Eyal Winter, economista, académico israelí, dedicado a la investigación en economía conductual y teoría del juego, afirma que la psiquiatría ha superado a la psicología. Aunque no se detiene a profundizar que desde el comienzo ambas ramas del saber se han dedicado a cuestiones diferentes, indica que la primera, al usar métodos médicos y biológico para tratar los trastornos mentales “ha superado en gran medida a la psicoterapia, que se basa en enfoques no biológicos como la conversación y el asesoramiento”. Ante este supuesto fracaso, “los psicoterapeutas han buscado desafíos alternativos”, señala.
A partir de aquí, Winter apunta a un sector de la psicología a la que llamó “positiva” para la cual “un enfoque común, es centrarse en mejorar la felicidad de las personas mentalmente sanas, en lugar de aliviar el dolor mental y el trauma de quienes sufren”.
Esta corriente se conoce “como ‘psicología positiva’ y se ha ampliado recientemente para dar cabida, no solo a psicólogos, sino también a trabajadores sociales, entrenadores de vida y terapeutas de la nueva era”, según explicó el académico, ex director del Centro de Estudios de Racionalidad en la Universidad Hebrea de Jerusalén y actualmente en la Universidad de Lancaster.
En un artículo publicado por la revista The Conversation, Winter puso luz sobre lo “negativo” de los “psicólogos positivos” y rescató lo “positivo” de algunas de las emociones “negativas”. Estas corrientes, señala, instan a las personas a aprovechar el momento presente porque esto nos permite ser más positivos y llevan a “evitar tres de los estados emocionales más infames, a los que llamo emociones crudas: arrepentimiento, ira y preocupación”, explica.
Es decir, si nos centramos en el arrepentimiento y la irá, nos situaremos en el pasado, y si lo hacemos en la preocupación, estaremos enfocándonos en el futuro.
Esta es una situación por demás inevitable para el ser humano, advierte, cuya psicología está “programada evolutivamente para vivir en el pasado y el futuro” porque “no se puede aprender sin vivir en el pasado y no se puede planificar sin vivir en el futuro”.
Arrepentimiento
Para el experto, —quien tiene una extensa carrera de investigación y ha trabajado de manera multidisciplinaria con especialistas en psicología, derecho, matemática, computación y finanzas— el arrepentimiento puede hacer sufrir porque implica “reflexionar sobre el pasado”, pero “es un mecanismo mental indispensable para aprender de los propios errores y evitar repetirlos”.
Preocupaciones
Esta es una emoción que nos ubica en el futuro, pero no es menos esencial que la anterior porque preocuparse por el futuro es inherente al ser humano, ya que puede “motivarnos a hacer algo que es desagradable hoy, pero que puede generar ganancias o ahorrarnos una pérdida mayor en el futuro”.
“Si no nos preocupamos en absoluto por el futuro, es posible que ni siquiera nos molestemos en adquirir una educación, asumir la responsabilidad de nuestra salud o almacenar alimentos”, puso como ejemplos.
Ira
Winter clasifica tanto a esta como las dos anteriores como “emociones instrumentales”. En el caso particular de la ira, “nos protege contra el abuso de otros y motiva a las personas que nos rodean a respetar nuestros intereses”.
Según pudo establecer en trabajos anteriores junto a otros especialistas, recuerda, se “ha demostrado que un cierto grado de ira en las negociaciones puede ser útil , lo que lleva a mejores resultados”.
El optimismo
Y en este punto, Winter vuelve a cuestionar la “psicología positiva”, ya que al menos en Occidente, dice, “los estudios han estimado que un enorme 80% de las personas” tienen lo que se denomina “sesgo de optimismo , lo que significa que aprendemos más de las experiencias positivas que de las negativas”, explica.
Teniendo en cuenta que ser más optimista que realista “puede conducir a algunas decisiones mal pensadas, como poner todos nuestros fondos en un proyecto con pocas posibilidades de éxito. Entonces, ¿realmente necesitamos ser aún más optimistas?”, se pregunta.
Ese “sesgo de optimismo”, agrega, lleva a un “exceso de confianza”, como creer que “somos mejores que los demás en la mayoría de las cosas”, como por ejemplo, conducir un automóvil. Hará que “no nos preparemos adecuadamente para una tarea difícil y culpemos a los otros cuando finalmente fallamos”.
Pesimismo defensivo
Aquí Winter llama a prestar atención a lo que denomina “pesimismo defensivo”, sobre todo a las personas ansiosas que, de esta manera, se prepararán para afrontar determinadas situaciones para evitar el pánico y superar los obstáculos con calma.
El autor calificó de “clasificación ridícula de países por su nivel de felicidad” al Reporte de Felicidad Mundial (WHR, por sus siglas en inglés), una encuesta global que realiza Gallup cada año, patrocinada por las universidades de Columbia (Nueva York) Columbia Británica (Canadá), Oxford (Reino Unido) e importantes empresas y fundaciones.
Existe la “conjetura engañosa de que uno puede medir la felicidad simplemente preguntando a las personas si son felices o no”, dice Winter. “Si bien los cuestionarios sobre la felicidad miden algo, no es la felicidad per se, sino la disposición de las personas a admitir que la vida es a menudo difícil o, alternativamente, su tendencia a jactarse con arrogancia de que siempre lo hacen mejor que los demás”.
El problema de la felicidad
La “psicología positiva” es “perjudicial”, cuando se enfoca de manera excesiva en alcanzar la felicidad y, según Winter, cuando afirma que “tenemos el control total sobre ella”.
Winter citó al psicólogo español Edgar Cabañas en su libro Happycracy en el que considera que las corrientes positivas supuestamente están “siendo utilizadas cínicamente por las corporaciones y políticos para cambiar la responsabilidad de cualquier cosa, desde una leve insatisfacción con la vida hasta la depresión clínica, de las agencias económicas y sociales a los individuos que sufren”, porque, “si tenemos el control total de nuestra felicidad, ¿cómo podemos culpar al desempleo, la desigualdad o la pobreza de nuestra miseria?”.
Si bien Winter rechaza esta teoría conspirativa de la que serían promotores los psicólogos positivos y las empresas “sí creo que no tenemos control total sobre nuestra felicidad y que esforzarse por lograrla puede hacer que las personas se sientan más miserables que felices”.
Es decir que si la meta es ser felices, pero no es posible cumplir con eso, agregará “una frustración sustancial y autoculpabilización”, considera.
Finalmente, Winter se preguntó si, realmente, el valor más importante de la vida es ser felices y se respondió con una frase del filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882): “El propósito de la vida, no es ser feliz. Es ser útil, ser honorable, ser compasivo, conseguir haber marcado alguna diferencia por haber vivido y vivido bien”.
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