No están arrepentidos de ser padres; están cansados. No es que prefieran su vida anterior a la llegada de los hijos; es que a veces no querrían tener que ocuparse de nadie más que de sí mismos por un rato. No saben si perdieron la paciencia, o tal vez nunca la tuvieron, pero lo cierto es que las madres y los padres de hoy viven con la sensación de que a sus días les faltan horas -o le sobran obligaciones-.
Están agotados, sin energía, y a la vez culposos por no poder estar muchas veces dispuestos de cuerpo y alma para atender a las demandas de sus hijos.
El licenciado en Psicología y sexólogo Mauricio Strugo (MN 41436) los definió en diálogo con Infobae como “padres low battery”, y consideró como una de las principales causas del fenómeno al hecho de que “la edad para ser padres se ha aplazado cada vez más, priorizando carreras profesionales, viajes y trabajos, dando como resultados padres de entre 35 a 45 años que físicamente y también a nivel psicológico están mucho más agotados que las generaciones de padres anteriores, que tenían hijos entre los 25 y 35 años”.
He allí una posible explicación. A la que la licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) agregó: “Si bien hace años que venimos siendo parte de este cambio cultural, podemos ver claramente en la actualidad cómo, además, al haber cambiado los roles en la sociedad, la mujer ya no está a cargo exclusivamente de los hijos y los hombres no están exclusivamente trabajando fuera de casa sino que ambos trabajamos y nos ocupamos, las tareas están más repartidas y debido a esto los temas de crianza nos convocan a todos y a su vez, nos agotan”.
Para ella, lo que agobia “no es la crianza propiamente dicha sino las corridas diarias que implica llegar a todo con horarios estipulados, sobre todo cuando hay más de un hijo”. “Nos sentimos de acá para allá, post hora laboral, pre hora laboral, debiendo llevarlos a actividades deportivas, idiomas, escuela, cumpleaños, a casa de amigas o amigos, etc. sumados a los quehaceres del hogar, las compras, la limpieza, cocinar, el cuidado de las mascotas, etc. Y entre tanto que hacer se nos pasa el tiempo”, analizó.
En la misma línea, la médica psiquiatra infantojuvenil Andrea Abadi (MN 76.165) consideró que “en realidad, la crianza de los chicos es un tema que, en general, creemos que lo hacemos en forma automática y que no requiere mayor trabajo mental. Sin embargo, es una situación que necesita de una toma de decisiones constante y del control de los afectos y de la conducta de uno mismo como padre frente a cuestiones que tienen que ver con los niños mismos y con el contexto en el que se deben desarrollar”. Para la directora del Departamento Infanto Juvenil de Ineco, “dado que es una ocupación de 24/7, los 365 días del año, además se incluye dentro de un contexto que es por demás desgastante, un contexto social y económico que resulta sumamente adverso. Esto ocurre en todos los lugares del mundo, pero especialmente en países como Argentina se trata de un contexto en el que hay que estar atento a demasiadas cosas”.
Sobre el contexto y la situación del país, Strugo agregó: “las crisis económicas han llevado a que en la actualidad, para que el dinero alcance, ambos padres tengan que trabajar, haciendo malabarismos entre la crianza de sus hijos, la logística que implican todas las actividades que hacen más las tareas que requieren llevar adelante un hogar. Todo esto termina crispando los nervios, agotando la paciencia y se naturaliza el malestar en todos los miembros de la familia porque siempre se está corriendo para llevarlos a fútbol, a inglés, al odontólogo, pediatra al mismo tiempo que la escuela pone reuniones y actos escolares en horarios en los que si no se asiste nos sentimos mal con nuestros niños y si vamos pidiendo permiso salimos corriendo a trabajar enojados y preguntándonos si era necesaria esa actividad a las 10 de la mañana”.
