Este viernes 6 de octubre es el Día Mundial de la Sonrisa, una celebración que tiene sus raíces en la idea de Harvey Ball, un artista estadounidense que propuso esta efeméride en 1999. No se trata simplemente de una expresión facial, sino de una mueca que puede ser un bálsamo de beneficios para la salud. Semanas atrás, un estudio presentado en la reunión anual de la Sociedad Europea de Cardiología en Ámsterdam, Países Bajos, reveló que al reír, el tejido del corazón se expande y aumenta el flujo del oxígeno en el cuerpo.
“Cuando los pacientes con enfermedad de las arterias coronarias llegan al hospital, tienen muchos biomarcadores inflamatorios. La inflamación es una gran parte del proceso de aterosclerosis, cuando la placa se acumula en las arterias. La ‘risoterapia’ es una buena intervención que podría ayudar a reducir esa inflamación y disminuir el riesgo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular”, señaló el profesor Marco Saffi, del Hospital de Clínicas de Porto Alegre, en Brasil, autor principal del trabajo.
Pero, ¿qué sucede cuando la capacidad de sonreír se ve amenazada? La estadounidense Rebecca Grasso enfrentó esta dura realidad. Un tumor resultante de una condición llamada neurofibromatosis tipo 2 (NF-2) -que le había robado la audición dos años antes- ahora estaba afectando su expresión facial.
La historia de Grasso no es solo sobre la pérdida, sino también sobre la esperanza y la determinación. Cuando Nate Jowett, un cirujano especializado en reparación de nervios de Mass Eye -un hospital universitario de Harvard- entró en su vida, vio una oportunidad: devolverle la sonrisa a través de una técnica quirúrgica conocida como transferencia de nervios.
La NF-2 es una enfermedad que puede manifestarse de diferentes maneras. En el caso de Grasso, comenzó con dificultades auditivas en la secundaria, que se intensificaron hasta llegar a una pérdida casi total de audición en la universidad. Las pruebas médicas revelaron la presencia de tumores no cancerosos en su cabeza, afectando los nervios esenciales para la audición y el equilibrio.
Después de sendas operaciones para reducir estos tumores, Grasso enfrentó una nueva adversidad: la parálisis facial. A pesar de los esfuerzos de los cirujanos, despertó de una operación con la mitad de su rostro inmóvil. Sin embargo, Jowett y su equipo no estaban dispuestos a rendirse.
Las transferencias de nervios son procedimientos que redirigen fibras nerviosas de un nervio menos esencial a uno en estado crítico. En el caso de Grasso, el plan era tomar fibras del nervio hipogloso, que controla la lengua, y redirigirlas para restaurar su sonrisa. Aunque el procedimiento tenía sus riesgos, Jowett estaba determinado a intentarlo.
“Soy alguien que tuvo el apodo de ‘Smiley’ toda mi vida. No reconocer mi sonrisa, y mucho menos a esa persona que me devolvía la mirada, era aterrador. Estoy recuperando mi sonrisa usando los nervios que uso para morder y mover la lengua. Me tomó semanas ver los resultados, pero desde mi segunda cirugía, he visto cómo mi rostro regresa un poco más cada día”, evocó Grasso, quien con el tiempo, y después de dos procedimientos de transferencia de nervios, comenzó a ver resultados.
Por su parte, Jowett detalló: “El tiempo es músculo. La eficacia de los procedimientos de transferencia de nervios para restaurar movimientos importantes, como sonreír y parpadear, disminuye cuando la parálisis dura más, ya que los músculos se vuelven menos receptivos a la neurotización”.
Jowett explicó que, aunque puede llevar hasta dos años ver los efectos completos de los procedimientos de transferencia de nervios, Grasso había mostrado mejoras significativas en pocos meses. Con el apoyo del Facial Nerve Center y varias sesiones de terapia física, estaba en camino de recuperar su sonrisa característica.
La historia de Grasso es un testimonio del poder de la medicina moderna y de la resiliencia humana. A pesar de los desafíos, pudo celebrar su boda con una sonrisa en su rostro, rodeada de seres queridos que la apoyaron en cada paso del camino.
Charles Darwin, en su sabiduría, sugirió que nuestras emociones pueden verse influenciadas por la actividad de nuestros músculos faciales. La historia de Grasso es un recordatorio de que, con determinación, apoyo y avances médicos, podemos superar los desafíos más difíciles y sonreír de nuevo.
El Día Mundial de la Sonrisa no es solo, así las cosas, una celebración de la alegría, sino también un recordatorio de la importancia de la sonrisa en nuestras vidas. La historia de Grasso nos muestra que, incluso en los momentos más difíciles, hay esperanza y la posibilidad de encontrar razones para sonreír.
¿La sonrisa es contagiosa?
Los expertos afirman que las respuestas psicológicas y fisiológicas positivas de sonreír incluyen la disminución de los síntomas de depresión y ansiedad, el aumento de la sensación de relajación, la mejora de la salud cardiovascular, la liberación de endorfinas que mejoran el estado de ánimo e incluso el aumento de la tolerancia al dolor. Este aumento de relajación, puede “contagiarse”.
“Como los humanos estamos programados para reflejarnos unos a otros, las risas se propagan por la habitación igual que los bostezos”, afirmó Lauri Nummenmaa, investigador del cerebro y profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Aalto de Finlandia, cuyo trabajo aparece en un reciente número especial sobre la risa de la revista Royal Society. EN 2022
“Simplemente copiamos el comportamiento y la risa de los demás”, afirmó Nummenmaa. “El acto de reír de otra persona se percibe primero al verlo u oírlo, y esta información sensorial se convierte después en la misma zona del cerebro de los observadores”, agregó.
“La risa es una señal prosocial contagiosa que transmite motivación vinculante; Por el contrario, el llanto de un adulto comunica el deseo de proximidad social al señalar angustia.”