicado y nuestro sustento es cada vez más difícil", señala por teléfono el vecino, que asegura que escasean medicinas básicas como el paracetamol.
Peor situación sufre en este estado la minoría musulmana rohinyá, que llevan años siendo perseguidos por los generales, que están acusados de posible genocidio, y ahora son víctimas también de reclutamientos forzosos y los enfrentamientos armados.
El conflicto se ha exacerbado en numerosas regiones birmanas desde la operación 1027, lanzada por tres poderosas guerrillas en el noreste del país en octubre del año pasado, lo que ha debilitado a la junta pero no ha logrado derrocar a los generales, que cuentan con armamento chino y ruso.
Algunas zonas como Rangún se encuentra menos afectadas por el conflicto, aunque también sufren el encarecimiento de los alimentos.
La ONU estima que requiere este año 993,5 millones de dólares (unos 916 millones de euros) para atender a unos 5,3 millones de birmanos, pero de momento solo ha conseguido el 11,3 % del dinero, y el año pasado solo logró financiar el 44 % de su plan de ayuda en el país.
Algunas ONG y activistas birmanos llevan años pidiendo a la ONU y otras organizaciones internacionales que busquen rutas alternativas para entregar ayuda internacional directamente a las comunidades locales y no a través de la junta militar.
Daw Myar, de la Organización Nacional de Mujeres Karenni (KNWO), indica a EFE que la ayuda internacional gestionada a través de la junta militar solo llega a zonas controladas por los generales y no donde realmente hace falta.
"Si la comunidad internacional quiere enviar ayuda humanitaria a Birmania, especialmente en Karenni, deberían cooperar con organizaciones civiles locales que están ayudando a gente en el terreno", dice la activista de la minoría karenni, que vive en el este del país. EFE
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