La vorágine de la vida cotidiana presenta, a veces, desafíos y situaciones que demandan un delicado equilibrio en la forma en que las personas abordan sus comportamientos. Estos últimos pueden revelar una conexión profunda entre la psiquis y las acciones de un individuo.
Así, solo por mencionar algunos ejemplos -que en este artículo fueron profundizados por especialistas consultados por Infobae-, ser perfeccionista, obsesivo o intenso ante cada emoción o detalle diario podría, de manera sostenida y en algunos casos, ser un problema.
En ese sentido, recientemente, la doctora Jessica Del Pozo, psicóloga clínica, escribió en Pshycology Today sobre lo que ella denominó “adicciones psíquicas”.
Del Pozo habló, entre otras cosas, de “adicción a la intensidad”, que impulsa la búsqueda constante de validación y lleva a exagerar o amplificar las experiencias; “adicción a la perfección”, que genera intolerancia a los errores y un deseo de mantener una imagen impecable; “adicción a la certeza”, asociada a un control compulsivo del entorno y temor a la incertidumbre; y “la fijación en lo que está roto”, que lleva a enfocarse en lo negativo, ignorando lo que funciona bien.
La experta postuló que la adicción, “definida como la búsqueda compulsiva de algo a pesar de las consecuencias adversas, significa que casi cualquier cosa podría asumir un papel adictivo en nuestras vidas. Esto incluye sustancias, por supuesto, pero también conductas o adicciones a procesos, como el juego, el trabajo, las compras o ver televisión, aunque no todas ellas se considerarían trastornos psiquiátricos. Analizar más de cerca el núcleo de lo que impulsa las conductas adictivas (llegar a la fuente del patrón) puede conducir a una curación a largo plazo. ¿Cómo y por qué las personas se vuelven adictas de la manera en que lo hacen? ¿Cuál es la fuerza impulsora detrás de la adicción?”.
La dimensión psíquica de los comportamientos
Infobae consultó a expertos sobre esta perspectiva, y la primera pregunta disparadora fue si es posible hablar de “adicciones psíquicas” en estos casos.
Cynthia Zaiatz, jefa del servicio de Salud Mental del Sanatorio Modelo de Caseros, aportó en conversación con Infobae: “Generalmente, cuando hablamos de adicciones, la gente piensa en adicción a las drogas, al juego o al alcohol. Sin embargo, no solo existen estas adicciones. Se ha observado y se conoce que hay otras, como las adicciones psíquicas”.
“Cuando hablamos de adicciones psíquicas -comentó Zaiatz- nos referimos a que puede haber una adicción sin consumo de alguna sustancia, es decir, adicciones comportamentales. Estas son actividades y comportamientos cotidianos que se transforman en una adicción, impidiendo que la persona lleve una vida satisfactoria. Las adicciones son trastornos de dependencia vinculados a actividades humanas diversas. Quienes padecen una adicción sin sustancia no pueden dejar de repetir una y otra vez la conducta, como jugar, entrar en las redes sociales o comprar compulsivamente, por ejemplo”.
“Una persona puede tener una adicción emocional. Por ejemplo, en este caso, el artículo de Phsycology Today menciona a personas que tienen la necesidad de un control extremo o de tener todo fríamente calculado, lo que se transforma en una adicción y hasta en una obsesión. Esto afecta la vida cotidiana, ya que esa persona no puede dejar de asegurarse de que todo esté perfectamente controlado. Imaginemos a alguien que, desde que se levanta hasta que se acuesta, busca constantemente el control extremo de su vida o la perfección, que sabemos que no existe”, repasó la experta.
Y siguió: “La persona que está desarrollando una adicción, como la búsqueda constante de control, experimenta placer al hacerlo. Pero en la siguiente etapa, los pensamientos están cada vez más enfocados en esa conducta, que se vuelve más frecuente y surge un deseo intenso de llevarla a cabo constantemente, con expectativas de alivio del malestar. Un ejemplo: alguien adicto a pensar en el orden, por ejemplo, le da miedo y no sabe cómo dejar de hacerlo. Entonces, toma alcohol porque es la única manera de dejar de pensar en eso. Así, una adicción puede llevar a otra”.
“Para estos casos, desde la psicología se propone un trabajo basado en los modelos de psicología sistémica o cognitiva, conductual y positiva. Se trata de dejar de hacerlo un día de a poco, o que la persona lo deje de hacer y encuentre una actividad que le dé mayor placer. La idea es que pueda reconstruir su historia en relación con el consumo, y es un trabajo de aceptación. Es posible ir a terapia y decir ‘bueno, soy adicto, tengo que salir de esto’”, sumó.
