¿Dejar el alcohol puede mejorar tu ciclo de sueño?

Los participantes de un nuevo estudio informaron dormir mejor tras un mes sin consumir bebidas alcohólicas

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Expertos advierten sobre la interrupción
Expertos advierten sobre la interrupción del ciclo de sueño después de que el efecto sedante del alcohol desaparece (Imagen Ilustrativa Infobae)

La pregunta que muchos hacen es “¿Es cierto que dejar el alcohol puede mejorar el sueño?”, mientras que la ciencia responde: “Quizá deberías replantearte esa copa”. Las investigaciones demuestran que incluso una o dos bebidas alcohólicas por la noche se asocian a un sueño de menor calidad.

El alcohol puede ayudar a algunas personas a conciliar el sueño más rápidamente, pero durante la noche puede alterar los patrones de sueño, “por lo que no se obtiene el sueño reparador que se obtendría sin alcohol”, afirmó Aaron White, asesor científico principal del director del Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo.

Además, una vez que se pasa el efecto del alcohol, puede producirse un efecto rebote, que hace que algunas personas se despierten temprano y tengan problemas para volver a dormirse, dijo White.

Una revisión de 2022 de las investigaciones sobre la abstinencia de alcohol durante un mes mostró que los participantes informaron con frecuencia de mejoras en el sueño. En un estudio, realizado entre más de 4.000 participantes de un reto de “enero seco” en el Reino Unido, el 56% informó que dormía mejor sin alcohol.

Cuando el alcohol, un depresor, entra en el estómago y el intestino delgado, es absorbido por el torrente sanguíneo y transportado al hígado. Allí, las enzimas metabolizan el alcohol.

Pero el proceso puede durar un rato y, durante ese tiempo, el exceso de alcohol sigue circulando por el cuerpo, distrayendo repetidamente al cerebro mientras intenta pasar por las fases del sueño, explicó Abhinav Singh, médico especialista en medicina del sueño y medicina interna y director del Centro del Sueño de Indiana.

Singh lo comparó con una lavadora que intenta completar un ciclo mientras un niño no para de abrir y cerrar la puerta. “Completará el proceso, pero seguirá parando y arrancando”, afirmó.

El tiempo que tarda el organismo en metabolizar el alcohol lo suficiente como para evitar posibles alteraciones del sueño depende de varios factores, como la cantidad y el momento, aunque no está claro cuál es ese plazo porque puede variar según la persona y la situación. Pero el consenso entre los expertos es que el alcohol cerca de la hora de acostarse puede alterar el sueño.

“Si te tomas una copa de champán con el brunch por la mañana, no te va a afectar al sueño. Pero si te tomas media botella de vino con la cena por la noche, sí que te afectará”, manifestó Jennifer Martin, psicóloga clínica y portavoz de la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño.

Martin dijo que dejó el alcohol durante un breve periodo hace varios años y notó que “con solo dejar esa copa de vino por la noche, dormía mucho mejor”.

Un 56% de los participantes
Un 56% de los participantes reportó una mejora significativa en el sueño durante el reto de abstinencia alcohólica (Imagen Ilustrativa Infobae)

Qué más hay que saber: para las personas que tienen problemas para dormir, el Enero Seco puede ser una gran oportunidad para determinar si el alcohol puede estar interfiriendo con su sueño, dijo Deirdre Conroy, directora clínica de la Clínica de Medicina Conductual del Sueño de la Universidad de Michigan.

Pero para quienes beben con regularidad, Singh advirtió del peligro de dejar de hacerlo bruscamente, lo que, entre otros síntomas, puede causar insomnio y empeorar la calidad del sueño. Sugirió reducir el consumo de alcohol más lentamente. Puedes consultar a un profesional de la salud para que te oriente.

En resumen: dejar el alcohol puede mejorar la calidad del sueño. Pero a los bebedores frecuentes les conviene reducir el consumo de alcohol más lentamente, ya que la abstinencia también puede provocar insomnio u otros problemas de sueño.

(*) The Washington Post

(*) Lindsey Bever es periodista de la sección Well+Being de The Washington Post y se ocupa, entre otros temas, de las enfermedades crónicas, la salud mental y la navegación por el sistema médico. Anteriormente trabajó en el Dallas Morning News.

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