Todo amante del vino sueña con tener su viñedo y hacer su propio vino, incluso muchos empresarios ven con buenos ojos volcarse a la industria vitivinícola. Sin embargo, no son tantos los que se lo toman en serio y realizan las inversiones necesarias para transformar esa pasión o hobby en un verdadero negocio. Ya que si bien el vino argentino, de la mano del Malbec, está en auge y tiene un gran potencial, la Argentina sigue siendo un terreno difícil en cuánto a previsibilidad. No obstante, las posibilidades de acercarse al mundo del vino y formar parte, se han multiplicado desde la entrada al nuevo milenio.
Al principio, el boom del real estate también llegó a los viñedos mendocinos y así surgieron algunas propuestas que combinaban parcelas de vides y distintas posibilidades de vinificar, con terrenos para edificar casas con las montañas de fondo. Uno de los precursores fue Santa María de los Andes en Agrelo (hoy Dragonback Estate), cuyo fundador soñó con tener un club house en el que Dolli Irigoyen cocinara para los propietarios y huéspedes. Paralelamente se desarrollaron otros emprendimientos en Mendoza, fundamentalmente en Valle de Uco.
Primero fue Michael Evans, quién junto a socios canadienses, desarrolló The Vines of Mendoza en el corazón de Los Chacayes. Su propuesta innovadora de viñedos privados incluyó un “barrio de bodegas”, ya que invitó a varios enólogos a plantar sus vides en dos hectáreas. Hoy, además del hotel de lujo que alberga al restaurante Siete Fuegos, creado por Francis Mallmann, cuenta con pequeñas y modernas bodegas (Solocontigo, SuperUco, Giménez Riili, etc.) y enólogos reconocidos, como Matías Michelini o Marcelo Pelleriti, que elaboran vinos con uvas que provienen de allí. Le siguieron Tupungato Winelands, Casa de Uco y Finca Propia, entre otros.
Cada cual, con sus particularidades, pero en general todos apuntaban a ofrecer pequeñas porciones de viñedos, en producción o a plantar, a propietarios privados que no fueran bodegueros pero que soñaran con serlo algún día. Los complejos más ambiciosos cuentan con un hotel y un restaurante de primer nivel para que los flamantes propietarios puedan hospedarse allí, entre “sus viñas”, durante sus visitas a Mendoza. Los valores de una hectárea plantada, con riego por goteo y produciendo uvas de primera calidad, oscilaban alrededor de us$150.000 (estos precios se mantienen en la actualidad), y el público objetivo eran los turistas (fundamentalmente los eno turistas) que llegaban desde los Estados Unidos y Brasil principalmente, y se sorprendían no solo con “la nueva” calidad de los vinos argentinos y el Malbec sino también con el imponente paisaje con la Cordillera de los Andes de fondo.
Claro que de una hectárea se pueden obtener entre 5000 y 10.000 kg de uvas, los que se pueden convertir en 5000 o 10.000 botellas; una cantidad muy grande para el consumo personal de cualquier amante del vino. Es por ello, que algunos de esos emprendimientos ofrecían la posibilidad de vinificar solo una parte de las uvas cosechadas en la parcela propia, aceptando el resto como parte de pago de expensas, como una manera de facilitar las cosas. No obstante, algunos entusiastas se embarcaron a producir sus propios vinos con este esquema de negocios y salieron a comercializarlos. El tema es que, si bien es muy difícil hacer vinos, venderlos también lo es, y por ello muchos abandonaron la actividad a los pocos años, porque eran más los vinos que se acumulaban en los depósitos que los que podían vender.
Y eso de a poco fue apagando el entusiasmo de varios de los nuevos y pequeñísimos productores de vinos. Claro que los vaivenes de la economía, la incertidumbre y las trabas al dólar, también hicieron de las suyas. Sin embargo, los viñedos siguen allí y produciendo uvas de gran calidad en el mejor momento cualitativo del vino. Es por ello que esta tendencia se vuelve a revitalizar de la mano de nuevos emprendimientos con propuestas muy atractivas y más accesibles para adquirir pequeñas porciones de viñas y hacer vinos propios.