¿Cómo estás? Cansado, como respuesta a todo
La logística con respecto a los niños que se lleva a cabo en la vida cotidiana les demanda hoy en día mucho más tiempo a los adultos involucrados. Lo cual deviene en un cansancio casi crónico, que visto de afuera podría interpretarse que es con los hijos, cuando en verdad el tema es más profundo. “En el pasado, los chicos podían tener mucha más autonomía y se movían con mayor libertad. En la actualidad, un chico no puede salir solo a la calle hasta que se encuentre tal vez avanzada su adolescencia -analizó Abadi-. Esta cuestión hace que uno tenga que conciliar con otros adultos la ida y vuelta de los niños de un sitio a otro, los tiempos, etc. Además, se debe tener en cuenta que los chicos hoy son multipropósito, les gusta realizar diferentes actividades, y estar en casa no es en general un programa para ellos durante la semana. Si a esto le sumamos que algunos requieren de tratamientos, o profesores particulares, la situación se vuelve más compleja, dado que todo esto recae indefectiblemente en la logística cotidiana y laboral de los padres que están a cargo”.
En opinión de Strugo, “los padres actuales están súper comprometidos con la crianza, incluso en el caso de los hombres son muchos más concientes del trabajo en equipo, porque entienden la importancia de su presencia en la crianza, pero por otro lado, porque no queda otra que turnarse para cumplir con todo lo que día a día parece una vida entera”. “Esta manera de vivir corriendo al colegio, a los trabajos y tener todo listo para que todos se acuesten temprano y el día cierre lo mejor posible, produce un desgaste que con el arrastre de todos los días se transforma en estrés prolongado, termina generando mal clima intrafamiliar e incluso separaciones y divorcios”.
Sumado a esto, sumó Abadi, “hoy por hoy todos trabajan más horas de las que les gustaría, por lo que los tiempos libres existen poco y nada”. “Por lo cual, uno termina destinando aquel tiempo que tal vez tenía para dedicarse a algo placentero con el hijo, como ir a jugar a la plaza o compartir un rato de ocio en casa, a llevarlo y traerlo de algún deporte o cumpleaños”.
Para Ruda, este agotamiento propio del día a día hace que muchas veces los padres “se olviden del tiempo de calidad con los hijos”. “A veces la cena es el único momento en el que todos los integrantes de la familia se encuentran y a veces estamos tan ocupados que este momento es un trámite -observó-. También puede pasar que en la cena no estén todos; lo importante es que exista algún momento en el día en que se pueda compartir pero tratar que no sea forzado sino que podamos disfrutarlo, escucharnos, contarnos. Es importante que cada uno vaya encontrando momentos con los chicos, que no seamos padres y madres por inercia, ni solamente remiseros y cocineros”.
“Puede pasar entonces que los momentos en los que estamos con ellos sean quizá el camino entre la escuela y casa, entre casa y fútbol, hacer las compras o pasear al perro -reconoció la especialista-. Lo importante es que aunque sean 15 minutos esos ratos podamos, en vez de quejarnos por el tránsito o el agotamiento, mostrar el apuro o verbalizar todo lo que nos falta hacer, buscar conversaciones. Interesarnos por lo que les pasó en el día y contarles del nuestro. A veces forzar momentos es peor, y no nos damos mucha cuenta que esos minutos de un lado a otro pueden ser uno de los momentos en los que más hablemos con nuestros hijos. Podemos encontrarle la vuelta para dejar la queja y el cansancio que nos atraviesa y hacer de ese rato un lugar de encuentro”.
- ¿Podemos hablar de un burnout parental?
- Abadi: Es muy interesante el concepto de burnout parental, aunque no es un término que esté muy en boga. Hablamos de burnout docente, médico, profesional, sin darnos cuenta que el hecho de ser padres también es una ocupación, y hasta una pasión, pero que nos puede llevar al agotamiento. Podemos decir, no sé si burnout, pero sí una sensación de falta de disponibilidad afectiva para poder entregarse a las tareas cotidianas de la vida, lo cual lleva a terminar teniendo un nivel de agotamiento alto y, a veces, de sensación de aislamiento como padres, con una necesidad de que los chicos estén ocupados en algo para tener un rato de distensión.
