Siempre se dice que primero se corre con las piernas, luego con la mente y finalmente con el corazón. Es una frase no muy científica, pero que intenta ponerle un poco de poesía al concepto de fortaleza mental en las competencias.
Cuando un corredor sale de la línea de largada suele tener toda la expectativa en alto y las ganas de que lo entrenado se plasme a lo largo de los kilómetros que le toca enfrentar.
Pero aunque el cuerpo esté bien preparado, los músculos y las piernas fuertes y el sistema cardiovascular en su mejor momento, si la cabeza no quiere mantener el nivel de rigor que se precisa, el rendimiento será menor.
Cuando alguien empieza a correr todo es ganancia. Las primeras carreras marcan un parámetro de lo que podemos hacer y las primeras llegadas son un triunfo inicial que no se olvida. A veces uno entrega todo en ese debut, a veces, sin saberlo, va por debajo de las posibilidades.
La verdad de la exigencia surge con el devenir de nuevas carreras y las ganas de seguir mejorando. No se puede mejorar para siempre, pero sí se puede dar lo mejor que uno tiene en cada ocasión. Y ahí es donde aparece la fortaleza mental y la motivación.
Cuando se habla de corazón, se habla del cerebro recibiendo información y respondiendo. Cuando las cosas salen bien todo es sencillo, pero si uno quiere exigirse, será otro el trabajo. Y si las cosas no salen bien, es un esfuerzo mental extra el mantenerse motivado.
Dar lo mejor que uno tiene en cada carrera no significa que nos va a salir todo bien, significa que vamos a poner lo mejor frente a cada situación. Cuando empieza la competencia uno puede sentirse agotado desde el inicio. O porque salimos muy rápido o porque tenemos miedo a ir más al límite. Incluso, ya es más sofisticado, miedo a que nos vaya bien.
Sin llegar a ese nivel de análisis, lo que importa es mantener la concentración y la mente clara. Una carrera puede durar desde media hora hasta más de un día. En un maratón, por ejemplo, el promedio de los corredores tarda un poco más de cuatro horas. ¿Cómo mantenerse motivados?
Lo primero es visualizar el objetivo y la línea de llegada. Esto se puede hacer incluso en los días previos. Pensar en la carrera y en la meta. Imaginar ese momento feliz y pleno, recordando siempre que estuvimos trabajando para lograrlo. Pensamientos positivos que no hacen milagros, pero que aplacan mucho la angustia y limpian la mente para ir concentrándose en la carrera.
Mantener esa concentración sin que se transforme en algo abrumador, pensar sin exigencias insólitas. Ser realistas y a la vez ser ambiciosos. Siempre podemos dar más. Hay cosas que son imposibles, pero esa línea no está donde creemos. Una buena motivación nos ayudará a lograr cosas que no creíamos posibles.
Utilizar un pensamiento recurrente o un mantra. Una frase breve que nos meta en la carrera si nos desconcentramos. Algo que nos haga sentir bien y sentir fuertes. Así pasarán los momentos más duros y los minutos durarán lo que corresponde, no se volverán eternos. Cada uno puede elegir su frase y repetirla.
También se puede pensar en la gente que nos quiere y en cómo nos esperan. Es mágico lo que pasa cuando uno en la carrera recibe el aliento de un desconocido y aún más de alguien conocido. Es una inyección de energía que puede durar poco o mucho, pero despierta.
Por eso se aconseja, al menos cuando se corre en calle, llevar una remera con el nombre o algún tipo de pista sobre nosotros, el running team o el país, por ejemplo. Así, el aliento es personalizado, incluso cuando proviene de desconocidos.
Si el plan no sale como queríamos, eso no significa que todo debe darse por perdido. A veces uno cae en su motivación porque el cuerpo no responde, pero si logra concentrarse y mantenerse firme no sólo disminuirá los efectos de una mala carrera, sino que, incluso, podrá revertirla. A veces una carrera que parece arruinada termina saliendo bien.
No hay que caerse frente al primer problema. La motivación consiste también en ajustar un plan, en mantener la mente limpia para poder analizar cómo seguir. Claro que es muy difícil, si fuera fácil no tendría gracia alguna. Pero una vez más, se puede hacer si se entrena.
Hay métodos para mantenerse motivado más allá de lo mencionado. Si parece abrumador todo lo que falta, hay que meterse en el kilómetro en el que estamos. Un kilómetro a la vez. Este será a este ritmo, el próximo ya veré. Dividir la carrera en etapas para poder evaluar como venimos, para poder hacer un plan cuando el cansancio nos impide pensar. Tener una idea previa de la carrera a la que podamos recurrir en esos momentos. Imaginar la llegada todas las veces que sea posible.
Si hemos corrido muchas carreras ya sabemos la felicidad que produce el llegar. Si podemos imaginarlo mientras corremos, la mente lo agradecerá. Incluso un ensayo de sonrisa es un combustible potente.
Cuando más breve es la carrera más alta es la velocidad, por lo que la concentración es mayor y la motivación es más intensa. En una carrera de trail no tendremos público, por lo que debemos estar siempre conectados mentalmente con lo que vamos sintiendo. El terreno condiciona el ritmo pero eso no significa que no debemos exigirnos al máximo de cada momento.
Y finalmente yo utilizo un pensamiento que me permite mantenerme no sólo motivado sino también feliz. En los momentos difíciles de cada carrera pienso: “Yo elegí estar acá”. Es el pensamiento que todo aficionado debe tener presente.
Nadie nos obliga, lo elegimos porque nos hace felices. Incluso cuando no damos más, ese pensamiento tiene algo de gracioso. ¿Quién me manda a hacer? ¡Nadie, yo lo elegí! Y con una sonrisa seguimos adelante. Hay momentos muy duros y momentos luminosos, pero al final de cuenta es algo que amamos y que nos hace bien.
En la línea de llegada, aun agotados, nuestra mente empieza a imaginar el descanso y el camino hacia la siguiente competencia.
*Santiago García es maratonista, autor de los libros “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
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