¿Qué tan bien conocemos nuestras propias decisiones? ¿Puede el cerebro engañarnos para justificar comportamientos aparentemente inexplicables? ¿Podemos aprender de nuestras propias percepciones?
En este episodio de La Fórmula Podcast, el doctor en física y neurocientífico, especialista en el comportamiento humano Andrés Rieznik explora el fascinante concepto del intérprete en el cerebro, un mecanismo que actúa como narrador interno de nuestras decisiones y acciones.
Desde el autoengaño cognitivo hasta los pilares de la reserva cognitiva, Rieznik explica cómo la mente humana justifica decisiones sin que seamos plenamente conscientes y comparte claves para proteger la salud mental en el envejecimiento. El episodio completo podés encontrarlo en Spotify y YouTube.
Andrés es profesor en la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad Favaloro e investigador en el Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (CONICET - INECO - Universidad Favaloro) y trabajó en ARSAT. Conduce el programa La Liga de la Ciencia junto a la bióloga Eugenia López en la Televisión Pública Argentina, programa que ganó el Premio Martín Fierro a Mejor Programa Cultural y el Premio FundTV de Oro en 2019. Es conocido también por su espectáculo Matemagia y por su participación en el programa SuperCerebros de National Geographic. Entre sus publicaciones, destacan varios libros de divulgación científica y artículos en medios académicos y masivos. Realiza además columnas sobre neurociencia en programas de televisión y streaming.
— ¿Cómo nace tu interés por la neurociencia y porque hay que desconfiar de nuestro cerebro?
— Esa historia es linda. Mi abuelo es la persona que más me marcó en mi vida. Era un geólogo, un científico conocido y lo quería muchísimo. Cuando yo tenía 18 años él falleció, fui a ver a su habitación qué estaba leyendo y encontré en la mesita de luz el libro El cielo de la mente de Timothy Ferriss, autor que no conocía. Vi la página que tenía el señalador de mi abuelo y siempre lo pienso como el último regalo de él. El título del capítulo era El intérprete y contaba los experimentos fundacionales de la neurociencia cognitiva en la década del ‘80, cómo fueron esos experimentos de Michael Gazzaniga.
En esa época había muchas personas con el cerebro partido al medio: literalmente tenía los dos hemisferios celulares sin comunicación porque les habían, por una cuestión médica, cortado el cuerpo calloso, el conjunto de neuronas que une los dos hemisferios cerebrales. En principio les hacían test cognitivos: memoria, afluencia verbal, capacidad de abstracción, capacidad mental y estaban bien. Pero Gazzaniga dijo: “Tengo algo interesante que hacer” y recorrió Estados Unidos con una camioneta. A estas personas, a la mitad del cambio visual, es decir al cerebro izquierdo le mostraba la palabra rojo y le decía: “¿Qué ves?” y él decía: “Veo la palabra rojo”. Se mostraba al campo visual derecho, que está cruzado y después al campo visual izquierdo, o sea al hemisferio derecho del cerebro, le mostraba la palabra banana y le decía: “¿Qué ves?” y el tipo decía que no vio nada. Entonces le dice: “Dibuja lo que pensas que viste, que te mostramos en esas dos imágenes” y el hombre dice: “Pero mirá que no vi nada”. Le pide que se la juegue y lo haga igual. Entre los lápices de colores, el tipo que hay agarra el rojo, lo que no sorprende porque la palabra rojo la vio, pero ¿qué dibuja? Una banana roja. Dijo que no había visto la banana, no pudo reportar que vio la banana, sin embargo su mano la dibuja, su mano izquierda inclusive porque era zurdo en este caso, que es la que maneja el hemisferio derecho, que es al que le mostró la palabra banana.
Rieznik cuenta que Gazzaniga se fue corriendo a publicar los papers. “´Estas personas dicen no ver algo, pero después lo dibujan´, dijo. Pero a los diez años hizo la pregunta siguiente qué es la más interesante en el fondo: ´¿Por qué dibujaste una banana?´. Lo loco es que el tipo podría decir perfectamente ´no sé por qué dibujé una banana, decime vos por qué dibujé una banana, no sé, me partiste el cerebro al medio, me haces estímulos raros, no tengo ni idea por qué me vino una banana a la cabeza, decime vos´, pero no dice eso”, relata el experto.
