Pacho O´Donnell es un viejo de 82 años. Sí, suena mal la palabra “viejo” y él lo sabe. Pero no solo no tiene problema en reconocerse como tal, con la mala prensa del término, sino que quiere hacer algo por combatir el “viejísimo” tal cual se lo conoce, como una versión oscura y desechable de la última etapa de la vida.
La vejez tiene mala fama, es su postulado. El concepto de ser viejo como algo feo y triste, representa una batalla sociocultural que hay que desterrar. La revolución de la longevidad de Pacho se nutre de una razón vital que sabe de aprovechar al máximo la vejez, mantenerse activo, hacer ejercicio, alimentarse saludablemente, y ser agradecido. En definitiva, estirar el final del camino y que ese recorrido sea el mejor de todos, con una mochila vacía de sentimientos negativos.
El reconocido historiador, dramaturgo y médico psicoanalista recibe a Infobae en su casa de Palermo Chico, el primer jueves lluviosísimo de noviembre. Es un departamento senioral, amplio y laberíntico, donde hace falta recorrerlo al menos un par de veces para contabilizar la cantidad de ambientes. Antes de llegar a su cuarto, por un pasillo, asoma la puerta de su estudio, el espacio más poblado de intelectualidad de su hogar.
Sobre un escritorio hay una laptop, auriculares, papeles y libros. Detrás de una silla con un alto respaldo donde se sienta, una biblioteca enorme sostiene exhausta más libros y papeles. Entre tanto texto, posan algunos premios y los portaretratos de sus hijos y su esposa, Marina.
Aprovechar el tiempo es la variable que atravesará esta charla; es quizás la punta del iceberg del método que O´Donnell propone para tener una buena vejez. Si bien confiesa que no se considera un gurú del tema, para lograr el bienestar en el última etapa de la vida, son varias las recomendaciones que tiene para contar. El abanico es grande: van desde “no ser tibio en la vida” hasta consejos para disfrutar del sexo. “Sí, los viejos tenemos sexo”, dice.
Pacho tiene modos amables. Convida café y deja ver desde el comienzo que el pasaporte para entrar al universo de longevidad que promueve, también lo cumple. “Tengo todo el tiempo del mundo para ustedes, comencemos. Y gracias por venir con esta lluvia”, suelta con una cálida sonrisa.
Se sabe: si hay algo que O´Donnell no tiene es pudor y esta, quizás, sea otra de las claves de su vejez. Come saludable, algo que se lo debe a su esposa, la responsable de la alimentación en su casa. Además de hacer ejercicio, no bebe alcohol a raíz de una hepatitis que tuvo cuando era muy joven.
El historiador acaba de escribir el libro, La nueva vejez, ¿La mejor edad de nuestras vidas? (Editorial Sudamericana): “Pertenezco al mayor sector de la población discriminada de la Argentina, somos casi 10 millones de ancianos que sufrimos el acoso del ´viejismo´. Y esto tiene que ver con muchos motivos; uno de ellos, es el hecho de entender la imagen de la vejez como algo oscuro. El viejo o la vieja son personas deprimidas, aburridas, que dicen cosas que no interesan, cuya principal actividad es esperar. Ya sabemos esperar qué”, esgrime.
— ¿Por qué sucede esto?
— Hay una causa de sociopolítica, vivimos en una sociedad de consumo, de producción y los viejos ni consumimos ni producimos, o por lo menos lo hacemos en muy poca instancia, debido a las jubilaciones cruelmente bajas y a la poca capacidad de generar otros ingresos. Somos material de descarte en una sociedad de consumo. No hay avisos de televisión dirigidos a que las personas mayores compren autos o electrodomésticos.
— Sin embargo está comprobado que dentro de unos años va a ser una población numerosa y activa
— ¡Claro! Porque en el esfuerzo de la ciencia por prolongar la vida, se está volviendo la etapa más larga de la vida.
— Hay aquí una contradicción porque entonces, pareciera, las publicidades están haciendo algo en contra de sus intereses.
