La otra cara de las Fiestas: cómo sobrellevar el estrés, la angustia y los conflictos familiares

Se trata de un fenómeno social del que nadie escapa en estos tiempos. Cómo lidiar con los roces y discusiones que suelen empañar el fin de año, según los especialistas

Guardar
De la sensibilidad que nos provocan las Fiestas surgen muchas veces los conflictos (Getty Images)
De la sensibilidad que nos provocan las Fiestas surgen muchas veces los conflictos (Getty Images)

Si bien las Fiestas son un momento de celebración y unión, también suelen ser una puerta abierta a los conflictos familiares y personales. Para muchas personas la Navidad y el Año Nuevo son un detonante de peleas. Un comentario inapropiado, una discusión sin sentido.... En los ágapes de fin de año todo se exagera y los enfrentamientos familiares pueden pagarse muy caros.

Por mucho que se suponga que están llenas de calidez y risas con amigos y familiares, estas reuniones tienen el potencial de ser un desastre. Debido a que esperamos mucho, y a menudo estamos demasiado cansados y estresados, las emociones y las tensiones tienden a aumentar cuando la familia se reúne. En esta atmósfera, incluso el comentario más inocente o la infracción menor pueden abrir viejas heridas o provocar nuevas e importantes batallas.

Y si los componentes de reflexión no afloran en al menos una de las partes, la situación puede salirse de las manos y pasar a los insultos, las peleas e incluso los comentarios que parecen no tener vuelta atrás. Acontecimientos que –por las características de la época– se recordarán toda la vida. ¿Qué hacer? ¿Cómo preservar (o al menos intentar) salvar la noche si lo que se busca es aquietar las aguas en una velada tan significativa? La mirada profesional.

“Si bien es habitual que en los grupo familiares se expresen conflictos, desencuentros y diferencias, hay algunas situaciones que favorecen la manifestación de estas cuestiones, como crisis, pérdidas, fallecimientos, la interacción con familias políticas, etc. También podemos sumar, en algunas oportunidades, como contexto favorecedor de la expresión de estos conflictos, a ciertas fechas o eventos significativos”, aseveró en diálogo con este medio Maximiliano Martínez Donaire, psicoanalista y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

Para el experto, en el caso puntual de las celebraciones de fin de año, ya que estas “representan culturalmente un momento de reunión familiar, y que en muchas ocasiones implica la confluencia no solo de la familia nuclear sino también de la familia extendida. A veces, esto significa que confluyen en un mismo ámbito muchas personas que quizás, a pesar de los vínculos familiares que los relacionan, no tienen vínculos cotidianos o estrechos. A su vez, como estas fiestas se repiten todos los años, forman parte de la historia familiar, y las personas las atraviesan de niños, de jóvenes y luego como adultos. Entonces nos encontramos con un espacio de reunión que puede facilitar la emergencia, no solo del afecto y los lazos amorosos, sino también de los conflictos y las diferencias”.

Muchos temas propician el comienzo y la posibilidad de comenzar con las peleas, el riesgo aumenta por muchos motivos (Getty Images)
Muchos temas propician el comienzo y la posibilidad de comenzar con las peleas, el riesgo aumenta por muchos motivos (Getty Images)

Si bien los orígenes de los conflictos en la época festiva suelen ser tan variados como comunes, los expertos aclaran que muchas de las diferencias que se dan esta temporada no nacieron ahora, sino que ya llevan tiempo. “Los psicoanalistas sabemos que en muchas ocasiones parecen situaciones no resueltas entre adultos pero que responden a conflictos infantiles no resueltos. Habiendo hijos presentes la función de los padres debería consistir en comportarse como adultos, reconocer que estos temas existen y tratar de evitarlos. La pandemia ha traído mucho desconcierto, temores y preocupaciones. Es una necesidad para el grupo familiar transcurrir del mejor modo posible y disfrutar del encuentro. De los adultos comportándose como tales va a depender que sea un encuentro armonioso”, manifestó ante la consulta de este medio, Nora Koremblit de Vinacur, licenciada en psicología, especialista en niños y adolescentes, y miembro de la misma asociación.

Y añadió: “Históricamente las fiestas familiares son momentos de gratos encuentros por parte de los niños, aunque no tanto para los adultos. En estos casos se juegan vivencias infantiles de rivalidades y celos que muchas veces son trasladados a los encuentros entre las distintas generaciones. Por momentos pareciera que el tiempo no hubiera transcurrido y cualquier motivo puede provocar chispazos que no siempre respondan a los temas en cuestión que se debaten”.

La unidad familiar es una reunión compleja y dinámica de personas y mentes. No hay dos familias iguales, y no hay dos miembros de la familia tan similares como pueden parecer a primera vista. Muchas personalidades diferentes forman parte de estos grupos, y muchas variables diferentes van a moldearnos y remodelarnos con el tiempo. Son estas diferencias las que nos hacen chocar, pero también son estas diferencias las que pueden unirnos en fuerza y compasión.