Además, a esto se suma un tema importante para hablar que tiene que ver con los celulares y las computadoras, que vienen a ocupar muchas veces esa necesidad que tienen los padres de quedar un momento en silencio de la demanda constante de los niños. Muchas veces debemos plantearnos, sin entrar en una situación de culpa, si tal vez, el hecho de retirarnos afectivamente o en términos de tiempo del vínculo sea el camino correcto o si, en cambio, quizás se deberían encontrar algunas otras formas.
Lo que sí es cierto es que tenemos que tener en cuenta que criar a un hijo es una ocupación indelegable y que, entonces, habrá que plantearse cuáles son las prioridades de cada uno, pero sin delegar y postergar los momentos de encuentro con la familia y con los chicos, porque son momentos que no vuelven. Si lo pensamos como un disfrute en lugar de una obligación, esto redundará en una mejor sensación de crianza, en la que el padre se sentirá más satisfecho con ese rol cotidiano.
- Strugo: Si bien el síndrome del burnout suele utilizarse para el estrés laboral, sin duda que vivir de esta forma suele ser tan insalubre como trabajar en un lugar con las peores condiciones y todo el estrés de esa situación. Podría decirse que hay un burnout parental porque indefectiblemente al ser la base de esta estructura y ser los que tienen que llevar y traer a sus hijos, además de todo lo mencionado anteriormente, este burnout, relacionado con el agotamiento, sin dudas va a llevar a reclamos, peleas por quién está más sobrecargado y esas situaciones van a drenar lastimosamente hacia los niños.
Para reconocerlo, como síntomas del burnout podemos observar el cansancio constante, la dispersión o falta de atención por agotamiento, que en las conversaciones se nos pasen cuestiones importantes. También puede ser un indicador de que estamos viviendo de esta manera que por correr tengamos accidentes domésticos o automovilísticos o que simplemente lleguemos tarde a un vuelo o a alguna actividad importante, nuestra o de los hijos.
Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo
La frase se la adjudican a Albert Einstein. Tal vez el físico alemán jamás la pronunció, pero bien vale a cuento para pensar acerca de si los padres tienen manera o posibilidad de revertir ese estado de cansancio “crónico”. Porque -seguramente- por cuestiones económicas o por no querer delegar el cuidado de sus hijos en otras personas muchos sientan que están en un círculo vicioso del cual es imposible salir.
En ese sentido, Abadi planteó que “en general, toda situación crónica se revierte, siempre y cuando se comiencen a hacer cosas diferentes”. “No se trata de intentar ser más efectivo sino de aceptar que no podemos con todo y que algunas cuestiones quedarán un poco postergadas y que es uno quien va a decidir cuál será su objetivo primordial cada día -ahondó-. Es verdad que la cuestión económica no la podemos revertir, y que a veces uno quisiera delegar pero no tiene en quien, pero todos como adultos tenemos la obligación de plantearnos cuál es nuestra escala de prioridades en la vida”.
El punto determinante, según dicen los que saben, no es lo que a cada persona le sucede en la vida, sino lo que cada quien decide hacer -o cómo elige pararse- frente a eso que le toca atravesar.
“Es imposible desacelerar el mundo en el que vivimos inmersos, pero como padres y parejas deberíamos preguntarnos ‘para qué tanto’ -analizó Strugo-. Si mandarlos a tantas actividades es una solución porque tenemos que trabajar y no nos queda otra, si es para no quedar afuera de los grupos de pertenencia y que nuestros hijos no sean excluidos porque todos sus amiguitos después de escuela van a determinada actividad o es porque decidimos seguir el plan de armar una familia, con la ilusión de compartir y criarlos pero pasan unos minutos cuando llegan con sus demandas y ya no tenemos más paciencia y entonces buscamos miles de actividades para que se cansen y cuando lleguen a casa se termine rápido el día porque no podemos más de la frustración de lidiar con que no todo es color de rosas a la hora de estar en familia”.
