La idea de vivir en el presente se basa, esencialmente, en aprovechar el único momento que existe y en dejar atrás las preocupaciones del pasado o la ansiedad del futuro. Sin embargo, como siempre, cualquier precepto llevado al extremo puede tener un riesgo.
A esta filosofía muchos la llaman carpe diem, definida por la Real Academia Española como “exhortación a aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo”. Infobae consultó a expertos para comprender de qué se trata en profundidad y en qué casos puede ser contraproducente.
El doctor Marcelo Toyos, secretario científico de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), reflexionó sobre el concepto en cuestión en diálogo con Infobae: “En los tiempos que vivimos, vivir el presente es lo importante, porque el pasado ya pasó y el futuro es una suposición. No sabemos siquiera si va a existir. El presente es algo efímero que, en la medida en que lo pensamos, ya pasó. O sea que, estrictamente hablando, el presente no existe. Pero lo vivimos. El presente es una metáfora que puede servir para proponerse muchas cosas. Es un buen deseo vivir el presente, pero el ser humano no puede estar desarticulado ni del pasado ni de una proyección hacia el futuro”.
Toyos agregó: “El pasado existe, por supuesto, porque lo estamos construyendo y reconstruyendo, aunque no sabemos exactamente si las cosas fueron como las pensamos, como las suponemos o incluso como las escribimos. El futuro, en cambio, es una proyección que, por supuesto, tampoco existe como realidad. Pero también es cierto que, si uno se ilusiona y piensa algunas cosas, tiene más chances de que sucedan. Tiene más chances si uno apuesta a que algo va a suceder. Si uno sale a la cancha y juega al fútbol pensando que va a ganar, tiene más chances de ganar. No quiere decir que vaya a ganar, pero puede ser útil”.
En su análisis, el experto también señaló que hay “situaciones patológicas problemáticas donde alguien está atrapado en el pasado. Son determinadas patologías, más bien de tipo depresivo, melancólico. Y hay otras condiciones psíquicas o perturbaciones en las que la persona está paralizada por el temor al futuro o por la expectativa de lo que va a suceder. Entonces su presente se vuelve sumamente tenso, angustiante”.
“Carpe diem quiere decir ‘vive el presente’. Es una forma de decir que no pienses en la muerte, porque el mañana, en cierto sentido, es lo que no se sabe si va a ocurrir. Como metáfora y como buena intención, está bueno lo de Carpe diem, lo de vivir el presente. Pero no hay que suponer que es realizable. El ser humano está construido por su pasado y está con la necesidad permanente de proyectar. El esfuerzo de esa metáfora de vivir el presente vale la pena, pero si uno no se lo toma demasiado en serio”, dijo Toyos.
Y sugirió: “Vale la pena el esfuerzo de vivir el presente porque es imposible. Y el ser humano es un bicho, es un ser, es un ente que hace las mejores cosas cuando lucha contra lo imposible. Entonces vale el esfuerzo de vivir el presente, porque es imposible”.
La ansiedad del presente
El filósofo (UBA), docente y escritor Esteban Ierardo reflexionó en diálogo con Infobae sobre el impacto de los sueños incumplidos y la ansiedad que generan para vivir el presente. Según el especialista, “la ansiedad por los sueños incumplidos lleva a vivir proyectándose al futuro, donde se espera que los deseos se realicen. El lamento por lo no cumplido, por los sueños fallidos, mantiene el lamento por el pasado que ya no puede modificarse”.
Para Ierardo, este desajuste entre el pasado y el futuro repercute en la capacidad de las personas para centrarse en el presente: “La expectativa por el mañana y el dolor por el pasado desvían de la celebración del presente. Nuestro veloz modo de vida tampoco permite detenerse y repensarse desde el presente como nueva posibilidad o nuevo comienzo, y como el poder elegir otro camino”.
El filósofo consideró que este modo de vida genera un constante vaivén entre el recuerdo del pasado y la anticipación del futuro: “Así, la vida pendula entre el ayer y su recuerdo y el mañana que aún no ha llegado. Por eso algunos pensadores, como Krisnamurthi, insisten en que solo el ‘vivir el presente’ permite que la persona no divida sus energías entre lo que ya fue y lo que todavía no es”.
Ierardo remarcó la importancia de frenarse y analizar para recuperar la conexión con el presente: “Detenerse y reflexionar en lo más esencial, en lo que realmente importa, es un modo de recuperar el presente como alegría de estar vivo, ahora, y de liberarse de la repetición del pasado, abrirse a lo nuevo, al cambio, y al futuro que, paciente, espera”.
Por su parte, la doctora Mirta Goldstein, presidenta de APA, reflexionó en diálogo con Infobae: “Es difícil definir el presente porque es inaprehensible, se esfuma ni bien lo nombras. Por eso mismo prefiero decir que a algunas personas las abruma la vida. Si añoran el pasado, pierden un tiempo precioso, y lo mismo si solo piensan en el futuro. Entonces, ¿cómo vivir? Recoger del pasado lo benéfico, disfrutar de transformarlo y planificar un futuro próximo. Si a esto lo llaman presente, vale. Yo prefiero llamarlo salud psíquica”.
“Entonces, ni solo nostalgia, ni solo apresuramiento, ni solo retraso, ni solo incertidumbre. El mejor cóctel es la combinación de proyectarse permanentemente en lo que cada uno considera benéfico para sí y para su entorno. Cuando disfrutamos de lo que hacemos, cuando no nos ataca la angustia, cuando no sufrimos por insignificancias, cuando podemos reír y a veces llorar, podemos decir que equilibramos el presente sin por ello desentendernos de la realidad”, postuló Goldstein
Al tiempo que resaltó: “Cada uno de nosotros vive en lo inconsciente tiempos superpuestos. El presente coagula y condensa el pasado y la ilusión de futuro. Quien cree que vive excesivamente en el presente desconoce que lo actual es una condensación de diferentes realidades; entonces ese sujeto desconoce parte de sí mismo”.
¿La nostalgia puede ser positiva en el presente?
Una serie de investigaciones recientes ha destacado el papel de la nostalgia como un factor clave en el bienestar emocional y social del presente. Un estudio publicado en el Personality and Social Psychology Bulletin encontró que la nostalgia actúa como un potente estímulo para la participación en rituales, desde meditaciones cotidianas hasta reuniones familiares anuales. Estas prácticas no solo refuerzan la conexión social, sino que también aumentan la percepción de una vida significativa y contribuyen a la transmisión de tradiciones entre generaciones.
Por otro lado, otro trabajo analizó cómo los recuerdos positivos del pasado pueden mejorar el bienestar subjetivo al fomentar la gratitud. Según los hallazgos, la nostalgia potencia el bienestar emocional, influye en el afecto positivo y negativo, y mejora la satisfacción con la vida. En dos experimentos realizados con adultos jóvenes, los investigadores observaron que el efecto de los recuerdos nostálgicos depende de la valencia del evento que los provoca, evaluada a través de ejercicios de recuerdo guiado o mediante videos del pasado.
Ambos estudios resaltan el impacto individual y colectivo de la nostalgia, tanto en la consolidación de rituales como en la mejora del bienestar emocional.