“Es frecuente que en esas fechas las emociones estén a flor de piel, en general relacionadas con íconos de la infancia. Estos últimos dan cuenta del tiempo que pasa y de la ausencia de seres queridos que no están más para festejar. Señalan con agudeza la presencia de las ausencias que en otros momentos del año no suelen ser tan vívidas. Como así también, afloran conflictos latentes que pueden paradójicamente revitalizarse ante expectativas desmesuradas. Es probable que, la Navidad en particular, sea un momento en el cual algunas personas contactan con sus emociones más profundas, ligadas a la infancia, que no se despiertan en otro momento del año”, explicó a Infobae Juan Eduardo Tesone, médico de la Universidad de Buenos Aires, psiquiatra de la Universidad de Paris XII y miembro titular de la APA.

El ideal de cómo debería ser el festejo perfecto suele estar asociado a los recuerdos (Getty Images)
El ideal de cómo debería ser el festejo perfecto suele estar asociado a los recuerdos (Getty Images)

Los días anteriores a Navidad y Año Nuevo comienzan las discusiones y los sentimientos encontrados. ¿Con quién vamos a compartir las fiestas? ¿Con tu familia o la mía? ¿En la casa de quién vamos a reunirnos? ¿Cómo vamos a organizar la comida: uno prepara para todos o cada uno lleva algo? Hay expectativas de que todo tiene que salir bien. Pero también son momentos donde se generan angustia y ansiedades porque las cosas nunca son tal cuál las imaginamos. Además, en las redes sociales encontramos imágenes de fiestas “perfectas” llenas de diversión y alegría, y más allá de que muchas veces esto sea sólo una fantasía creada para “el afuera”, podemos sentir que nuestras vidas están muy lejos de esos ideales y nos angustiamos.

El ideal de cómo debería ser el festejo perfecto suele estar asociado a los recuerdos. “La presión cultural del gran momento de felicidad que deberían ser las fiestas, no deja de ser una forma de imperativo angustiante: hay que ser feliz. Como si un momento de felicidad, algo tan inmanente y subjetivo, pudiera alcanzarse de manera voluntarista en una fecha predeterminada. En particular, el tránsito del año viejo al año nuevo suele ser un momento de balance, de evaluación de aquello que se logró, pero también de frustración por lo que no pudo lograrse en el curso del año. Así surgen proyectos de cambio y propósitos loables, como si el fin del año marcara en la persona un momento bisagra en sus vidas. El aspecto instituido de las fiestas es contrario a la festividad espontánea, dándole a veces un carácter imperativo”, remarcó Tesone.

Para ayudar a disminuir los niveles de agresividad que infortunadamente se pueden presentar en estos días es necesario conocer las siguientes pautas:

- No vivir las fiestas de fin de año como un momento obligado de reunión, sino como una ocasión más de encuentro grupal pero sin expectativas desmesuradas en cuanto a la “perfección” de dicho momento.

- Vivirlas serenamente, dándoles un contenido simbólico que permita lograr a la vez substancia y sentido.

- No esperar el fin de año para hacer balances de vida, sino ir haciéndolos en el curso del año, en acuerdo a sus propios deseos y no en función de mandatos externos que nos alienan.

- Tener en cuenta que las festividades suelen revelar estados de ánimo latentes, ya sea de tristeza o de alegría, una manera de tomar consciencia de un estado de ánimo que en otros momentos del año puede pasar desapercibido. “Y si no se logró una fiesta ‘perfecta’ y usted no fue ‘totalmente feliz’ es porque usted es un ser humano que no logrará nunca la perfección... algo que si se logra aceptar es digno de ser festejado”, concluyó el experto.

"Ninguna familia está exenta de conflictos. Sin embargo, es deseable que la posibilidad de construir encuentros satisfactorios con el otro prevalezcan sobre los desencuentros y rupturas” (Getty Images)
"Ninguna familia está exenta de conflictos. Sin embargo, es deseable que la posibilidad de construir encuentros satisfactorios con el otro prevalezcan sobre los desencuentros y rupturas” (Getty Images)

“De algún modo, podrías decirse que toda la estructura y dinámica familiar se ponen en juego, y si bien preponderantemente aparece el amor y la posibilidad de compartir el encuentro, también se manifiestan las afinidades, favoritismos, alianzas, envidias, recelos, etc. Ninguna familia está exenta de conflictos. Sin embargo, es deseable que la posibilidad de construir encuentros satisfactorios con el otro prevalezcan sobre los desencuentros y rupturas”, finalizó Martínez Donaire.

Si bien pueden ser un momento estresante, las Fiestas son un buen momento para volver a conectar con nuestras familias. Algunas familias se pelean mucho cuando se juntan, pero podemos minimizar estas peleas llegando a la raíz del problema y tomando el control de nosotros mismos. Cuando somos más conscientes de las discusiones y los patrones detrás de esos argumentos, podemos tomar medidas para minimizar el drama y la irritación.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar