Lo nuevo siempre vende, como así también lo original llama la atención. Pero en vinos hay una característica más valorada por los consumidores: la consistencia. Es decir, mantener la calidad y el concepto a través del tiempo, sin importar los embates de las modas. Esos vinos se vuelven clásicos con el correr del tiempo, más allá de su estilo. Porque una cosa son vinos de estilo clásico y otra son vinos que llegan a ser considerados como tales, por su reconocimiento, pero más por su manera de sostenerse en el tiempo en copa de todos.
Desde el punto de vista estilístico, se puede decir que un vino clásico es aquel que no es moderno y, por lo tanto, mantiene esa estirpe de fines del siglo XX, cuando los tintos descansaban mucho tiempo en toneles grandes para poder redondear sus taninos. Eso también influía en sus sabores, más complejos por ser una combinación de madurez de fruta con notas de crianza. Las texturas sedosas y esos sabores del tiempo es lo que identifican a los (pocos) tintos clásicos que quedan, porque los blancos siempre fueron más frescos. Eso sí, ambos eran concebidos a partir de blends, vinos elaborados con dos o más variedades, ya que el foco no estaba puesto en el cepaje, como fue post milenio.
Pero un vino argentino se transforma en clásico cuando mantiene su concepto a lo largo del tiempo. Y si bien dos décadas puede no parecer mucho, para el vino argentino lo es, por todas las cosas que han pasado. A comienzos de siglo, el varietalismo y la crianza en barricas nuevas eran los grandes protagonistas. Eso daba vinos concentrados que impactaban a los consumidores del mundo que se estaban sumando al vino. Pero ese “estilo” no duró mucho, ya que el peso del vino y el “gustito” a madera, saturaron rápido.
Fue entonces que, en pleno auge de los varietales, con el Malbec a la cabeza en el caso de Argentina, surgió el concepto de terroir. El cual, a partir de un mayor conocimiento de la composición de los suelos, se pudo mejorar el manejo de los viñedos y así obtener más “carácter de lugar”. Al tiempo que en bodega los hacedores intervinieron menos, ya que toda concentración y carácter debían lograrlo en la viña. Esto hace que muchos vinos de hoy sean tan tomables como los del siglo pasado.
Sin embargo, hay vinos que se mantuvieron ajenos a las modas y siempre valoraron más sus atributos que las preferencias o tendencias de turno. Y si bien esto no implica estar en copa de todos, los profesionales del vino (vinotequeros, restauranteurs y sommeliers) saben muy bien quienes son, y no dejan de recomendarlos. Porque es más noble apoyarse en los atributos propios, intentando hacer el mejor vino posible de acuerdo a los objetivos, que estar cambiando todo el tiempo en busca de nuevos consumidores.
Ser consistente es también una manera de ser competitivo. Quizás un camino más largo para llamar la atención y atraer nuevos paladares, pero más allá de los gustos personales, mantener un estilo a través del tiempo es un gran atributo. Y si eso se hace con éxito, el mercado lo convierte en un vino clásico. Puede ser un clásico de clásicos, de los cuales quedan pocos, o puede ser un “neo clásico”, un vino que ya cumplió más de diez cosechas y se mantiene fiel a sus orígenes.
Si bien la diversidad del vino propone degustar todo el tiempo etiquetas nuevas para descubrir nuevas sensaciones, cada tanto es bueno volver a esas etiquetas que quedaron en el paladar y en la memoria. Porque por algo hay vinos que se prefieren y, aunque eso no implique tomar siempre los mismos, confirmar los gustos personales volviendo a los clásicos es un ejercicio placentero y entretenido para todo amante del vino.
Los siguientes son 3 de los clásicos argentinos:
1-El Malbec de Ricardo Santos 2020
Bodega Ricardo Santos, Maipú, Mendoza $3990
Este Malbec eterno nace en Finca Las Madras, en el corazón de la primera zona (Russel). Y, si bien hace tiempo que cambió por fuera, su estilo se mantiene bastante parecido al original, que supo ser tan atrevido como innovador por no acudir al roble. De buena fruta y paladar jugoso, a su estilo classy se le suman taninos algo mordientes que resaltan leves dejos vegetales aportando buena frescura a su final de boca. Beber entre 2023 y 2025. Puntos: 90
2-Mora Negra 2020
Finca Las Moras, San Juan $19.500
A principios del milenio (con la cosecha 2003) se presentó en sociedad como el “mejor vino de San Juan”, un blend de Malbec y Bonarda, en busca de la identidad propia de la provincia en la alta gama. Y si bien pasaron muchos años, se puede decir que hoy el enólogo de la casa, Germán Buk, le encontró la vuelta. De buen cuerpo y frescura, algo concentrado y joven, con taninos casi firmes. Si bien hay algo classy en sus aromas (del Bonarda), en boca gana la fruta, aunque la crianza también se hace sentir. Hay fuerza y buen potencial, con mucha más frescura, hasta tensión, y muy bien lograda la parte especiada. Un gran tinto de San Juan que mira para adelante y habla mucho del Valle de Pedernal y su potencial. Beber entre 2023 y 2030. Puntos: 93,5
3-Montchenot Gran Reserva 15 años 2008
Bodegas López, Maipú, Mendoza $33.500
Solo López pude mantener el estilo y el concepto de este vino que nació en 1956 y siempre se hizo igual. Es cierto que el más famoso sale con 10 años al mercado. pero también está este con 5 más. De aspecto brillante y evolucionado, con aromas delicados que remiten a una sana evolución. Hay frutas secas, notas licorosas y de especias. De paladar es franco y trago consistente por sus texturas finas que lo sostienen y le dan profundidad. Beber entre 2003 y 2028. Puntos: 92
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