Cómo ser dueño de una pequeña viña para hacer vino propio
Los bodegueros suelen ser herederos que continúan una tradición familiar, o empresarios que ven en el vino argentino un verdadero negocio, siempre mirando a largo plazo. Eso explicó el boom de inversiones extranjeras en el sector vitivinícola durante la primera década del milenio. Todos atraídos por el valor de la tierra y sus grandes extensiones, ya que en la Argentina el viñedo promedio es hasta diez veces mayor que en el Viejo Mundo.
Y con lo que, en un viñedo de Francia con reconocimiento mundial, se adquieren tres hectáreas, en Mendoza se podían comprar 100 hectáreas, plantarlas y construir una bodega. Eso suele llamarse oportunidad de negocio, más allá de las adversidades coyunturales, y fue lo que más atrajo a bodegueros y empresarios de todo el mundo. Este gran desembarco de capitales extranjeros agitó el avispero local, y las familias tradicionales también se lanzaron a re-invertir en sus bodegas y viñedos, como así también lo hicieron importantes empresarios de otras industrias (petróleo, farmacéutica, espectáculos, etc.).
Hoy, en días en los que la industria del vino pasa por momentos difíciles por la cosecha más magra de su historia, muchos siguen viendo la parte llena de la copa. Los vinos argentinos de hoy son los mejores gracias a la evolución cualitativa, y eso hace que muchos optimistas sigan apostando al vino. Y entre ellos hay muchos que lo hacen de manera personal, ya que no quieren involucrarse en la industria, pero si quieren elaborar sus propios vinos, porque saben lo que significa tener y compartir una botella de elaboración propia. Y es ahí donde estos emprendimientos dedicados al “real estate wine” llaman la atención de muchos inversores.
Actualmente en la Argentina, desde Salta hasta Patagonia, hay diversos emprendimientos vitivinícolas que buscan captar nuevos inversores. Desde fideicomisos con grandes extensiones de viñedos, donde el foco del negocio está puesto en la producción de uvas de altísima calidad (este año el kilo de Malbec se pagó gasta $500). Como es el caso de Finca Los Arbolitos (Los Chacayes) de donde salen las uvas para muchos de los mejores vinos argentinos. Los inversores allí persiguen una rentabilidad más allá de la revalorización de su porción de viñedo y de poder disfrutar de La Morada de los Andes, el hotel-restaurante del complejo, ubicado en un entorno único.
Lo mismo se podría decir de Dragonback, The Vines, Casa de Uco y Tupungato Winelands, ya que en todos ellos hay hospedajes de primer nivel, además de ofrecer la posibilidad de ser propietarios de viñas. En Dragonback está el exclusivo Rosell Boher Lodge, cuyo restaurante fue premiado como el mejor restaurante de bodega del mundo hace unos años. Allí también están los viñedos de Marcelo Tinelli con los que hace los vinos de su bodega Lorenzo de Agrelo.
Es decir que los propietarios particulares de allí están rodeados de vecinos conocidos. The Vines of Mendoza también cuenta un hotel y restaurante de lujo, y los propietarios de viñedos privados pueden elaborar sus vinos asistidos por el enólogo Pablo Martorell. Casa de Uco recibe huéspedes y visitantes de todo el mundo en su exclusivo “Vineyards & Wine Resort”, y ya son varios los propietarios que se lanzaron con marca propia como Finca Paucho y Piel y Hueso que se elaboran en la moderna bodega del lugar.
Y así, cada uno de ellos, tiene sus particularidades. No obstante, la barrera de ingreso (la compra de una hectárea o parcela) suele ser alta y no todos tienen bodega. Con lo cual, los que terminan ingresando, se terminan dedicando al vino como negocio, encargándose no solo de la cosecha sino también de la elaboración, crianza, guarda y comercialización de sus vinos, muchas veces en otras bodegas. A su vez, estos emprendimientos sirvieron de inspiración a bodegas ya establecidas que vieron en el loteo y fraccionamiento de sus viñedos una nueva oportunidad de negocio, como es el caso de Alfa Crux y Atamisque.
