Los excesos nunca nos llevan por buen camino, y esta idea también alcanza a la comida. Vivimos rodeados de alimentos y expuestos a los bombardeos habituales en nuestra sociedad: la publicidad, los supercombos, los menúes, las tentaciones, las comidas hipercalóricas, comer en el cine, comer frente al televisor. Todo nos invita a comer. A la vez, estamos invadidos por el "no se puede", por las privaciones de los ayunos desmedidos, las dietas, las propuestas light, los modelos de hiperdelgadez, los libros, los cosméticos y los miles de tratamientos para estar cada día más delgados. Pero ¿de qué manera estamos eligiendo alcanzar un cuerpo y una mente sanos y equilibrados? En nuestra conducta está la clave.
Elegí sentirte mejor
Aprendemos a alimentarnos en la infancia donde, como regla normativa, se puede comer de todo, casi sin límites entre lo que es sano y lo que no lo es. Pero a cierta edad, con el desarrollo, la fórmula se invierte, y lo que antes estaba permitido ahora está prohibido o no se puede.
Llegar a estos extremos no es lo aconsejable. Bien sabemos que la dieta es el combustible necesario para el motor que es nuestro cuerpo. La alimentación insuficiente, tanto como la que es excesiva y poco saludable, pueden causar un daño grave en nuestro organismo, desequilibrando, también, las funciones cerebrales.
Por eso, aprender a comer en forma inteligente, aportando los nutrientes necesarios y dándonos un gusto de tanto en tanto, debería convertirse en una regla inamovible para cada día.
Nuestro entorno influye mucho en nuestra relación con la nutrición y la salud. Según explica la Dra. Edith Szlazer, nutricionista y psicóloga, una de las claves para comprender el tema es que "está de moda hacer dietas, y eso se copia. Alguien empieza con una dieta, y todos comienzan a hacerla. Se pierde la capacidad de darse cuenta de que el cuerpo es de uno y hay que cuidarlo. Es necesario instalar una relación positiva con el cuerpo, porque no es un receptáculo donde ponemos lo que queremos".
Lo central es aprender a elegir cómo alimentarnos y seguir algunas reglas para una vida sana: comer muy seguido, aprender a desayunar, no saltear comidas, hacer ejercicio físico. Adoptar estos principios cada vez que nos sentamos a la mesa es la mejor manera de modificar nuestra relación con la comida.
Hay veces en que al cuidarnos con los alimentos el control se nos va de las manos: o dejamos de comer lo que nuestro cuerpo necesita, o comemos de más, o a veces, incluso, caemos en conductas muy dañinas para alcanzar objetivos irreales. Los trastornos alimentarios son enfermedades complejas que requieren un análisis tanto físico como psicológico de quien los padece. Para la nutricionista Cecilia Ponce, "el éxito de su recuperación está en el tratamiento holístico, y en el apoyo familiar y de la sociedad".
Los pacientes con trastornos alimentarios no sólo le tienen miedo a la comida, sino que le tienen miedo al deseo de comer. Dentro de su familia, tienden a ser perfeccionistas, a sentirse menospreciados, abandonados y solos. Suelen formar parte de familias sobreprotectoras y muy estructuradas, a la vez que poco efectivas para resolver los problemas emergentes. Además, están a disgusto con su imagen corporal y tienen baja autoestima.
Para la Dra. Szlazer, uno de los factores que influyen en el desarrollo de estos síntomas es la falta de comunicación: "El trastorno alimentario no está separado de una cultura llena de violencia, alcohol, drogas… una cultura donde en todo se pone el cuerpo, se utiliza el cuerpo en lugar de la palabra. Si habláramos más, si pudiéramos expresar más nuestros sentimientos, correríamos ese eje y no todo estaría puesto en el cuerpo".
En el intento por mantener el peso, muchas veces se ponen en práctica métodos poco saludables. Los más comunes son el ayuno desmedido, la inanición, comer compulsivamente y el uso indiscriminado de laxantes, de medicamentos para bajar de peso, de diuréticos o, incluso, el exceso de ejercicio. Un miedo irracional a engordar y un deseo obsesivo de adelgazar son los primeros indicios de que existe una enfermedad.
Cómo revertirlos
Dada la complejidad del problema, el tratamiento debe ser multidisciplinario: seguimiento médico para la dieta, apoyo psicológico, actividad física y acompañamiento familiar. Es importante trabajar en las aspiraciones personales del paciente, para poder definir y visualizar quién quiere ser física y emocionalmente, así como su estado de salud y el tipo de vida que quiere llevar.
Podemos aprender a tomar en serio nuestra necesidad de comer, porque las necesidades, ya sean físicas o emocionales, valen la pena, son importantes y tienen sentido. Es la negación de las necesidades de nuestra propia humanidad, o la aversión a ellas, lo que conduce a la autodestrucción, a la dependencia y, en definitiva, al trastorno alimentario.
Estas enfermedades están expresando que algo nos pasa, y que proviene de antes. Por eso, a la hora de encarar un tratamiento, las actitudes que suman son de toda la familia, de todo el entorno. Cuanto más amor te den, más te apoyen, más te contengan, mejor vas a superarlo. "Tengo una paciente que recién empieza a tratarse, y el papá la trae todos los días desde provincia… Esa gente va a salir adelante", confiesa la Dra. Szlazer.
Disfrutá cada instante
Una vida saludable se vincula a la comunicación, a colmarla no ya de comida innecesaria, sino de proyectos y experiencias positivas. La manera en que comemos no es más que un reflejo de cómo vivimos. Quiénes somos se revela en todo lo que hacemos. Nadie es perfecto, pero podemos vivir y disfrutar en el empeño: vivir bien, alimentarnos con atención, con la conciencia de que lo que comemos formará parte de nosotros, así como nuestras experiencias pasan a formar parte de nuestra vida.
La licenciada Ponce sintetiza su mensaje afirmando que encontraremos la solución "siendo generosos con nuestro propio organismo y con el de otras personas, con placer y tiempo, degustando cada bocado y evitando el despilfarro, y disfrutando de lo que hacemos; porque cada instante puede volverse único e irrepetible". Empezá a poner en práctica estos consejos para disfrutar de una relación más sana con tu cuerpo y con vos mismo.
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