Patatas fritas son un tabú: la ortorexia solo permite comer saludable

Quienes se ven afectados por la ortorexia se vuelcan por completo a la alimentación saludable, completamente sin grasas ni pecados dulces, y se apegan a estrictas reglas en su comportamiento alimentario.

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ILLUSTRATION - Ein Obstteller steht am 23.09.2020 in Hamburg auf einem Tisch auf einer Terrasse (gestellte Szene). Foto: Christin Klose || Modellfreigabe vorhanden
ILLUSTRATION - Ein Obstteller steht am 23.09.2020 in Hamburg auf einem Tisch auf einer Terrasse (gestellte Szene). Foto: Christin Klose || Modellfreigabe vorhanden

Quienes se ven afectados por la ortorexia se vuelcan por completo a la alimentación saludable, completamente sin grasas ni pecados dulces, y se apegan a estrictas reglas en su comportamiento alimentario.

Estas normas suelen ser tan estrictas que directamente se resiente su alegría de vivir. Porque, para la mayoría de las personas, el acto de comer no implica solamente una ingesta de alimentos.

La comida también es diversión, disfrute y alegría de vivir. Por ejemplo, cuando se saborea un trozo de tarta de crema, un jugoso cerdo asado o una bolsa de patatas fritas.

Sin embargo, existen personas que rechazan de plano estas golosinas dulces y altas en grasas. Su plan de comidas se compone exclusivamente de comidas consideradas saludables. Este tipo de comportamiento alimentario se denomina ortorexia.

La palabra "ortorexia" procede del griego y, traducida, significa algo así como "el apetito correcto". Quien desarrolla este comportamiento alimentario se encuentra prácticamente obsesionado con comer alimentos integrales y productos ecológicos.

A la vez, estas personas evitan completamente las comidas ricas en azúcares o grasas, o bien alimentos con ingredientes artificiales. "El comportamiento alimentario de los ortorécticos es compulsivo, regulado y planificado", manifiesta la asesora en nutrición Elke Binder.

Detrás de esta conducta no necesariamente se esconde el deseo de mantener o reducir el peso corporal. Quienes siguen una dieta sana sin concesiones suelen esperar prevenir de esta manera las enfermedades de la civilización.

"Las mujeres suelen caer mucho más en la ortorexia que los hombres", afirma el presidente de la Asociación Alemana de Medicina Nutricional (BDEM), profesor Johannes Georg Wechsler.

Según indica Wechsler, las mujeres suelen verse afectadas mucho más frecuentemente. Esto puede tener que ver con el ideal de belleza que se propaga a través de las redes sociales y la publicidad. En caso que se sigan estas publicidades, las mujeres deben ser escuálidas y estar totalmente en forma. 

"Pero también el comportamiento alimentario de hombres jóvenes que están muy activos deportivamente adopta entretanto tintes ortorécticos", explica Elke Binder. 

A las personas afectadas suele faltarles frecuentemente confianza en su propio cuerpo. También la presión de rendimiento y el fuerte autocontrol pueden promover la ortorexia.

El desarrollo de la ortorexia transcurre de manera bastante sutil. "Frecuentemente empieza con que los afectados confeccionan planes de comidas muy estrictamente reglamentados y controlan formalmente su implementación mediante una app", indica Binder.

De esta manera, las personas afectadas alcanzan un autocontrol extremo sobre la comida: todo gira en torno a la alimentación saludable. Y frecuentemente se condenan a no comer nada a partir de cierta hora.

¿Y qué pasa en caso que se haya ingerido media porción de torta y se hayan violado las propias reglas? En este caso, quienes padecen ortorexia suelen sentirse culpables y creen erróneamente que dañaron su cuerpo.

La ortorexia puede tener diversas causas. Incluso cuando las personas afectadas opten sobre todo por alimentos saludables, su alimentación puede volverse unilateral. La ortorexia suele ser acompañada por una pérdida de peso.

Y finalmente puede pasar que el ortoréctico pierda en parte la alegría de vivir, porque las reglas estrictas no autorizan a darse ningún permiso.

La ortorexia suele tener también efectos en el entorno: los afectados están tan convencidos de sus estrictas pautas que hacen sentir culpables a su entorno que se alimenta "de manera insana". Y es probable que los ortorécticos rechacen una invitación de sus amigos a comer pizza o fondue. No todas las amistades pueden soportar eso.

Sin embargo, la ortorexia actualmente no es reconocida como una enfermedad. "El mundo especializado discute si la ortorexia tiene el valor de una enfermedad", comenta Wechsler.

Desde su punto de vista, no puede hablarse de un trastorno alimentario o de adicción. Lo más probable es que la ortorexia en su forma más leve pueda pasar como una "manía" de la persona en cuestión, dice Wechsler.

En este tipo de casos, la ayuda puede proceder de una persona que aborda con mayor flexibilidad el tema de la comida. "Bien puede ser la pareja o un buen médico de familia, que intente apartarnos de esas reglas tan estrictas", señala Wechsler.

Sin embargo, esto es completamente distinto cuando un ortoréctico u ortoréctica padece su propio comportamiento alimentario o el tema de la comida se convierte en una verdadera obsesión.

Entonces puede tener sentido una psicoterapia, que indague en las razones que se esconden detrás de esta conducta alimentaria y que ayude a superarla. La ortorexia puede tener su origen en miedos y conflictos emocionales.

Por lo tanto, habrá que acudir a los psicólogos o psicoterapeutas especializados en el comportamiento obsesivo-compulsivo. "Cuanto antes se consiga ayuda para la ortorexia grave, mejor será para el cuerpo de la persona afectada", dice Elke Binder.

Desde el punto de vista de la asesora en nutrición, es posible tomar iniciativas preventivas contra la ortorexia. "Lo más importante es sobre todo que los padres sean modelos para sus hijos también en lo que respecta a la alimentación", subraya Elke Binder.

Al mismo tiempo, las madres y los padres deberían alentar a sus hijos a no emular irreflexivamente los ideales de belleza que observan en las redes sociales y la publicidad.

"Naturalmente que se trata de comer sano y saludable, pero al mismo tiempo con disfrute y diversión en la comida", remarca Binder. Y tampoco debería haber nada que impida que, cada tanto, uno se dé un gusto. Porque en definitiva aporta diversión, disfrute y alegría de vivir.

dpa

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