— Sí, por eso lo están empezando a cambiar. La marca española Zara, que siempre ha tenido como imágenes de sus campañas publicitarias mujeres muy bellas, tiene una campaña actual donde hay una actriz española, que es un personaje de más de 60 años. Pero en algún punto los esfuerzos de la sociedad de consumo en la vejez, es vender la negación. O sea, lo que se ofrece son cirugías, ungüentos, viajes, tratamientos, todo para disminuir el avance de los años. La vejez es algo malo y que por lo tanto debe ser disimulado. Una arruga debe ser extirpada, una cana debe ser teñida. En última instancia el trasfondo de todo esto es la muerte.
— Hay una cosa que es innegable: la vejez nos confronta con la idea del fin de nuestra vida.
— Sí, pero esto se vuelve muy terrorífico si no has podido elaborar eso como algo natural. Se dice “lo sorprendió la muerte”. No te puede sorprender algo de lo cual estás enterado que va a suceder.
— Uno de los capítulos de su libro tiene como título la pregunta: ¿Hay vida antes de la muerte? Es un poco una contraposición irónica a la pregunta de si hay vida después de la muerte.
— Es que deberíamos preocuparnos por eso. Es decir, si lo que vivimos es realmente vida. Ahí aparece el tema de que la vida es un hecho azaroso, absurdo, ¿no? Algunos tratan de darle un sentido a través de la religión y demás. Pero la obligación que tenemos y eso tiene mucho que ver con una mala o buena vejez, es darle algún sentido. O sea, que realmente sea algo digno y que justifique el haber vivido.
— Me habló de la religión. En otra parte de su libro comenta el tema de la fe. Sugiere usted que hay algunos tipos de fe que llevan a la mala vejez ¿Cómo es eso?
— Lo que digo es que hay cierta religiosidad que es apaciguadora, como que si uno cumple con ciertas cosas, pautas, rituales, ya está salvado. La vejez es un momento en donde a uno se le pasa toda la película de la vida. Es una etapa habitada de recuerdo. Lo importante es que esos recuerdos sean positivos, que tenga que ver con que uno ha sido capaz de darle dignidad y capacidad de cambio.
— ¿Y usted de qué forma piensa en la muerte?
— Tengo conciencia de la muerte desde, creo, uno de los primeros recuerdos de mi vida, que fue llorar por un ser querido que iba a morir. Era muy chico. Me acuerdo que estaba hecho un ovillo abajo de una silla en el piso. Siempre he tenido mucha conciencia de la muerte. Y lo que le da sentido de la vida es la muerte. Porque es importante no negar el hecho de que somos mortales, que es una gran tendencia porque la idea de la muerte es intolerable. Borges niega el deseo de la inmortalidad. El decía si no hubiera muerte, se le quitaría sentido a todo.
— Hay una pregunta que el periodista Luis Novaresio hace en algunos de sus reportajes televisivos hacia el final y es: ¿nos morimos y qué pasa?
— Yo creo que no pasa nada. No me cambia mayormente. Estoy seguro de que mi vida no hubiera sido distinta. No sé a dónde vamos, ni me interesa. Doy por sentado que la vida que hay que vivir es está y lo que hay que vivir es este momento. No hay otro. Hay que tener muy claro: el tiempo es importante, es lo más valioso que tenemos y lo que más desperdiciamos.
— ¿Por qué sucede que acordamos a veces un poco tarde de esto?
— Es la negación de nuestra temporalidad. Algo de eso nos pasó en la pandemia. De pronto sentimos que eso que creíamos que era incambiable, que era la rutina de todos los días, de pronto algo se interponía y las cosas dejaban de ser como eran. Creo que eso nos enfrentó con la idea de que este es el tiempo, de que el tiempo cambia, el tiempo se termina.
— Usted también recomienda Pacho, para tener una buena vejez, no ser tibio.
— Sí (ríe) tiene que ver con el hecho de jugar la vida. Tenemos que hacer que valga la pena. No podemos hacer de la vida algo que transcurre sin mayores apasionamientos y sin mayores logros, evitando toda posibilidad de cambio.Tenemos que inclusive ser leales al propio deseo. El sistema social está armado para negarnos a tomar contacto con el deseo, es decir, para hacer cumplir el deseo social, como por ejemplo consumir. Consumimos cuando realmente no es nuestro propio deseo. Lo importante es poder conectarse con el propio deseo. Y ser leal a ese deseo, aunque sea difícil, aunque haya que ponerse en contra de convenciones.
