El 4 de diciembre se celebra en todo el mundo el día del Cabernet Franc, una de las variedades nobles oriundas de Burdeos, al igual que el Malbec, el cepaje más importante de la Argentina. Allí, constan registros de su existencia que se remontan a finales del siglo XVIII, aunque se sabe que fue plantado en el Valle del Loira mucho antes de esa época.
Se cree que el Cabernet Franc se estableció en la región de Libournais, en el suroeste de Francia, en algún momento del siglo XVII, y que fue el cardenal Richelieu quien transportó esquejes de vid desde el Valle del Loira. Esas vides estaban plantadas en la Abadía de Bourgueil, bajo el cuidado de un abad llamado Breton, cuyo nombre se asoció con la uva. Más tarde, en el siglo XVIII, se encontraron plantaciones de Cabernet Franc (también conocido como Bouchet) en las zonas de Fronsac, Pomerol y Saint Emilion para producir vinos de calidad.
A medida que el Cabernet Sauvignon se hizo más popular en los siglos XVIII y XIX, se observó una estrecha similitud entre las dos uvas, surgiendo teorías sobre el alcance de su relación. Hasta que en 1997 se develó el misterio gracias a una evidencia de ADN que demostró que el Cabernet Franc se había cruzado con el Sauvignon Blanc para producir Cabernet Sauvignon. Es decir, que el Cabernet Franc es el padre del Cabernet Sauvignon.
Sin dudas, es una de las principales variedades de uva tinta del mundo, aunque se emplea principalmente para mezclar con Cabernet Sauvignon y Merlot en los blends tipo Burdeos. También es protagonista absoluta en los vinos de Chinon, del Valle del Loire. Pero no mucho más, por eso la superficie mundial no es tan importante, y lo que pasa en la Argentina, puede ser un buen resumen.
Acá domina el Malbec, con casi 50.000 hectáreas plantadas, mientras que de Cabernet Franc hay menos de 2000. Pensar que cuando irrumpió en la escena local con fuerza, solo había 700. Es decir que, si bien casi triplicó sus viñedos, el crecimiento sigue estando muy lejos del Malbec.
Como suele suceder, la mayoría de esas vides están en Mendoza, que representa el 80% del viñedo nacional. Sin dudas, junto con el Malbec, es una de las tintas más elegidas en los nuevos viñedos, ya que es una variedad que se adapta muy bien a diferentes zonas y puede reflejar el carácter de cada lugar de manera elocuente, siempre con su carácter herbal en primera plana. Para los hacedores, la clave está en el punto justo de cosecha para lograr tintos frescos, de buen cuerpo y con taninos incipientes que se fundan con los del roble durante la crianza para aportar más equilibrio y longevidad.
El Cabernet Franc suele ser más ligero que el Cabernet Sauvignon, lo que lo convierte en un vino tinto que otorga aromas expresivos con notas herbales y un paso por boca vivaz y vibrante por sus texturas incipientes. Y desde el punto de vista de su carácter frutal, se puede encontrar en él frutas rojas y especias. Por lo tanto, es un vino que está a mitad de camino entre el Malbec y el Cabernet Sauvignon.
En los últimos años, el Cabernet Franc ha sido una de las variedades más destacadas, fundamentalmente porque que el consumidor identificó muy rápidamente, y Argentina ha demostrado que lo produce y muy bien. Recordar que hay tantos vinos como zonas, miradas y consumidores. El vino es una diversidad de estilos y expresiones.
Sin duda, el Cabernet Franc tomó un lugar de protagonismo en la escena del vino argentino, sobre todo en mercado local, porque supo demostrar diversidad de manera expresiva y directa, sin vueltas. Más allá de complementarse tan bien con el Malbec. Sobre todo, en los grandes vinos, a tal punto que Alejandro Vigil, el enólogo de Catena Zapata y El Enemigo, y gran responsable de la fama del varietal, siempre a sus Malbec le agrega un poco de Cabernet Franc y viceversa.
El futuro del Cabernet Franc está asegurado, porque con mucha menos superficie (y vinos) ha logrado llamar la atención más que muchas otras variedades que la superan en volumen producido y cantidad de etiquetas. La clave puede estar en su fluidez y trago consistente, gracias a sus texturas incipientes. Aunque los hacedores insisten en que es su frescura sostenida la que conquista los paladares.
Crios Sustentia Cabernet Franc 2021
Susana Balbo Wines, Mendoza, Valle de Uco ($11.600)
De esta flamante línea de vinos jóvenes de Susana Balbo, este Cabernet Fran es de partida limitada, elaborado con uvas de fincas que están en transición de lograr la certificación orgánica, como el Malbec y el Cabernet Sauvignon. De cuerpo amable y vivaz, con taninos incipientes y finos, y un carácter frutal bien austero, pero con rasgos de tipicidad. Moderno y de trago ágil, ideal para servirlo fresquito. Beber entre 2024 y 2025. 89 Puntos
Pulenta Estate Cabernet Franc 2021
Pulenta Estate, Mendoza, Luján de Cuyo ($29.000)
Elaborado con uvas de las plantas más jóvenes, este Cabernet Franc es el exponente más nuevo de esta reconocida línea, y que tiene el aval de su “Gran hermano”. Sus aromas presentan cierta tipicidad, hay buena fruta con dejos vegetales, y taninos finos, leves dejos fenólicos de una crianza tradicional (barricas usadas). Con muy buena frescura, y con notas de crianza. Beber entre 2024 y 2027. 90 Puntos
Gran Enemigo El Cepillo Cabernet Franc 2019
Aleanna, Mendoza, Valle de Uco, El Cepillo ($62.000)
Alejandro Vigil sigue repartiendo sus días entre los Malbec, Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Cabernet Franc, entre otros, con la misma pasión (y obsesión) que, en sus comienzos profesionales, buscando el mejor lugar para cada uno. Y en El Cepillo encontró un terruño ideal para este vino. De aromas compactos, con buen cuerpo y agarre fino, habla más de austeridad en su fruta y de frescura que de generosidad, con un final herbal tan típico como delicado. Beber entre 2024 y 2029. 94 Puntos