Facundo Manes trascendió a la escena pública por su labor de jerarquía internacional en las áreas de neurociencia y neurología cognitiva. Con una formación académica notable, que incluye los títulos obtenidos en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Cambridge, ha consolidado una carrera prolífica y multifacética que abarca la investigación, la práctica clínica, la enseñanza y, en los últimos años, también la política, ya que desde 2021 ejerce en una banca de diputado nacional.
En un diálogo con La Fórmula Podcast, explicó, entre otros temas, cómo el amor “se parece a la adicción” y por qué “la soledad crónica nos mata, ya que es un factor de mortalidad tan alto como fumar”.
—Definís al cerebro como un órgano social, ¿qué significa que eso?
—Nosotros somos todos millonarios, más allá del dinero que tengamos, somos todos millonarios, tenemos entre las orejas más neuronas y conexiones neuronales que estrellas en la galaxia y es el órgano más complejo del universo, ni la computadora más sofisticada puede igualar a nuestro cerebro, ni lo va a poder igualar.
Es un órgano social porque no se puede entender nuestro cerebro sin estar con otro ser humano, no se puede entender nuestro cerebro aislado. Por otra parte, otro ángulo de la respuesta, es que para que hoy disfrutemos este cerebro y que tengamos todo este setting, que hablemos, que tengamos vestimenta, tecnología, todo lo que hacemos lo ha hecho el cerebro pero llegar a este cerebro no fue fácil, porque nosotros genéticamente tenemos casi los mismos genes que algunos chimpancés ¿qué nos diferenció?
En los miles de años de evolución hubo un salto evolutivo que fue clave, que fue la capacidad de los humanos de vivir en grupo, eso nos diferenció, ahí tenés otro ejemplo de por qué somos sociales porque ninguna otra especie tiene la capacidad de vivir en grupos tan complejos como nosotros, eso fue clave para que nos diferenciemos más allá de compartir genes con otras especies.
Y otro ángulo para entender por qué el cerebro es un órgano social es que la soledad crónica nos mata, es un factor de mortalidad tan alto como fumar, más alto que la polución ambiental, tan alto como la obesidad, sentirnos solos crónicamente nos mata y es una de las epidemias globales. Así que desde varios ángulos, el evolutivo, el de la soledad y el de entender el cerebro que somos seres sociales y que el cerebro es un órgano social.
—Sin embargo no escuchamos tanto que la gente logre decir “estoy solo o me siento solo”, es algo que sabemos que pasa y que es una problemática importante, pero sin embargo no hay mucha exteriorización ¿creés que la soledad está estigmatizada?
—Sin duda. Uno de los beneficios de nuestra cultura argentina es que somos muy amigueros, que todavía preservamos ciertos contactos familiares y humanos que sociedades más ricas, como la estadounidense, olvidaron. En Estados Unidos hay estudios que demuestran que el cuarenta y pico por ciento de la población en algún momento se sintió sola, está todo hecho para estar solo, vas al gimnasio en auto solo, estás en tu casa y miras televisión solo. Países industrializados, como en China que en las últimas décadas creció, se industrializó, aumentó la soledad, y Estados Unidos que es la potencia mundial, también hay mucha soledad y ahí es un tema fundamental. El Cirujano General de Estados Unidos, uno de los temas que está tratando es la soledad. Acá no se habla tanto porque todavía, más allá de todos los líos que tenemos y todas las desgracias que tenemos, aún preservamos esta cosa de amistad.
—Me voy a meter en el tema del amor y lo primero que te quiero preguntar es ¿cómo se explica biológicamente el amor?
—Se han hecho bastantes investigaciones sobre qué pasa en nuestro cerebro cuando nos enamoramos y lo primero que pasa es que hay una activación masiva de una red que está en la base del cerebro que se llama “red de recompensa cerebral”, que es la red que se activa con las cosas que nos dan placer: una hamburguesa con queso, tener más estatus social, tener sexo, la cocaína, activa una red masiva, que se llama reward system, en inglés, “sistema de recompensa”. El amor activa esa área y baja la actividad en la zona de la amígdala, que son las áreas y estructuras cerebrales que alertan o que están regulando el miedo. Por eso cuando uno está enamorado no tiene miedo, toma riesgos y a su vez baja la actividad de esta zona que está detrás de la frente que es la zona frontal que se encarga del juicio, de la toma de decisiones, de la planificación. Al bajar la actividad de la zona frontal uno baja el juicio, y eso tiene, para algunos científicos, una misión evolutiva porque, al bajar el juicio, parejas improbables se pueden juntar, al ser la actividad cerebral más emocional que racional, parejas improbables se pueden unir para el fin de reproducir, que en el fondo, uno de los fines que tenemos los seres humanos es reproducir la especie.
—Tiene mucho sentido porque a veces cuando uno se enamora conoce muy poco todavía de la otra persona y lo que no conoce lo rellena con cosas positivas. Sin embargo, en algún momento ese juicio vuelve a aparecer, esta etapa de enamoramiento de la que estamos hablando dura poco o menos de lo que a la mayoría nos gustaría, ¿hay un plazo estimado de cuánto se puede estar enamorado?