Descubrir el cuerpo a los 64 años
O´Donnell dice que descubrió el cuerpo a sus 64 años. Hasta ese momento había jugado al fútbol y al rugby solo en algunas oportunidades. Fue a esa edad cuando le detectaron una enfermedad crónica en 2004, una insuficiencia cardíaca severa. Y con un pronóstico complejo: tenía promedio de cinco años de sobrevida, según le dijeron. Su médico le recomendó hacer ejercicio para tratar de que las partes que estaban bien de su cuerpo se fortalezcan.
El historiador cuenta que se “enganchó” con el cuerpo con temor; luego, le fue tomando el gusto, siempre con prudencia y aún con algunas dudas. Y más tarde llegó un momento en que, dice, le gustó. “Me envicié. Me di cuenta que era viejo y me propuse tener la mejor vejez posible, eliminando cantidad de prejuicios en relación a, por ejemplo, la vejez como la enfermedad, la vejez como deterioro”, suelta O´Donnel, quien se volvió un verdadero fanático y equipó más de un ambiente de su casa con aparatos para “hacer fierros”, lo que más le gusta hacer.
Varios años más tarde, el historiador cristalizó el crecimiento de sus músculos y vida saludable en una tapa que hizo de la Revista Noticias. Allí estaba él en musculosa, con una mancuerna y un título que hoy ya podría ser parte de su bandera: “La nueva vejez”.
Desde ese momento -incluso al día de hoy y con la masividad de las redes- acumula miles de comentarios, en su mayoría de adultos mayores que, primero le pedían consejos y luego le agradecía porque gracias a él, su vida había cambiado. “Lindo lío aquel”, dice ahora, sentado en la máquina que tiene en su cuarto, con la que hasta hace poco seguía haciendo espalda y pectorales.
Hoy, ya no hace tanto ejercicio con la intensidad de sus 64. La rutina que no abandona para nada es la bicicleta fija. A los 82, se lo ve bien, por más que diga que no es un hombre tan sano: en uno días le colocan un sincronizador. “Es para hacer que mi corazón sincronice mejor sus movimientos”, cuenta mientras atraviesa con la mirada su máquina, la que tantas satisfacciones le dió, el método que encontró para que esta “cuestión de honor y exigencia de no dejar deteriorarse”, siga adelante.
“La mejor forma de regularizar el azúcar, el colesterol, la presión arterial, es estar en buen estado físico”, suelta enseguida este hombre, quien se contagió 3 veces de COVID en la pandemia: “Estar en buen estado físico te permite enfrentar mejor las enfermedades. Con el COVID sobreviví tres veces, no sé con qué tuvo que ver exactamente, pero creo indudablemente que las personas que estaban en buen estado físico se recuperaron mejor de los estadios graves.
Ciencia, biología, evolución y salud mental
La vejez inevitablemente lleva implícitas dificultades y esto es una cuestión biológica que Pacho no niega bajo ningún punto. “Lo importante es que eso no te derrote. La ciencia cuando prolonga la vida, no es tanto que te hace sano, sino que te va resolviendo los problemas que se te van atendiendo”, explica.
Y agrega: “Ahí aparece un tema muy complicado que es qué difícil, que es hablar cuando el 50% de nuestra población, las personas mayores, son las más vulnerables de todo, porque las familias han perdido la capacidad de de proteger, de cuidar. Es una situación social”.
—Usted sabe que hay un empresario estadounidense que se llama Brian Johnson, que es un fanático de la longevidad y del consumo de suplementos, así como también la comida saludable y el ejercicio. Quiere vivir más de 100 años, alcanzar incluso una edad superlativa de 150 ¿Cómo le cae esta cuestión?
— Llegar a 100 años es algo bastante común en este momento. Hay millones de personas que han llegado a los 100 años y en realidad la expectativa es que en este momento el promedio mundial, está cerca de los 80 años. Se piensa que en el 2050 va a ser muy posible. Incluso desde la ciencia se está hablando de que va a llegar un momento en que, a través de diagnósticos genéticos, de reemplazo de órganos, se pueda llegar a algo muy parecido a la inmortalidad, o lo que llaman amortalidad. Lo que es complicado será ver qué viejos son los que habitan esa sociedad, mientras no resuelvas el tema de de las enfermedades degenerativas como el Alzheimer.