Y sigue: “El tipo dice: ´Es que esta mañana pasé por una frutería y pensé en dibujar una fruta y como las bananas son fáciles de dibujar, dibujé una banana´. Yo me acuerdo que pensaba una fruta roja fácil de dibujar es una manzana de acá a la Quiaca, pero el hombre se estaba autoengañando. A esto Gazzaniga lo llamó el autoengaño cognitivo y lo interpretó diciendo que en el lado izquierdo del cerebro, el que puede reportar lo que ve, tenemos un circuito neuronal que él llamó el intérprete, de ahí el título del capítulo, un circuito neuronal que se encarga de interpretar hacia nosotros mismos y justificar nuestras decisiones y acciones, nuestro comportamiento. Yo tenía 18 años y lo siento como un regalo de mi abuelo, porque me acuerdo que quedé fascinado con esta historia y se la contaba a cuanto amigo se me acercaba y fue la primera vez que me acerqué un poco a la neurociencia, a la ciencia de comportamiento. Y por suerte hoy ya hace un tiempo que me dedico a eso que me encanta”.
— ¿El cerebro tiene la capacidad de crear una memoria falsa?
— Al parecer sí porque lo que necesita el intérprete es darle un sentido de racionalidad y unicidad a tu comportamiento para que no te vuelvas loco. Es la vocecita interna que te está diciendo a vos todo el tiempo por qué hiciste lo que hiciste, por qué tomaste la decisión que tomaste, es esa vocecita que no para. Como la palabra banana está en el cerebro derecho nunca le llegó la información al izquierdo, entonces el izquierdo tiene que dar una explicación, entonces la pregunta que empezó a aparecer en ese momento es: ¿Será que este comportamiento es propio solamente de un cerebro atípico?
¿Cómo estudiamos personas que no tienen el cerebro partido y vemos el daño cognitivo y el intérprete en funcionamiento? Y eso no pasó hasta el año 2005 que un grupo sueco de investigación publicó un test experimental con el que estudiar el autoengaño en personas sanas. Nosotros lo replicamos después en Argentina, de hecho dirigí algunas tesis al respecto. La primera versión era simple: te llevo al laboratorio y te muestro dos fotos, dos chicas, te digo, según el criterio que vos quieras: ¿cuál te parece más atractiva? Y las personas elegían. Cuando elegían decían por qué, pero en ese momento le hacían un truco de magia, le cambiaban la foto de forma muy sutil en el laboratorio científico.
La persona sospechaba que algo así podía pasar, entonces agarraba la foto de la mujer que no eligió, o sea de la otra, y empezaba a justificar por qué eligió lo que no eligió. Después se hizo con decisiones políticas, llenaban un formulario y se les preguntaba: “¿Qué pensás de estas cosas?”. Sin que se dé cuenta antes de preguntarle por qué contestó lo que contestó muy sutilmente le cambiaban la respuesta que dio. No es tan difícil hacerte creer que dijiste algo que vos no crees y que lo empieces a justificar. Entonces lo que ves es una persona con el cerebro sano que está justificando una decisión que no tomó, pero que se la está creyendo, porque después lo podes charlar y ver la forma de ver si se lo está creyendo de verdad o no, se está autoengañando y ahí tenemos todas las razones para creer que lo que está pasando es que el intérprete, este circuito neuronal, vio un comportamiento, se enfrentó a una realidad. Y entonces tuvo que empezar a explicarte a vos mismo por qué hiciste lo que hiciste. Hace unos años publicamos un artículo donde hicimos esto mismo, pero le decíamos a la gente: “¿Cuánto confías en lo que estás diciendo?”.
Para el experto, la confianza es un buen indicador en lo que es la metacognición, la capacidad de evaluarnos a nosotros mismo. “Vimos algo súper interesante que es que las personas que se están autoengañando confiaban en promedio un poquito menos que las personas que están justificando una decisión que realmente tomaron, como si de alguna forma visceral que se expresa a través de la confianza te das cuenta que te estás autoengañando. A eso lo llamamos en el artículo científico detección inconsciente del autoengaño. Es como el fenómeno de ´acabo de decir una tontería´. Hablas, decís algo y al microsegundo te das cuenta que dijiste una tontería y decís: “¿Cómo puede ser? Porque está el intérprete que llamamos el revisor. Son circuitos neuronales que están revisando lo que dice el intérprete de forma inconsciente para que vos puedas, si decís una tontería muy grande, autocorregirte. Ahora estamos haciendo una investigación con Agustín Gravano en Di Tella donde tratamos de observar qué parte del cerebro se activa cuando te corregís”, explicó Rieznik.
