Al sur de Francia, y a poco más de 200 km de la costa azul, se extiende la Camarga, una vasta región natural enclavada en el delta del río Ródano. Este territorio de más de 1.500 km² combina una geografía de marismas, lagunas y playas de arena, destacándose como uno de los humedales más importantes de Europa Occidental. Rodeada por los brazos del Gran y Pequeño Ródano, la Camarga está orientada hacia el Mediterráneo, y sus paisajes contrastan con los viñedos y pueblos históricos que se han desarrollado en armonía con la naturaleza.
Según Telegraph, una de las mejores maneras de recorrer la región es en casa rodante, que permite moverse libremente por los caminos rurales y detenerse en puntos de interés como la medieval Aigues-Mortes. Esta opción resulta ideal para los viajeros que desean experimentar los paisajes únicos de la Camarga sin atarse a un solo lugar, desde los arrozales y viñedos hasta los senderos costeros y dunas de arena. Además, desplazarse en este trasporte brinda la oportunidad de disfrutar de las vistas de los lagos rosados y observar la fauna, todo a un ritmo pausado que permite descubrir la autenticidad de la región.
La historia de la Camarga refleja la interacción entre el entorno natural y el ser humano a lo largo de los siglos. La ciudad fortificada de Aigues-Mortes, construida durante la época romana, fue clave para las expediciones de las Cruzadas del siglo XIII, aunque con el tiempo perdió su conexión con el mar debido a los sedimentos del Ródano, transformándose en tierra pantanosa. Desde entonces, las comunidades de la Camarga desarrollaron prácticas agrícolas que incluyen el cultivo de arroz, una actividad introducida por los romanos y que se consolidó en la Edad Media.
Los viñedos locales producen el característico vin des sables, un vino que refleja las condiciones salinas de la tierra, mientras que las salinas de Aigues-Mortes dan origen a la renombrada fleur de sel, una sal delicada que se recolecta durante el verano.
Además de su historia, la Camarga es conocida por su notable biodiversidad, que la convierte en un destino fascinante para los amantes de la naturaleza. Este hábitat protegido alberga más de 400 especies de aves, entre las que se destacan los flamencos rosados, famosos por el color de sus plumas, que adquieren al alimentarse de los organismos presentes en las aguas salinas.
A lo largo de la región, pastan libremente los famosos caballos blancos de la Camarga y los toros Raço di Biòu, símbolos de la vida salvaje de esta tierra que, durante siglos, ha sido respetada y preservada por sus habitantes.
Las tradiciones locales reflejan el fuerte vínculo de la Camarga con sus animales emblemáticos. Uno de los eventos más destacados es la Course Camarguaise, un tipo de competición en la que los competidores desafían a los toros en una demostración de habilidad y respeto, intentando retirar insignias de los cuernos sin lastimarlos. Esta práctica es parte de una cultura conocida como La Bouvine, la cual agrupa las costumbres en torno a los toros, los caballos y los “guardianes” camargueses. Cada 1 de mayo, durante el Día de los Guardianes, se celebra una ceremonia de bendición para los animales, reconociendo su papel central en la vida de la región.
Arles, situada al norte de la Camarga, se destaca por su rica herencia cultural. Su historia se remonta a la época romana, y en la actualidad se pueden visitar monumentos como el anfiteatro, escenario de eventos culturales y deportivos. La ciudad también guarda una conexión única con Vincent van Gogh, quien pintó algunas de sus obras más importantes durante su estancia en Arles, como La Casa Amarilla y Noche Estrellada sobre el Ródano (1888). Los visitantes pueden recorrer las calles y lugares que inspiraron al pintor holandés y descubrir la esencia artística que Arles sigue conservando.
Finalmente, la costa de la Camarga ofrece una experiencia diferente frente al Mediterráneo. La extensa playa de L’Espiguette, ubicada al este de Le Grau-du-Roi, es conocida por sus grandes dunas y su atmósfera tranquila.