Nicolás Bousoño, docente de Psicopatología en la UBA e investigador y codirector del Departamento de Investigaciones sobre Toxicomanías y Alcoholismo del Instituto Clínico de Buenos Aires, dijo: “Hay distintos niveles de análisis en estas problemáticas, que se pueden abordar de manera más sociológica o médica, pero la dimensión psíquica es clave. Alguien que lleva su adicción hacia el consumo de sustancias puede, en algún momento, verse comprometido en un grado de dependencia más biológica, pero en el inicio siempre está lo psíquico”.
“En relación a esas cuatro categorías que propone (el artículo de Pshycology Today), y a cómo usa el término ‘adicción’, amplía las categorías de una manera que las vuelve poco útiles. Detras de cada una de ellas está la problemática del reconocimiento del otro, y hay una dimensión que es central a todo ser humano, que es la dimensión de la relación al otro”, postuló Bousoño ante la consulta de Infobae.
“Un niño, si no está en relación con el interés de sus mayores, por más que tenga sus necesidades biológicas cubiertas, se muere. Eso se llama hospitalismo: siempre tiene que haber un otro que estimule, que reconozca, que desee, que quiera y que ame. Esos signos de amor son esenciales en la vida y están en el corazón de lo humano. Ese reconocimiento, cuando se consigue, produce una cierta excitación. A veces esa excitación se independiza de esos signos de amor, de ese reconocimiento, y es lo que se empieza a buscar en los objetos o en las prácticas que se llaman adictivas. Si alguien se embarca en un consumo puntual, en alguna práctica, eso puede llegar hasta la muerte”, advirtió el experto.
De acuerdo a Bousoño, “el artículo de Jessica Del Pozo pone el acento en lo biológico, que es el acento que se pone hoy por hoy en los tratamientos mayormente. Le da un valor a una dimensión humana que, coincido, es clave, pero generaliza el tema de la adicción y lo vuelve poco útil. Más que ‘adicciones’ la palabra es ‘dependencia’, porque todos dependemos de un cierto reconocimiento”.
Otro profesional consultado por Infobae fue el médico psiquiatra y psicoanalista Sergio Rojtenberg, integrante de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), quien analizó: “El artículo denomina adicciones, que son sufrimientos severos y discapacitantes, a otras cosas que no lo son”.
Rojtenberg añadió: “Brevemente, si tomamos una definición criteriosa, podríamos definir una adicción como una patología severa, que se caracteriza por una búsqueda compulsiva del consumo de una sustancia u otras acciones para lograr una sensación de bienestar, alivio o euforia, entre otras cosas. Implica no poder modular esta conducta, una profunda dificultad para interrumpirla y la necesidad imperiosa de consumo, apelando a diferentes medios para conseguirlo. Esto lleva al no reconocimiento de los trastornos que la persona se provoca a sí misma y a sus vínculos”.
“Con respecto a la intensidad -siguió Rojtenberg-, en diferente medida, ¿quién no siente la necesidad de sentirse validado? Mucho más en una época en la que sobresale el éxito sobre la felicidad. En tanto, la perfección no es un adicción: podría estar más cerca de un rasgo de personalidad”.
En relación a las personas perfeccionistas, en un artículo institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la doctora Laura Barrientos Nicolás, de la Facultad de Medicina de la institución, desarrolló que hay personas que establecen “expectativas muy altas para sí mismas. Sin embargo, aunque cumplan con 99 por ciento de sus metas, se sentirán fracasadas porque ese 1 por ciento los hace pensar que no tienen la habilidad ni la competencia para lograr la perfección.
“La ansiedad por hacer perfectas las cosas puede paralizarlos e impedir que encuentren una solución adecuada a determinados problemas o causarles nerviosismo o alteraciones en la asertividad al ‘decir y hacer’, describió la experta de UNAM.
Por su parte, la psicoanalista Any Krieger, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), apuntó en diálogo con Infobae: “Las llamadas adicciones por la autora del artículo de Pshycology Today son recursos mentales para poner un stop al sufrimiento. Habitualmente, nos encontramos frente a conductas que generalmente se suceden como consecuencia de algún malestar mental”.
“El sujeto humano no existe sin el otro. Desde que nacemos, es necesaria la asistencia de un otro, la madre o un sustituto, que acompañe el cuidado del infante. Eso ya establece un patrón de conducta que se irá replicando a lo largo de la vida. Si el niño no se siente del todo amado, eso lo predispone a buscar amor de forma ilimitada para ser reconocido y así sentirse valorado”, amplió Krieger.