Y sumó: “Mi sospecha es que es la misma parte del cerebro que se activa cuando te corregís a vos mismo, no cuando te corregís, cuando te das cuenta que tu mente se fue a cualquier lado, por ejemplo, al meditar. Eso está muy bien estudiado”.
— ¿Qué es el concepto de reserva cognitiva y cómo se puede mantener al cerebro saludable y fuerte?
— El concepto de reserva cognitiva nace en los ‘90 cuando un médico empieza a hacer autopsias y ve que diferentes personas con un mismo daño cerebral a nivel macroscópico, mismo tipo de derrame, por ejemplo, cuando iba a ver los registros de su deterioro cognitivo en vida tenían deterioros muy diferentes, como si hubiera algo así como una reserva cognitiva. Cada uno de nosotros puede construir una reserva de tal forma que si te agarra eventualmente una enfermedad neurodegenerativa o cuando llegue, porque a todos nos va a llegar un deterioro cognitivo con la edad. Si vos tenés mucha reserva cognitiva ese deterioro es mucho menor. Hoy en día después de estudiarse mucho, inclusive pueblos donde la gente vive mucho, la reserva cognitiva se compone de tres cosas: ejercicio físico y buena alimentación porque lo que le hace bien al corazón le hace bien al cerebro; la vida intelectual activa, aprendizaje permanente, hacer cosas nuevas, esforzarse intelectualmente ayuda mucho a preservar las cogniciones, a construir reserva cognitiva. Y si frenas rápidamente, cae. Por eso hay que mantenerse haciendo cosas que te requieran esfuerzo mental. Por último, los vínculos de cuidado, amor y respeto, no hay mayor predictor de deterioro cognitivo que la soledad. Esos tres pilares te ayudan a construir la reserva cognitiva y a que el deterioro que, eventualmente va a llegar en algún momento de tu vida, sea el menor posible.
— ¿Se puede minimizar el deterioro cognitivo frente al paso de los años?
— La inteligencia está compuesta de dos grandes baterías que es la inteligencia fluida y la cristalizada. La inteligencia fluida de velocidad de procesamiento de memoria de trabajo, memoria de corto plazo. Hay una mala noticia, aunque tampoco es tan mala porque se puede mantener con entrenamiento físico, con vida intelectual activa, pero ese pico antes se creía que era cerca de los 25 y hoy sabemos que es más cerca de los 35. Un poco decae, pero se puede mantener decayendo muy poquito en la medida en que hagas ejercicio físico, te alimentes bien, tengas vida intelectual activa y vínculos de cuidado, amor y respeto. La otra parte de la inteligencia, de la cual se componen los test de inteligencia es la inteligencia cristalizada, que es la capacidad de poder relacionar una nueva información con otras cosas.
Esa no decae nunca, por el contrario, siempre crece, al menos que tengas Alzheimer, Parkinson. ¿Por qué crece? Porque el aprendizaje no es aditivo, no es que cuando yo aprendo una nueva información agregué, adicioné, sumé una información más a mi acervo de conocimiento y de información. Es multiplicativo. Cuando yo conozco algo nuevo, todo lo demás que conocía ahora se multiplica, lo puedo relacionar con esto nuevo. Por eso también las personas que son muy estudiosas o que practicaron mucho algo nos parece que hacen algo sobrenatural porque no tenemos una instrucción para el conocimiento exponencial.
Como dice Sebastián Campanario es el interés compuesto del aprendizaje: vos vas aprendiendo, aprendiendo, aprendiendo y de repente crece exponencialmente tu capacidad de pensar sobre un tema porque el conocimiento es multiplicativo y no aditivo, entonces la inteligencia cristalizada nunca deja de crecer porque siempre aprendes cosas nuevas, y siempre las relacionas con más y más cosas. Y ese tipo de inteligencia que se requiere en muchos puestos estratégicos en empresas, en gobiernos, no pibes de 20 o 30 ágiles, sino gente de 50, 60, 70 años que tienen mucho conocimiento, una visión muy estratégica y que pueden relacionar nueva información con todo lo que ya saben que es un montón.