No hay muchas carreras en el mundo que puedan decir que tiene 97 años de antigüedad. Mucho menos que sigan siendo tan populares, masivas y queridas como la San Silvestre de San Pablo, en Brasil.
Se trata de una competencia que ha pasado por un montón de cambios, pero que incluso después de la pandemia se siente renovada, feliz y siempre se vive como una auténtica fiesta. Es un lugar común llamarle fiesta a una competencia feliz, pero no hay carrera más feliz que la San Silvestre de San Pablo. Tal vez abrume a algunos, porque más de treinta y dos mil corredores en una carrera de 15 Km puede ser una ola que asuste a más de uno.
Oficialmente se la conoce como Corrida Internacional de São Silvestre y se corre desde el año 1925 en San Pablo, Brasil. La competencia fue creada por el periodista brasileño Cásper Líbero y es organizada por el periódico la Gazeta Esportiva, fundado justamente por este Líbero.
La carrera, como su nombre delata, se corre el 31 de diciembre, siguiente el Santoral Católico, donde San Silvestre corresponde a esa fecha. Inicialmente se competía de noche, pero con los años, y para que pudiera ser una carrera masiva que pudiera compartir fecha con los festejos de año nuevo, se la fue corriendo de horario hasta que se instaló en la mañana.
Es la carrera más famosa del mundo que no es maratón. Aunque su fama ha generado algo de confusión con respecto a esto, la distancia nunca llegó a superar los 15 Km que tiene en la actualidad. La edición inicial fue de 6200 mts y luego se movió por muchas distancias, no siempre en números redondos. 6, 5, 7, 8 y 12 kilómetros hasta que en el año 1991 se instaló finalmente en la distancia actual, lo que no sólo le da un buen desafío a los atletas sino que además permite dispersar un poco más el caudal descomunal que la carrera tiene. Hasta 1945 sólo podía competir brasileños y desde el año 1975 existe la categoría femenina.
Han pasado por la carrera todo tipo de estrellas del atletismo no solo local, sino mundial. Varios campeones olímpicos y plusmarquistas ganaron la San Silvestre de San Pablo. Emil Zátopek, Frank Shorter, Ronaldo Da Costa, Paul Tergat, Marílson Gomes dos Santos, Rosa Mota y Brigid Kosgei. Un argentino, Osvaldo Suárez, ganó la San Silvestre en tres ocasiones, 1958, 1959 y 1960. Desde el año 2010 en adelante el dominio africano se volvió total, como ocurre con muchas otras carreras en el mundo.
Pero la San Silvestre San Pablo, una carrera que se propagó a toda Hispanoamérica, es por encima de los excelentes profesionales invitados, una carrera popular por definición. Los que van a la Avenida Paulista todos los 31 de diciembre por la mañana no lo hacen para batir un récord sino para despedir el año con alegría en una competencia exigente, pero igualmente festiva.
Al desarrollarse el 31 de diciembre la temperatura puede ser muy alta y la humedad en San Pablo también lo será. Por eso hay nada menos que cinco puestos de hidratación en el recorrido, asegurándose que a nadie le falte el agua necesaria para cumplir el duro objetivo.
La salida es inolvidable. Unos minutos después de que salen los competidores en sillas de ruedas y la elite femenina, sale la elite masculina y detrás los treinta y dos mil corredores. Los corrales para los que no tengan una inscripción VIP, se abren tres horas antes de la carrera y, aunque no es nada cómodo, muchos corredores eligen ponerse en el sector de largada en ese momento.
Pasar la línea de inicio -que es donde empieza a contar el chip el tiempo de cada corredor- puede llevar más tiempo que en ninguna otra carrera del mundo. Pero ese comienzo algo torpe, alborotado y definitivamente embotellado, se ve compensado cuando se baja por un viaducto y desde arriba del mismo se recibe la ovación más grande que uno corredor pueda imaginar, aumentada a su vez por el espacio del túnel abierto por el cuál vamos corriendo. No importa cuantas veces uno participa, en ese instante a todos se nos pone la piel de gallina.
Los primeros dos kilómetros son en bajada, pero la multitud vuelve casi imposible correr a buen ritmo. Muchos salen caminando, portando llamativos y complejos disfraces y algunos simplemente hacen unos metros y se arrodillan a rezar y a agradecer por el momento que les toca vivir.
La locura es maravillosa y, a diferencia de lo que ocurre habitualmente, nadie se enoja por este entorpecimiento de la largada. Solo nos lamentamos, eso sí, por no poder aprovechar esos dos kilómetros. Porque la carrera empieza en la Avenida Paulista y termina allí, Los últimos dos kilómetros de carrera son, lamentablemente, en una subida demoledora, de las más complicadas de cualquier carrera popular en el mundo.
El aliento es intenso en ese final y todo vale la pena, como al comienzo. Pero estos difíciles y locos 15 kilómetros son la forma de despedir el año, como ocurre en muchos otros países donde la carrera también existe, aunque desde hace menos tiempo. El jueves, cuando se estaban entregando los kits, se supo la noticia más triste: había muerto el rey Pelé. La figura más popular de Brasil había llegado al final de su vida en lo que era una muerte que se venía anunciando desde el Mundial de fútbol de Qatar.
Esto no dejó indiferente a la carrera, por supuesto, que se corrió el sábado 31. La estrella del fútbol murió justamente en San Pablo, donde desarrolló la mayor parte de su carrera. Pero la ciudad es muy grande, hablamos de distancias grandes entre estos lugares y la competencia.
No faltaron remeras de Pelé, carteles, homenajes varios y menciones destacadas. Lo mismo ocurriría a la noche en la fiesta de año nuevo que se hace en el mismo lugar, en la Avenida Paulista. La carrera, que hace la bajada ya mencionada, pasa por debajo del escenario de la fiesta de la medianoche, un día movido para la ciudad, sin duda. Los 32 mil corredores, los espectadores y el staff de la carrera parecen muchos, pero esa misma noche fueron dos millones de personas a una fiesta de Año Nuevo que estuvo dos años seguidos sin poder realizarse.
Muchos competidores corren descalzos, muchos lo hacen con trajes típicos, pero este año una querida corredora brasileña se lució con el traje elegido para competir: se vistió casi exactamente como la Reina Isabel II, fallecida unos meses atrás. Ana Luiza Garcez copió muy bien un famoso traje naranja de su majestad, sombrero y cartera incluidos. Eso sí, usó zapatillas, pero con un color naranja al tono que era digno de aplausos. Fue una de las estrellas de la jornada.
Por supuesto también hubo elite. El ganador fue el ugandés Andrew Rotich, que completó el circuito en 44 minutos y 43 segundos. En la categoría femenina la ganadora fue la keniata
Catherine Reline Amanang’ole con una marca de 49 minutos y 43 segundos. Pero la mayoría de los competidores nunca se enteraron de este dato. Los que disfrutamos una vez más de la fiesta y la alegría vivimos la experiencia más allá de los merecidos y notables ganadores. Se necesita entrenamiento, fuerza y resistencia para correr San Silvestre San Pablo en serio, pero por encima de cualquier otra cosa, se necesita tener un espíritu festivo y muchas ganas de despedir el año junto a la multitud inolvidable que atraviesa las calles de la ciudad.
*Santiago García es maratonista, autor del libro “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
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