Al tiempo que remarcó: “También es frecuente encontrarnos con la imperiosa necesidad de controlar lo que nos rodea, llegando a conductas de tipo obsesivas que buscan alivio al desasosiego sin lograrlo. En una relación amorosa, aparece en forma de celos. Obviamente, no deja de ser una provocación al deterioro del vínculo”.
Para Krieger, “la búsqueda de lo seguro es otra manifestación de un malestar que nos provoca angustia y nos lleva a sujetarnos en el universo de lo conocido, lo cual nos empuja a los límites de evitar encontrarnos con oportunidades de experiencias de crecimiento. Asimismo, el dolor de existir, las pérdidas o los duelos también podrían empujar al impulso exacerbado de la distracción vía verdaderas adicciones a sustancias, trabajo o hiperconsumos de todo tipo”.
A su turno, Andrea Vázquez, doctora en psicología, magister en la problemática del uso indebido de drogas y profesora adjunta de la UBA, desarrolló en conversación con Infobae: “Para los profesionales de la psicología, es difícil hablar de una adicción psíquica, ya que si partimos de una definición de sujeto compleja, no es posible escindir demasiado eso psíquico de lo que pasa con su cuerpo. Desde nuestro campo, consideramos que hay una subjetividad de época y luego, además, las singularidades”.
“Es posible hablar de cómo las personas pueden quedar en un universo de repeticiones por su propia historia o su novela familiar. Hay episodios en la vida de un sujeto que pueden favorecer que alguien adquiera mecanismos defensivos frente a lo traumático, y que de ello devenga un consumo problemático que difícilmente tenga que ver con el objeto consumido. Más bien, tiene que ver con el lugar que ese mecanismo viene a ocupar en la vida de esa persona”, enfatizó Vázquez.
Y sumó: “La clave de lo problemático está no tanto en lo que se consume, sino en el lugar que ocupa ese consumo en la vida cotidiana. Hay que tener en cuenta que una medida de consumo no es igual para un sujeto que para otro. Luego están los términos uso, abuso, dependencia, tolerancia o abstinencia, que son ms propios del modelo biomédico que del campo disciplinar de la psicología.
“Las estrategias terapéuticas son diversas y pueden adecuarse a las posibilidades de las personas según su problemática. Hay quienes requerirán una escucha individual que puede concretarse en el consultorio de un profesional; otros podrán requerir además evaluación médica, o eventualmente una indicación farmacológica si presenta síntomas asociados, como dificultades para dormir, para concentrarse o llevar adelante tareas cotidianas, momentos de mucha ansiedad, sensaciones de estar bajoneado o deprimido; y algunas personas se sienten mejor hablando de sus problemas en un grupo coordinado por un profesional de la salud”, dijo Vázquez.
El concepto de adicción
Con todo, para cerrar, es pertinente repasar el concepto de adicción que, si bien no fue el foco principal de este artículo, se puso sobre la mesa a la hora de describir comportamientos y dependencias que pueden ser perjudiciales en algunos casos, tal como analizaron los expertos.
“Las adicciones son una dependencia hacia una sustancia, conducta, relación o tecnología, de la cual el sujeto pierde la voluntad para decidir dejar de hacerlo, a pesar de su impacto negativo. Producen cambios integrales en la persona, influyendo en todas las esferas de su vida, tanto en lo físico o biológico, como lo mental (psicológico) y lo social (las relaciones interpersonales)”, describió en diálogo con Infobae la doctora Elsa Costanzo, jefa del Servicio de Psiquiatría de Fleni
“Hay factores epigenéticos que predisponen a una persona a cierta vulnerabilidad en la constitución de su personalidad, y dichos factores están conformados por lo heredado más lo adquirido. La vulnerabilidad predispone a la adicción en un sujeto que consume. Es decir, debido a su personalidad vulnerable, que es un terreno fértil, se puede pasar del uso al abuso y la dependencia (trastorno del uso), en un contexto que sobrepasa las capacidades (las habilidades) innatas y aprendidas de la persona”, señaló la especialista.
Y cerró: “La vulnerabilidad, el deseo de disminuir la angustia y ansiedad, la búsqueda de pertenecer a un grupo social, la sensación de invulnerabilidad (“yo lo puedo manejar”), entre otros factores, lleva al abuso y a la falta de control. El enfoque para tratar esto es global y multidisciplinario, ya que afecta varias esferas y se busca cubrir todas las aristas (o la mayoría, según cada caso). Hay que tener presente que no es el mismo para todos. Puede ser un tratamiento ambulatorio, hospital de día, comunidad terapéutica (centro residencial), o internación”.