El cambio climático está transformando el vino. Hemos visto cómo devastadores incendios forestales amenazaban o destruían cosechas recientes en California, Australia, Chile y Portugal; cómo duros inviernos diezmaban viñedos en el valle de Okanagan, en la Columbia Británica, y en el este de Estados Unidos; y cómo las heladas primaverales, un viejo enemigo de los viticultores, son cada vez más amenazadoras a medida que las temperaturas medias más cálidas empujan a las vides a enviar sus tiernos brotes antes en primavera.
Puede parecer extraño sugerir que el cambio climático ha producido algún ganador, pero si miramos a latitudes y altitudes más altas, encontramos sorpresas. Es difícil imaginar que los deliciosos vinos espumosos de Inglaterra rivalicen con los de Champagne sin un aumento de las temperaturas medias en las últimas décadas. Las regiones más frías, donde tradicionalmente las uvas han tenido dificultades para madurar, están disfrutando de resultados más consistentes.
Alemania es otro ejemplo muy citado. El aumento de las temperaturas acorta el periodo vegetativo, de modo que el riesling, tradicionalmente de maduración tardía, alcanza antes la madurez, lo que lo hace menos vulnerable a la llegada del frío en otoño. Mientras que los abuelos de los viticultores de hoy pueden haber experimentado dos o tres añadas por encima de la media o excepcionales por década, ese nivel de calidad es más constante hoy en día.
Los consumidores podemos catar con más confianza, sin preocuparnos por las variaciones de añada. También hay un entusiasmo creciente por los vinos tintos alemanes y el chardonnay. (Las regiones vinícolas del país también han sentido la otra cara del cambio climático, con destructivas inundaciones en 2021, sequía otros años, inviernos gélidos y devastadoras heladas primaverales).
En marzo, asistí a Grands Jours de Bourgogne, una feria de una semana de duración que se celebra cada dos años para poner de relieve esa famosa región vinícola francesa. (Se pidió a los asistentes de habla inglesa que utilizaran el nombre francés en lugar del anglicismo “Burgundy”, que, como color, se traduce al francés como “Burdeos”).
Los efectos del cambio climático fueron más evidentes en el norte de la región. Se expusieron vinos de 2022, una añada cálida. Los Chablis, donde la chardonnay prospera en el filo de la navaja de la acidez del clima frío, estaban más maduros de lo normal. No estaban mal, pero les faltaba su energía habitual.
Por su parte, los vinos de las denominaciones vecinas de Chablis, menos conocidas, resultaron interesantes. Bourgogne Côtes d’Auxerre, Chitry, Irancy y Saint-Bris ofrecieron blancos vibrantes de chardonnay y sauvignon blanc, y tintos brillantes, afrutados y terrosos de pinot noir. En una cata en el claustro de la emblemática abadía de Saint Germain, en la ciudad de Auxerre, un colega escritor que asiste regularmente a estos eventos se maravilló: “¡Esto es lo mejor que han hecho nunca estos vinos!”.
¿Es el calentamiento del clima? ¿Una viticultura mejorada? ¿Una cosecha afortunada? Probablemente todo lo anterior. Por desgracia, la mayoría de los vinos que probé no se encuentran actualmente en los mercados estadounidenses.
(¡Importadores, tomen nota!) Domaine Felix tiene tres importadores en EE.UU. (aunque ninguno en la zona de Washington, D.C.), mientras que Domaine Sorin Coquard llega a las estanterías de Nueva York y California. El señor que me sirvió un chardonnay picante de Bailly Lapierre, una cooperativa más conocida por sus vinos espumosos, sólo tenía dos palabras para mí: Trader Joe’s.
Pero el sitio web de la bodega ni siquiera menciona que elaboren vinos tranquilos, y una búsqueda en el sitio web de Trader Joe’s resultó infructuosa.
A lo largo de la semana, oí rumores sobre el pinot noir de Hautes Côtes de Nuit y Hautes Côtes de Beaune, zonas situadas en las laderas más altas o justo al otro lado de la colina de los famosos viñedos grand cru y premier cru de Côtes d’Or. En cuanto a los blancos, Saint Romain y Saint Véran son dos regiones menores preparadas para ganar protagonismo a medida que el clima se calienta.
Frédéric Drouhin, director de la Maison Joseph Drouhin de Beaune, me dijo que su bodega familiar había adquirido recientemente viñedos tanto en Saint Romain como en Saint Véran, incluidos algunos de proveedores de toda la vida.
“Estas zonas suelen ser más frías que el corazón de Côtes d’Or y pueden tener dificultades algunos años, por lo que estamos viendo una calidad y riqueza más constantes en las últimas añadas”, afirma Drouhin.
Los famosos vinos de Borgoña siguen teniendo un precio y una disponibilidad muy elevados. Estas zonas menos conocidas ofrecen valor y mayor calidad. Los vinos de Haute Côtes, Saint Romain y Saint Véran suelen venderse entre 25 y 40 dólares, mientras que los de Côtes d’Auxerre, Chitry, Irancy y Saint-Bris son menos caros.
También hay oportunidades en otros lugares. Gabriele Gorelli, el primer maestro italiano del vino, afirma que los vinos italianos en general se están volviendo “más accesibles” debido a una combinación de mayor madurez por el calentamiento del clima y los cambios estilísticos de los vinicultores.
Está especialmente entusiasmado con el “nebbiolo de montaña” de los viñedos situados a mayor altitud en el norte de Piamonte o de Valtellina, una zona montañosa de Lombardía más conocida por sus estaciones de esquí que por sus vinos. “Valtellina no es realmente una categoría, pero debería serlo”, afirma Gorelli. “Los vinos son enfriables, superbebibles e interesantes”.
Aquí en casa, los viticultores del Valle de Napa se preguntan si la cabernet sauvignon será sostenible a largo plazo. Mientras tanto, las uvas híbridas ganan adeptos en otras partes del país porque requieren menos tratamientos químicos que las variedades viníferas europeas. Algunas son nuevas variedades desarrolladas para ser resistentes en condiciones invernales severas y climas septentrionales.
No tendrán una amplia distribución, pero si viaja, no pierda de vista los vinos locales elaborados con marquette, frontenac, frontenac gris, regent, louise swenson, brianna, chardonel y otras uvas. Los encontrará por toda Nueva Inglaterra y el Medio Oeste, donde quizá no espere vino local pero, con el cambio climático reescribiendo el atlas del vino, puede que se lleve una grata sorpresa.
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