—Algunos investigadores estudiaron ese punto. Calculan que esta cosa de amor insoportable, de ver todo lindo y estar en un mundo ideal, dura dos o tres años. Yo por ejemplo estoy en pareja hace 24 años, el amor muta también en una sensación de apego, de cariño. Esa intensidad es imposible, hay parejas de 40 años de casados no vamos a decir que están enamorados como el primer día.
Desde el punto de vista biológico, se ha abordado este tema desde tres aspectos: Uno es el del amor romántico, esto que describimos recién, baja la actividad de juicio frontal, baja la actividad de la estructura que regula el miedo, aumenta el placer, el mundo ideal, es un amor romántico que dura un poco. Después viene otro estadio que es el apego, attachment, el abrazo, después de unos años de pareja el abrazo significa mucho, una mirada, una sonrisa. Y después está el sexo. Entonces tenés el amor romántico, el apego y el sexo, esto es cómo los científicos abordamos el tema.
Ahora, vos podes tener amor romántico y sexo; vos podes tener sexo solo, sin amor romántico ni apego; o podes tener apego y sexo; de esta manera se está investigando la relación de la ciencia y el amor.
Desde el punto de vista biológico y científico, se parece a una adicción, es casi una conducta adictiva, cuando uno está enamorado, en esta etapa romántica, tomas riesgos, como el adicto toma riesgos para conseguir la droga, baja el juicio, como el adicto que dice “pan para hoy, hambre para mañana”, o sea la droga me va a dar placer inmediato pero a la larga me va a destruir, el amor es un poco así. Cuando uno está enamorado, en esa etapa de los primeros años, obsesivamente piensa en esa persona, como el adicto piensa obsesivamente en la droga, así que yo te describiría que el amor, en cierta manera, es una adicción.
—En cuanto a los celos, ¿es algo que aprendimos culturalmente o es algo biológico?. A mi entender es más un impulso natural, aunque uno a veces intente luchar contra eso, pero tal vez es algo muy fuerte de la cultura que está ya dentro nuestro.
—Hay muchas respuestas para los celos, respuesta literaria, psicoanalítica, científica, cada uno puede explicar los celos desde su ángulo, pero déjame explicarlo desde lo qué nos hizo humanos.
Hay dos cosas que para nosotros son más importantes que la verdad: sobrevivir, que te diría que es nuestra conducta más importante, y pertenecer a un grupo. Desde hace miles de años nuestros cerebros, el tuyo, el mío, el de la gente que nos está escuchando o viendo, es el mismo que hace 150 mil años o más tiempo. Hace 150 mil años alguien estaba en un bosque con el mismo cerebro que tenemos ahora.
Ahí aparece otra pregunta, por qué con el mismo cerebro tenemos que procesar tanta información, ahí viene el estrés actual. Con el mismo cerebro de hace 150 mil años no estamos preparados para procesar las redes sociales, los diarios, la televisión, el Whatsapp…
—¿La plasticidad de nuestro cerebro no hace que, a medida que vamos cambiando, también vaya cambiando nuestro cerebro?
—Sí, hay una plasticidad y cambia pero en miles de años. El cerebro no cambió tan rápido como cambió la tecnología. En el 2000 yo vivía en Inglaterra y no había Whatsapp, o en el ‘99, que yo vivía en Estados Unidos, no había mail como ahora, recién empezaba el mail y algunos privilegiados tenían uno, pero no teníamos redes sociales, y cambió todo, llegó la Inteligencia Artificial, todo lo que vos sabes mejor que yo, pero mi cerebro no cambió tanto. Entonces yo antes me concentraba en mis estudios, en mi bicicleta...
Algo fascinante es que nosotros cada vez vivimos mejor, más allá de la pobreza, obviamente hay pobreza en Argentina y en el mundo, yo trato de luchar contra eso para erradicarla, hay desigualdad, hay guerras. Pero más allá de eso que es muy importante, una persona de clase media baja hoy vive mejor que un rey hace mil años, porque tiene inodoro, tiene papel higiénico, tiene un celular. Sin embargo, vivimos mejor, más allá obviamente de los que tienen hambre y de los que tienen conflictos como guerras, pero nos sentimos peor.
Pero volviendo a cómo explicar los celos desde el punto de vista evolutivo. Si hace 40 mil años una persona, que tiene nuestro cerebro, estaba en un bosque y veía una sombra, si se ponía a analizar racionalmente si la sombra era un oso que lo podía matar o una rama, si era un oso no sobrevivía entonces ¿qué hacía?, disparaba, era más importante sobrevivir que la verdad. Vivir en un grupo, ahí en parte aparece la diferenciación cerebral nuestra, nos protegía de amenazas y nos daba más posibilidad de alimentarnos. Entonces, los celos tiene que ver con esta sensación de propiedad y también la inseguridad porque no hay solamente celos con una pareja, hay celos de equipos, hay celos de grupos de trabajo, así que evolutivamente nosotros somos muy tribales y protegemos lo que nos pertenece o lo que creemos que nos pertenece y la inseguridad o la amenaza provoca esto.
—La última pregunta. ¿Qué es lo más importante que aprendiste del ser humano siendo neurólogo?
—Enfocarse en el otro más que en uno. Gran parte de nuestro bienestar, de nuestro carisma, de nuestra felicidad está en salir de nuestro foco y disfrutar al otro ser humano.