Los estilos de vinos en la Argentina empiezan a definirse, más allá que con un mismo cepaje tinto (por ejemplo) se puede hacer un vino rosado, un tinto liviano o uno concentrado, un espumoso, uno fortificado (dulce) y ahora también un blanco. O en diversos terruños, vinos intensos y aromáticos, como así también austeros y equilibrados utilizando las mismas uvas. No obstante, se puede decir que un vino tradicional se nota el paso del tiempo, tanto en sus aromas y sabores como en sus texturas.
Mientras que en uno moderno hay más intensidad y suelen ser más expresivos y vibrantes en sus texturas, más allá de su estructura. La irrupción de la fruta fresca y el reemplazo de la acidez por la concentración, son dos de los cambios más evidentes en los vinos argentinos de los últimos años. Y se sabe, la diversidad es el paraíso de los sommeliers, que en breve (sábado 3 de junio) están celebrando su día internacional.
En nuestro país, la sommellerie ha crecido mucho en apenas más de 20 años, y se han convertido en verdaderos promotores de la cultura del vino en diferentes ámbitos, ya que pueden trabajar en restaurantes, vinotecas, hoteles, distribuidoras, importadoras, bodegas, dando cursos o comunicando.
Y si bien el expertise lo logran con la práctica, sus consejos son muy apreciados por los consumidores más interesados y curiosos. No obstante, el sommelier debe siempre tener en cuento todos los tipos de vino porque los gustos del consumidor son infinitos, y no se trata de recomendar lo que uno prefiere sino lo que considera la mejor opción para cada ocasión. Pero al sommelier lo mata la curiosidad, como al gato, por eso está siempre pendiente de probar cosas distintas, conocer diferentes zonas a través de las copas o escuchar historias nuevas.
Por eso, entre ellos siempre están hablando de los vinos que vienen. Y en ese contexto se puede decir que las nuevas tendencias de elaboración, manejo de viñedos e interpretación dieron paso a los “nuevos vinos gastronómicos”, que tanto promueven los sommeliers argentinos. Un concepto polémico, porque todo vino está pensado para la mesa, ese es su lugar natural, y el espacio imaginado para consumirlo según sus hacedores. Y si bien es cierto que hoy se han multiplicado las ocasiones de consumo, el vino sigue siendo una bebida clásica y por eso la mayoría lo disfruta en la mesa para acompañar sus comidas.
Porque es obvio que es la bebida más noble y diversa para entretenerse jugando con los sentidos en la mesa. Ahora bien, los sommeliers llaman “vino gastronómico” a aquel que es más más fluido, más tenso y de menos cuerpo. Atributos que los hacen más tomable, aunque esto no signifique que tenga más cualidades que un vino estructurado. Acá se está hablando de un estilo que llegó para equilibrar la balanza, porque hasta hace poco los hacedores buscaban más concentración en sus vinos para causar más impacto.
Sin embargo, los buenos vinos de hoy buscar ser más frescos, de paso más ágil en boca y con texturas que ayuden a realzar sabores y frescura, al tiempo que brinden estructura sin que ello implique peso en boca. Obviamente, un vino gastronómico fluye más y por ende se toma más, y eso es un signo irrefutable que también se disfruta más.
Claro que a los gustos personales no se los puede discutir, y acá la discusión no es de calidades sino de estilos. Y es ahí donde ponen el foco los sommeliers, porque un vino cargado y compacto se hace más difícil de apreciar, y se termina tomando menos porque pesa más.
Pero uno que refresca, y que gracias a sus texturas se vuelve muy expresivo, se termina tomando más. Después viene la historia, el concepto, la persona, su interpretación, el lugar, la o las variedades que lo componen, el método de vinificación y crianza, el manejo del viñedo. Si todo esto está alineado y no es una figurita difícil, y su relación calidad-precio es digna de destacar, entonces será un “vino gastronómico”, el preferido de los sommeliers.
1- El Enemigo Semillón 2021
Bodega Aleanna, Agrelo, Luján de Cuyo $8800
El Semillon es el blanco tradicional que está de moda, y Alejandro Vigil es uno de los responsables del recupero del prestigio de este clásico blanco argentino. Que en esta cosecha fresca se siente más tenso que sus antecesores. De aromas austeros, con notas de levaduras secas y dejos de frutas blancas, en boca domina su acidez sostenida aportando profundidad a cada trago y también potencial. Beber entre 2023 y 2026. Puntos: 91
2- Pequeñas Producciones Barbera 2021
Escorihuela Gascón, Agrelo, Luján de Cuyo $9150
Una variedad original siempre es un as en la manga de todo sommelier. Y si bien la presentación de este vino insinúa un tinto robusto, se trata de un vino con muy buena fluidez y un carácter frutal muy definido.
De trago fresco y taninos incipientes que resaltan sus agradables notas de cereza y especias. Sobre el final de boca aparecen suaves dejos de crianza que poco a poco se irán integrando. El hacedor Matías Ciciani Soler logra un gran “vino de tavola” argentino, ideal para acompañar pastas de todo tipo. Beber entre 2023 y 2026. Puntos: 91
3- Zuccardi Concreto 2022
Zuccardi Valle de Uco, Paraje Altamira $12.000
Marcó un antes y un después en la enología moderna nacional y encima es Malbec. Si bien esta cosecha está al caer, este vino viene desde 2014 manteniendo un estilo y una línea inconfundible a pesar de su crecimiento.
Y en este 2022 se percibe hasta algo floral en sus aromas, como siempre frescos. De muy buen carácter frutal y más expresivo, con la tensión de un año fresco. Jugoso y más puro en su mensaje de fruta; golosa, pero equilibrada por la tensión. Es un vino que se disfruta más de joven, por la fuerza de sus expresiones. Beber entre 2023 y 2025. Puntos: 93
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