La mayor parte de las parejas consideran que cuanto más juntos estén ambos integrantes, tanto más intenso y armónico es el vínculo. Hacerlo todo de a dos, desde ir al supermercado a salir con amigos, eliminar de la agenda todas las actividades que no puedan hacer en compañía, apartarse de amistades que por determinada razón al otro no le caen bien, renunciar a las actividades de las que el otro no puede participar, integrar a la pareja a todos los ámbitos, incluso al del trabajo, es signo de un vínculo tan poderoso y perfecto que nada ni nadie podrá destruir.
“Oxigenar nuestra pareja, cualquiera sea el tipo de relación al que hayamos llegado, es una posibilidad cierta y al alcance de todos”.
Sin embargo, las parejas cuyos integrantes renuncian a su identidad para, como dice el conocido bolero, "perderse" en el otro, fundirse con él perdiendo el contorno de la propia figura, corren el peligro de terminar abruptamente o, por el contrario, de perpetuarse en una relación que comienza a ser tóxica para ambos. Porque una pareja que obliga a sus protagonistas a perder identidad, a renunciar a la individualidad, es una pareja simbiótica, es decir, una relación que ocupa la totalidad de sus respectivas individualidades y constituye una especie de búnker, de refugio nuclear en el que atrincherarse para conjurar los supuestos peligros del exterior.
Por eso, si estás viviendo una de esas relaciones que parecen ideales porque, por un pacto tácito, ninguno de los dos puede sacar la nariz más allá del círculo de la pareja para respirar aire fresco, ¡cuidado! Podés estar viviendo una relación simbiótica. Y una pareja simbiótica corre el peligro de transformarse en una pareja tóxica.
¿Mi pareja es simbiótica?
Es muy importante que te formules esta pregunta y que te animes a responderla con valentía. Como sucede con cualquier tipo de enfermedad, la detección precoz de un vínculo que puede hacernos mal garantiza que podamos curarlo, hacerlo salir del círculo vicioso en que se debate, para hacerlo entrar en un círculo virtuoso.
Por eso, a continuación, los signos que ponen en evidencia que una pareja es simbiótica:
• Si tuviéramos que representarla gráficamente, podríamos incluir un círculo dentro de otro. Ambos deberían ser casi de igual tamaño. Si observamos esta representación gráfica, nos daremos cuenta de que ambos círculos comparten un mismo espacio, todas las áreas son comunes y no existe ninguna que corresponda con exclusividad a un solo círculo.
• Ninguno de los integrantes sabe reconocer a ciencia cierta dónde termina su individualidad y comienza la del otro.
• Pronunciar la palabra "yo" constituye una suerte de pecado mortal, porque significa excluir al otro.
• Ambos integrantes de la pareja confunden el amor con la amalgama total y creen que la fuerza del vínculo radica en la disolución de la identidad individual.
• Tienen amigos comunes, no propios.
• Cada uno pretende controlar la totalidad de la vida del otro; incluso, las fantasías y los proyectos.
• Toda actividad independiente de uno de los integrantes es vivida por el otro como una amenaza.
• No salen nunca por separado y viven el inevitable tiempo de separación para ir a trabajar, por ejemplo, como una suerte de condena.
• Tienen problemas para determinar si se sienten a gusto con la temperatura del cuarto, porque todo, hasta la intensidad de la calefacción, se decide de común acuerdo.
Dos en uno
El término simbiosis proviene de la biología. El diccionario de la Real Academia Española lo define como "asociación de individuos, animales o vegetales de diferentes especies en la que ambos asociados sacan provecho de la vida en común". Si tomamos en cuenta esta definición, sería lógico preguntarse cuál es el provecho que los integrantes de una pareja simbiótica obtienen de una relación asfixiante.
Los beneficios, por supuesto, son subjetivos; no pueden explicarse a través de la lógica cotidiana, sino a través de los subterfugios que utiliza la psiquis para lograr cierto equilibrio, aunque este equilibrio no sea tal y a la larga resulte nocivo. ¿Cuáles son estos supuestos beneficios?
• Reducir las dimensiones del mundo y volverlo, por lo tanto, más manejable. Si el universo entero es la pareja, se conjuran los peligros que pueda suponer el afuera.
• No correr el riesgo de tomar las riendas de la propia vida, porque todas las decisiones son de a dos.