Distinto es el caso de Altos de Tinogasta que se dedica a hacer vinos y aceite de oliva en Catamarca, al pie de la cadena montañosa los Seismiles, para lo cual tuvieron que instalar paneleria solar para generar la energía necesaria para la bodega y la planta olivícola. Y hoy, ofrecen una alternativa atractiva para sumar pequeños inversores a través de la venta de parcelas de vides y olivos escriturales con una renta superior a los negocios inmobiliarios tradicionales.
Más al norte, en Salta, se encuentra Estancias de Cafayate, un complejo de barrio privado con viñedos, hotel de lujo y golf. Y en Patagonia, en 2021 comenzó un ciclo de inversiones por más de 15 millones de dólares en la región, todos movilizados por la oportunidad en el sector inmobiliario.
Así como Mendoza tuvo y tiene sus desarrollos, Neuquén busca emular ese modelo exitoso y cuenta con una ventaja, San Patricio del Chañar (donde se encuentra la mayoría de las bodegas de la zona) se encuentra dentro del área de Vaca Muerta, y eso hace que el negocio de real estate sea una oportunidad desde la perspectiva turística. Ese ciclo está liderado por el desarrollo Patagonia Estate que comanda la Familia Schroeder (dueños de la bodega homónima), que tiene previsto una inversión de 8 millones de dólares para construir un hotel, apartamentos, lotes y una cancha de polo.
No obstante, fue Finca Propia quien primero pateó el tablero, permitiendo ser dueño de un puñado de vides para elaborar 100 botellas al año con la firma del reconocido enólogo Antonio Mas. Este viñedo se encuentra en La Arboleda, Tupungato (Mendoza). Allí también está Tupungato Valley que ofrece “ganarle a la inflación con una renta diaria en dólares”, siempre a través de la compra de una porción de un viñedo o un lote para la construcción de una vivienda. Pero toda inversión, por más atractiva que parezca, pierde atractivo con la imprevisibilidad de nuestro país. Es por ello que en Lomas del Malbec no hablan de negocio sino de modo de vida.
El flamante emprendimiento de Agrelo está emplazado en un predio de 400 hectáreas, de las cuales 260 fueron plantadas en 2008 con Malbec, y hoy todo el viñedo es orgánico certificado. Las uvas son cosechadas (a mano o a máquina) por personal propio y se vinifican en su moderna bodega, bajo la supervisión de la enóloga Silvia Corti, una de las mujeres más reconocidas de la industria. Lo más atractivo de Lomas del Malbec, más allá del restaurante, del salón de eventos y de los lofts para alojarse, es que se puede ser parte con una baja inversión, adquiriendo una fracción de 120 plantas. Y con ellas elaborar en la bodega del lugar 120 botellas de vino por año, que se entregan con etiquetas personalizadas. Además, si el propietario lo desea, puede intervenir en la elaboración de su vino y ser asesorado por la enóloga.
Las opciones son escalables y llegan hasta fracciones de una hectárea que incluyen un terreno de 2000 m2 junto a las viñas propias, para los que sueñan con tener una casa rodeada de viñedos. Pero lo más novedoso es su propuesta de actividades, porque cuentan con pileta, caballerizas, lago artificial para hacer deportes acuáticos no motorizados, y senderos en los que se puede hacer mountain bike, trekking o recorrerlos en cuatriciclo. Es por ello que allí no se habla de inversión ni renta, sino de disfrutar “un nuevo modo de vida”, en un entorno natural, un auténtico club de viñas a solo 25 minutos de la ciudad mendocina.
Es evidente que existen opciones para todos los gustos dirigidas a aquellos que quieren tener su vino propio sin convertirse en bodeguero, por todo lo que ello implica. Porque más allá del monto de la inversión, muchos no quieren dejar su actividad, simplemente quieren, además de seguir disfrutando los grandes vinos argentinos, sentirse por un rato winemakers y tener su propio vino. Pocas botellas, las suficientes para compartirlas y disfrutarlas, sin las complicaciones que el negocio acarrea.
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