Para él, “la manera de revertir ese cansancio tiene que venir desde mucho antes, desde la planificación familiar”. “Tenemos que preguntarnos para qué queremos tener hijos e incluso luego de tener uno, si queremos volver a ser padres, salir del mandato social y pensar si estamos disponibles para criar niños que como parte de su crecimiento harán berrinches, serán rebeldes y cuando estemos cansados, muchas veces no lo entenderán”, profundizó el especialista, quien remarcó: “En el presente, si estamos inmersos en esa amansadora que nos hace estar low battery, debemos ser conscientes de nuestros límites y posibilidades, saber que tambien como padres somos quienes tenemos que hacer entender a los hijos que no podemos llevarlos o hacer todo lo que quieren porque sus compañeros o amigos lo hacen o para cumplir, que a veces hay que estar en casa y también que hay que aburrirse y que de allí, de estar más tranquilos y no todo el tiempo yendo y viniendo en el auto, surgirán charlas, nuevos juegos y será más placentero estar juntos”.
“El tiempo pasa volando” y “desromantizar la crianza” como mensajes finales
Para Ruda, en este punto, es clave dejar de lado la idea “romántica” que muchas veces se tiene de la maternidad y la paternidad. “Quiero decir que también podemos estar cansados y no tener ganas, podemos tener ganas de estar a solas; tener hijos no nos obliga a querer estar con ellos todo el tiempo -explicó-. Lo importante es encontrar momentos genuinos de disfrute y, seguramente, se darán naturalmente cuando nos relajemos un poco, cuando podamos delegar algunas tareas para tener un poquito de tiempo libre, y cuando podamos descentrarnos de nuestro malestar por el cansancio de vivir corriendo”.
“Estamos cansados, es verdad, por esto no hay que exigirse en ser el padre o la madre ideal, pero tampoco debemos perder de vista que en un pestañeo los chicos ya son grandes y que es necesario para construir un vínculo sólido y gratificante que también sea desde el placer y el disfrute, más allá de las exigencias que implica ser madres y padres -analizó la especialista-. Y sobre todo tener en claro que este vínculo es el que se irá acomodando a las necesidades de nuestros hijos a lo largo de sus vidas para que, una vez adultos y fuera de casa, sientan ganas de compartir con nosotros esos ratitos de charlas”.
En esa línea de pensar qué hacer para correrse del lugar de queja y malestar y pasar a disfrutar de las tareas que implica criar a los hijos antes de que el tiempo nos deje sin niños en la casa, Ruda propuso que las madres y los padres puedan “encontrar momentos de placer para sí mismos. Tener espacios propios, salir con amigos, hacer algún deporte o actividad física, alguna actividad artística, lo que sea que se haga con ganas y genere suficientes endorfinas como para contrarrestar la vorágine con la que se vive”.
“Nos hace falta estar más contentas y contentos, mejor predispuestos -sostuvo-. A veces sentimos la maternidad como una pérdida, como lo que dejamos de hacer desde que somos padres, haciendo hincapié en lo que dejamos atrás sin lograr ver que en realidad resignificamos y cambiamos de prioridades. Nos sentimos un poco presos porque estamos llenos de mandatos que quedaron atrás en relación a todos los cambios que estamos viviendo culturalmente. Lograr vivir más livianos nos hará, por añadidura, mejores madres y padres”.
Es que, es verdad, suele decirse que los hijos crecen en un abrir y cerrar de ojos, y que hay que disfrutar de cada etapa, que el tiempo vuela, y que, y que. ¿Y el tiempo de los adultos?
“Así como los chicos crecen rápidamente, los padres también crecemos en paralelo con ellos. Con lo cual, lo que nos perdemos de vivir hoy, no lo vamos a recuperar con la misma facilidad más adelante”, abordó Abadi, quien a modo de mensaje final reflexionó: “Es posible que uno tenga que pensar de qué manera le va a ‘robar’ a las obligaciones cotidianas, todos los días y semanas, un tiempo de placer a solas y también con nuestros hijos. El rol de padres es sumamente exigente y, por ende, uno tiene que poder también retroalimentarse estando en contacto con otros pares de su edad, teniendo momentos de diversión, mientras nuestros hijos también están en una situación del mismo tipo. Estos son momentos de relax y de calidad de vida para todos, dado que cuando mejora la calidad de vida del adulto, también mejora la de sus hijos”.
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