• No probar capacidades ni averiguar las potencialidades. Dado que renuncia a la vida propia, jamás el integrante de una pareja simbiótica tendrá posibilidades de comprobar si puede ser escritor, atleta, actor o cualquiera de las cosas que soñó de chico. De esta forma, se evita el riesgo de la frustración.
• Se reducen los niveles de incertidumbre. Si se determina que una pareja es un universo con leyes propias, nunca podrá suceder nada imprevisto que nos ponga a prueba. Por supuesto, esto es sólo una fantasía, pero funciona como pensamiento inconsciente tranquilizador.
El peligro
Con frecuencia, la falta de aire enrarece el ambiente, y uno de los integrantes de la pareja siente que querría encarar la relación de otra forma, que necesitaría recuperar el espacio perdido. En otras, ambos integrantes comienzan a sentir un malestar que no pueden explicar, pero que, por supuesto, obedece a la "falta de oxígeno" a la que se han condenado al cerrar todas las ventanas que conectaban a la pareja con el exterior.
Entonces, ese idilio supuestamente ideal, que hacía que ninguno de los dos pudiera ir al supermercado o al médico sin el otro, comienza adquirir un sesgo negativo. Ninguno de los dos plantea las cosas con claridad, ya sea porque no se anima o porque no tiene demasiado claro lo que sucede, pero sí resulta evidente que comienza a instalarse un malestar intenso. Este es el punto de inflexión en que puede decirse que la pareja simbiótica se convierte en tóxica. ¿Cuáles son las características de la pareja tóxica?
• Sus integrantes no están bien juntos, pero tampoco están bien separados, sino que viven un infierno de a dos.
• Puede comenzar una escalada de peleas de gran violencia verbal. Luego de cada discusión, los dos (o sobre todo uno de los integrantes) quedarán muy dolidos. Pero de inmediato surgirá la reconciliación y la promesa de que nunca más se dirán lo que se dijeron. Sin embargo, esta promesa será vana, porque la reconciliación no hará más que realimentar el círculo vicioso y al poco tiempo, la pareja volverá a discutir en idénticos términos.
• Comenzarán los celos infundados y obsesivos, que pueden ser mutuos o de uno de los integrantes de la pareja hacia el otro. En cualquier caso, siempre habrá una buena excusa para que los celos estallen. Si el teléfono suena y han llamado equivocado, uno de los dos supondrá que, en realidad, ha llamado un amante. Si ella se arregla, él pensará que se arregla para otro y viceversa.
• Cualquier actitud del otro será motivo de reproche y de queja.
• Se instalará el juego del perseguidor y el perseguido. Cada uno será el perseguidor del otro, o uno de los dos se transformará en el perseguidor y el otro, en el perseguido.
• Uno o ambos pretenderán manipular al otro para que haga su voluntad.
• La pareja comenzará a ser la fuente de la disminución de la autoestima de los dos, o de uno, y esta disminución en la autovaloración hará que se instale el terror a la soledad y que la relación se perpetúe por miedo de los integrantes a quedarse solos y a perderlo todo.
• Cada uno verá disminuidas sus posibilidades de realización personal, y la pareja dejará de ser un estímulo para convertirse en un lastre.
Prevenir es curar
Como sucede en cualquier ámbito de la salud, también en el de la salud emocional, lo mejor es la prevención. Por eso, al menor signo de que tu pareja es simbiótica, lo ideal será aplicar una "vacuna de independencia" para evitar que se transforme en tóxica. Pero también las parejas tóxicas pueden reciclarse.
Afortunadamente, tenemos reservas emocionales y psicológicas que pueden despertarse con una actitud positiva, y es bueno generar algunos cambios en apariencia pequeños, pero fundamentales para revertir una situación que nos lleva a sufrir de a dos. Oxigenar nuestra pareja, cualquiera sea el tipo de relación al que hayamos llegado, es una posibilidad cierta y al alcance de todos. Es mucho lo que podemos hacer por nuestro vínculo amoroso para sacarlo a flote. Pero, para lograrlo, es preciso tener conciencia de tres puntos fundamentales:
• Existe un conflicto.
• Ese conflicto puede resolverse.
• La posibilidad de modificar positivamente la situación está en nosotros, en nuestras manos. Pero hace falta tomar la decisión y seguir al pie de la letra algunas sugerencias. Todos guardamos en nuestro interior una gran capacidad transformadora, reparadora, superadora. Sólo es preciso saber de qué forma activarla.
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