El mundo de la aviación comercial se prepara para una nueva era con el regreso del vuelo supersónico, casi dos décadas después de que el Concorde realizara su último despegue en 2003.
Aunque varias compañías y organizaciones, incluida la NASA, trabajan para superar los retos técnicos y medioambientales que llevaron al retiro del Concorde, las dudas sobre la viabilidad económica y la sostenibilidad persisten.
El Concorde, símbolo del transporte rápido y exclusivo, dejó una huella significativa en la aviación, pero su trayectoria estuvo plagada de problemas: altos costos operativos, impacto ambiental considerable y restricciones legales debido al ruido provocado por los estampidos sónicos.
Ahora, empresas como Boom Supersonic y Dawn Aerospace, junto con la NASA, están desarrollando aeronaves que prometen superar esas limitaciones. Sin embargo, según New Scientist, la pregunta clave sigue siendo: ¿pueden estos vuelos ser comercialmente viables y sostenibles?
Tecnología para minimizar el ruido: avances destacados
Uno de los mayores obstáculos para el vuelo supersónico es el estampido sónico, el fuerte ruido generado cuando una aeronave supera Mach 1 (1,224 kilómetros por hora). Este fenómeno, causado por ondas de choque, restringe los vuelos sobre tierra en muchos países.
La NASA lidera el esfuerzo por resolver este problema con su prototipo X-59, construido por Lockheed Martin dentro del proyecto Quiet Supersonic Technology (Quesst).
El X-59 buscará minimizar estos estampidos y será probado sobre ciudades estadounidenses en 2025. Los resultados de estas pruebas, incluidas encuestas a residentes, podrían influir en futuras legislaciones.
Boom Supersonic, por su parte, avanza con su modelo Overture, que promete alcanzar Mach 1.7 y transportar hasta 80 pasajeros. La startup ha iniciado pruebas con el prototipo XB-1, el cual ya ha alcanzado Mach 0.69 y se espera que supere la barrera del sonido en los próximos meses.
Dawn Aerospace también ha irrumpido en el escenario con el avión Aurora, que en 2024 se convirtió en la primera aeronave civil en alcanzar velocidades supersónicas desde el Concorde. El objetivo a largo plazo del Aurora es mucho más ambicioso: volar a Mach 3.5 y alcanzar los límites del espacio a 100 kilómetros de altitud.
Retos económicos y medioambientales
El regreso del vuelo supersónico no se salva de las críticas. Expertos como Ben Evans, de la Universidad de Swansea, señalan que, a pesar de los avances tecnológicos, los estampidos sónicos no pueden eliminarse por completo. Esto limitaría a estas aeronaves a rutas oceánicas, restringiendo su utilidad comercial.
Además, el costo de operar vuelos supersónicos sigue siendo una preocupación central. La resistencia al avance a velocidades tan altas requiere un consumo de combustible significativamente mayor, lo que incrementa tanto las emisiones de carbono como los costos de los boletos.
En un contexto donde la aviación ya contribuye con un 3 % de las emisiones globales, la sostenibilidad de este modelo de transporte está bajo escrutinio.
¿Un mercado viable?
La sostenibilidad no es el único factor que pone en duda la rentabilidad del vuelo supersónico. En un mundo conectado digitalmente, con plataformas como Zoom y otras herramientas de videoconferencia, la necesidad de cruzar el Atlántico en pocas horas ha disminuido considerablemente.
Evans sugiere que el mayor interés en estas tecnologías podría provenir de aplicaciones militares, donde el rendimiento absoluto prevalece sobre el costo o el impacto ambiental.
A pesar de los retos, el resurgimiento del vuelo supersónico promete revolucionar la aviación. Las próximas pruebas, los avances tecnológicos y la posible aceptación de los consumidores determinarán si este tipo de transporte puede convertirse en una realidad comercial sostenible. Por ahora, el mundo observa con anticipación cómo estos proyectos despegan hacia un futuro incierto, pero lleno de posibilidades.