En la década del 50 Emil Zátopek era llamado “La locomotora humana” y su fama era universal. Admirado y conocido, todos lo consideraban el corredor más importante que existía. Pero lo que realmente tiene valor es que su fama era merecida, Zátopek se había ganado ese título y también su prestigio. El atleta nació en 1922 en Kopřivnice, ciudad ubicada en lo que por entonces era Checoslovaquia. Como dato curioso hay que mencionar que nació el mismo día que Dana Zátopková, que años más tarde sería su esposa, otra enorme atleta.
En su adolescencia tuvo que abandonar la escuela porque su familia no podía costearla. Empezó entonces a trabajar como aprendiz en la fábrica de zapatillas Bata de Zlin, a cien kilómetros al sur de Ostrava. Dentro de esta fábrica pasó por diferentes puestos, intentando alejarse de los sectores más tóxicos de la producción. Sus estudios nocturnos en química le permiten finalmente pasar a un puesto más tranquilo y satisfactorio.
La empresa, preocupada por difundir el calzado deportivo que fabricaba, comienzó a realizar competencias deportivas. Emil odiaba el deporte y lo consideraba algo inútil. Participó de mala gana en el fútbol e hizo lo imposible para evitar las carreras. Al llegar la ocupación nazi, los invasores para congraciarse con la población, organizaban competencias deportivas. Zátopek participó a regañadientes de una de ellas y salió, sin proponérselo, segundo. Todos comentaban que corría muy raro, pero sin duda corría rápido.
A partir de ese momento, ocurrió la magia del running. A Emil le empezó a gustar correr. Sin intentar llamar la atención, empezó a correr para ir a la fábrica, se lo veía correr muy rápido.
El atleta comenzó a entrenar en serio y ahí empezó el nacimiento de una leyenda. Muchos pensaban, al verlo pasar, que estaba chiflado. Mientras tanto los nazis empezaron a mostrar su cara real y las tensiones crecieron, pero Zátopek se estaba convirtiendo en alguien conocido.
Se anotó en una carrera de 3500 mts. Tres atletas se habían puesto de acuerdo para arrebatarle la carrera a un cuarto que ostentaba el récord. Pero no pensaron en Zátopek, por lo que fueron corriendo duro y parejo hasta que solo le faltaban 200 metros. En ese momento, Emil arremetió con todo y ganó la carrera. En aquella época no se conocía el sprint final, es decir esa aceleración para rematar la carrera. Lo acababa de inventar alguien que se había entrenado de esa manera.
Sus métodos salvajes serían una característica de su vida como deportista. No inventó las series cortas, pero las explotó de forma insólita. Entrenaba al máximo, hasta el límite, cosa que no todos los atletas hacen. Según él, correr despacio ya sabía, que lo que necesitaba entrenar era correr rápido. Nadie entrenaba como Zátopek. Nadie se exigía tanto. Él fue siempre al límite y obtuvo resultados extraordinarios. Sus métodos eran polémicos, pero los resultados hablan por sí solos.
Terminada la Segunda Guerra Mundial Emil Zátopek se uniría al ejército de su país. También sería el momento para que el mundo se encontrara con esta maravilla, todos conocerían a la Locomotora Humana. En los Juegos Olímpicos de Londres 1948 obtendría dos medallas. La plateada en los 5000 mts y la dorada en los 10.000 mts. Empezó a batir récords y a superarse a sí mismo, incluso llegó a ser el primero en correr los 10.000 mts en menos de treinta minutos. Sin embargo la gloria y la leyenda encontrarían su momento inolvidable en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.
Nunca nadie antes y nunca nadie después lograría lo que logró Emil Zátopek en esos Juegos. No sólo ganó las medallas doradas en 5.000 mts y 10.000 mts. sino que también obtuvo la medalla dorada en maratón. No hay palabras para definir semejante proeza. Muchos han ido por esas primeras dos carreras, pero ninguno se atrevió a sumarle la distancia madre de las carreras de fondo. Además, como si esto fuera poco, estableció récord olímpico en las tres.
Aún así, lo más increíble es que Zátopek nunca había corrido un maratón antes y su debut lo hizo en la misma semana que en que había realizado las otras dos pruebas. En el maratón Zatopek se enfrentó al ganador de Londres 1948, el argentino Delfo Cabrera, que terminó en un sexto puesto. Sin embargo, otro argentino, Reinaldo Gorno, obtuvo la medalla plateada.
Salir segundo frente al mejor momento de Zátopek es un verdadero honor. También por eso en Argentina el atleta checo tuvo tanta fama. Fama que llevó a que en 1983, mucho tiempo después de retirado, visite la Argentina en su condición de leyenda del atletismo. Pero su carrera no había terminado en Helsinki. Después de 1952 siguieron sus victorias, aunque no llegó físicamente bien a los siguientes Juegos Olímpicos, los de Melbourne 1956. Se retiró poco tiempo después, siendo un verdadero héroe nacional y con altos reconocimientos en el ejército.
Emil era un militar nacionalista con amor por su país y entró en conflicto con el comunismo en 1968. Su apoyo a la Primavera de Praga le trajo consecuencias. Fue borrado de la vida pública y expulsado del ejército. Tuvo que trabajar en una mina y como barrendero.
Cuenta la leyenda que los vecinos, que conocían a su héroe nacional Emil Zátopek, salían a barrer sus veredas antes de que él pase para aliviar la tarea a su ídolo deportivo. Las presiones por parte de los ciudadanos de su país llevaron a que le restituyeran sus honores unos años más tarde y a partir de allí recibió homenajes en todo el mundo. En 1997 fue elegido como el mejor corredor del siglo XX, el más merecido de los honores para un atleta que cambió la historia del deporte.
Murió en el año 2000 con toda la reivindicación merecida. Su estilo inconfundible fue una marca de fábrica. Corría de forma extrema y su aspecto no era muy estético. Zátopek era llamativamente raro en su forma de correr, que después de todo era también su forma de ganar. Muchos le preguntaban por ese tema y él contestaba: “Correré con un estilo perfecto cuando se valore la belleza de las carreras, como en el patinaje artístico. Pero por ahora lo que yo tengo que hacer es correr lo más rápido posible”.
Un atleta inmortal, un clásico entre los clásicos. Para quienes aman las carreras de fondo siempre será un referente, uno atleta que empezó en lo más bajo, llegó a lo más alto y luego volvió a descender una vez más, pero que terminó siendo reconocido. Su frase más emblemática lo define: “Si quieres correr, corre una milla. Si quieres experimentar una vida diferente, corre un maratón”.
*Santiago García es maratonista, autor del libro “Correr para vivir, vivir para correr” y “Volver a correr”. Completó la Six World Marathon Majors dos veces. En Instagram: @sangarciacorre.
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