— Piensa que hay más conciencia hoy en relación a los factores de riesgo y a cuáles son las cosas que se pueden hacer para evitar el Alzheimer.
— Sí, creo que hay una cierta conciencia en quienes pueden hacerlo. Nuevamente pido todo mi respeto por las personas mayores que lo único que pueden hacer es sobrevivir. Estamos hablando del entrenamiento físico, pero también del mental. Es muy importante que la persona cuando se jubila no pierda su identidad. Es un momento en que si no estás preparado, si no lo tenés más o menos pensado, podés caer en la depresión.
— Acaba de nombrar otro de los temas que están muy en boga ahora dentro de lo que es salud mental
—Sí, por suerte se habla también cada vez más de esto. La idea del prejuicio de la vejez es algo que también nos lo creemos las personas mayores. Las personas mayores actuamos lo que la cultura supone sobre nosotros y entonces nos deterioramos, es decir, nos dejamos estar. Entramos en situación de soledad, de pasividad. Y eso es inevitablemente. La depresión es la ausencia del deseo.
— ¿Qué tan importante es tener proyectos?
—Es muy importante. Uno entra en la mala vejez cuando los recuerdos superan a los proyectos. Está lleno de centros culturales. La Argentina tiene templos, en las iglesias, en los sindicatos, en las municipalidades, las intendencias, hay cosas para hacer. Se pueden hacer cursos de ajedrez, de cocina, de idiomas. Es muy importante para una persona que está sola en su casa, sepa que tiene un lugar donde le esperan. Está comprobado científicamente que las personas mayores que socializan, viven como cuatro o cinco años más que los que no.
— Recién hablaba del deseo. ¿Qué hay del sexo en la vejez?
— Tenemos sexo hasta el final de nuestros días. Quizá no es el mismo que cuando teníamos 20 años. O sea, no está tanto centrado en la penetración, sino que tiene más que ver con el erotismo, con el juego, con la ternura, con el tiempo. Y con el juguete también. Pero por ejemplo la masturbación... las personas mayores se tienen que masturbar, ¿por qué no? Es un hecho que nos invoca durante toda nuestra vida. O sea, no podemos reprimirnos.
Tener proyectos y decir “te quiero”
Afuera diluvia y la charla con O´Donnell comienza a llegar a su fin. Cuando se le pregunta por algún otro consejo para tener la mejor vejez, además de aquello de aprovechar el tiempo, y de tantas otras cosas que describió con ganas, sostiene una vez más que los proyectos son lo que le dan sentido a la vida. “Hay que tenerlos. Uno de los principales factores de supervivencia es justamente tener proyectos”, suelta este hombre que con 82 años sigue haciendo lo que le gusta.
“Estoy en la salida de este libro, me pasa esta cosa fantástica de encontrarme contigo, estoy en un ciclo de televisión”, enumera dejando el amable cumplido con sutileza. “En la televisión pública estoy todos los martes a las 22:30. El ciclo que se llama Prócer”, cuenta. Tiene en carpeta para marzo una obra de teatro escrita por él llamada Escarabajos. No es cualquier obra, es su primer obra, estrenada en el año 1975 y que ahora se hace un revival.
— Otra de las cosas que usted comenta en el libro es el tema de decir algunas cosas, como agradecer o mencionar un “te quiero” a alguien. ¿En qué en qué beneficia esto a la vejez?
— Yo creo que una de las obligaciones, de las posibilidades que ofrece la vejez, es tener la mochila vacía. Uno va acumulando muchos sentimientos negativos o postergados durante la vida. Por eso siempre insisto en lo importante que es decir “te quiero”. No es que me he puesto un poco cursi, pero creo que somos tan negadores del tiempo. Uno de los grandes problemas es cuando alguien muere y lo queremos. Impacta todo lo que no hicimos, todo lo que no le dijimos a esa persona, un amigo nuestro a quien queremos mucho, no sabe que lo queremos. ¿Por qué dar por obvio que lo queremos? ¿Por qué no decírselo? Qué pudor tenemos, sobre todo los argentinos. Sí, yo soy un propagandista del “te quiero” Y también del hecho de pedir perdón o agradecimiento a lo largo de la vida. Lo hago cada vez más.