El fin del juego en los adultos, según un experto en neuroendocrinología: “Nos estresa y nos impide lidiar con las angustias”

Entrevistado por Infobae, el psicólogo e investigador Peter Gray, señaló que la pandemia ha revitalizado las formas naturales de aprendizaje de los niños y el valor del juego en todas las etapas de la vida. La curiosidad, el juego y la sociabilidad, las guías esenciales para que se concrete el saber

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"Debemos repensar la enseñanza y el aprendizaje en formas humanizadoras para fomentar la creatividad, la curiosidad y el juego", dice Gray a Infobae
"Debemos repensar la enseñanza y el aprendizaje en formas humanizadoras para fomentar la creatividad, la curiosidad y el juego", dice Gray a Infobae

En comparación con las generaciones anteriores, los niños de hoy tienen más tareas, más actividades dirigidas por adultos y menos tiempo libre para jugar. Esta condición en pandemia se vio agravada por la imposibilidad de socializar con sus pares, a la vez que requirió de tiempos más exigidos y conexión con las pantallas, tanto para la escolaridad, como para que los padres a cargo, en situación de teletrabajo, pudieran hacer sostenibles sus jornadas. Según el psicólogo Peter Gray, investigador del Boston College y fundador de Let Grow, una fundación que se dedica a la investigación sobre el desarrollo infantil, esta es una tendencia preocupante que está teniendo un impacto negativo en la sociedad.

Gray hizo sus estudios de pregrado en la Universidad de Columbia y obtuvo un doctorado. en ciencias biológicas en la Universidad Rockefeller. Sus investigaciones muestran que el juego libre es una parte importante del desarrollo infantil. Es donde aprenden valores y habilidades, como coraje, creatividad y habilidades sociales. Preocupado por el tiempo de restricciones se ha cansado de declarar que “los niños necesitan jugar, necesitan jugar para desarrollarse bien. No es un lujo, no es algo que debamos considerar como un recreo o un descanso de aprender. Jugar es aprender”.

-¿Cuáles fueron los efectos en pandemia?

- COVID-19 han provocado un cambio global abrupto hacia el aprendizaje totalmente en línea mediado por tecnología. Es indispensable que prestemos más atención problemas que afectan la humanidad de la experiencia educativa de los niños, lo que tiene implicancias en la pedagogía y las políticas creativas e inclusivas en todos los contextos de aprendizaje, en línea o presencial, formal o informal, primaria o universitaria. Debemos repensar la enseñanza y el aprendizaje en formas humanizadoras para fomentar la creatividad, la curiosidad y el juego. Considero esencial para el aprendizaje la exposición a a cualquier cosa que tenga un aspecto novedoso de una manera en que su novedad lo torna significativo.

-La pandemia implicó algunas cuestiones inesperadas.

-Sin dudas, de hecho una de las cosas que los niños seguramente aprendieron mejor que lo hicieron niños de otras generaciones, es a enfrentar la incertidumbre. Pero se vieron afectados por otras carencias. En algún momento aquello que significó la novedad de quedarse en casa, aprender de manera virtual, tener a los padres a diario durante todo el día a su alcance; se tornó en costumbre y hasta en aburrido. El mundo exterior y los pares representan un desafío que los niños perdieron en las restricciones.

-¿Por qué le preocupa particularmente el estímulo hacia la creatividad?

- Porque es la forma natural en que aprendemos los humanos (y otros mamíferos). Aprender, argumenta, es una necesidad evolutiva clave que ayuda a las personas a sobrevivir y tener éxito en un mundo complejo y dinámico. Para mi allí la curiosidad, el juego y la sociabilidad, que son impulsos naturales que ayudan a los niños a aprender y dirigir su propio aprendizaje, son esenciales para que se concrete el saber. Al jugar juntos y ser curiosos, los niños aprenden el lenguaje, aprenden y perfeccionan nuevas habilidades, adquieren conocimientos y ganan confianza para estar en el mundo al interactuar directamente con él. El impulso por jugar no se limita a los seres humanos, es natural para todos los mamíferos jóvenes: Los niños son juguetones. Todos los mamíferos jóvenes son juguetones y así aprenden. Tienen curiosidad por el mundo. Tan pronto como llegan al mundo, miran a su alrededor... Se mueven para tener en sus manos objetos desconocidos, para explorar el, para descubrir qué pueden hacer con estas cosas en el mundo. Están especialmente interesados en otras personas. Quieren saber, están mirando y escuchando a otros sujetos y averiguando qué es lo que hace la gente alli afuera. En este año y medio el universo que vivieron fue muy estrecho, para encontrar desafíos de juego fue necesario hacerlo con ahínco.

"En algún momento aquello que significó la novedad de quedarse en casa, aprender de manera virtual, tener a los padres a diario durante todo el día a su alcance; se tornó en costumbre y hasta en aburrido", reflexiona Gray (Getty Images)
"En algún momento aquello que significó la novedad de quedarse en casa, aprender de manera virtual, tener a los padres a diario durante todo el día a su alcance; se tornó en costumbre y hasta en aburrido", reflexiona Gray (Getty Images)

-¿Cree que se adormeció la curiosidad?

-El juego y la curiosidad, aunque a menudo se describen como impulsos individualistas, están intrínsecamente entrelazados con la sociabilidad. Evolucionaron a través de la selección natural, para asegurar que los conocimientos y habilidades generacionales se transmitan a las generaciones venideras. Los niños aprenden socializando y jugando con otros, incluidos los adultos, a perseguir sus curiosidades. Ellas conforman el modo en que los niños adquieren conocimientos, el juego es cómo aprenden habilidades. Somos un animal increíblemente social. Somos el animal que tiene lenguaje. Los niños aprenden el idioma completamente por sí mismos. Nadie les enseña su lengua materna. Lo captan a través de la curiosidad y la inmersión. Curiosidad, alegría, sociabilidad, estas son las formas en que los niños se educan a sí mismos cuando les damos la libertad de hacerlo.

-¿Cuánto tiene que ver la imaginación del juego con la resolución de problemas?

-Es la manera en que empezamos a analizar variables para alcanzar soluciones a los dilemas. Cuando estás involucrado en un pensamiento hipotético, estás pensando en cosas que no están bien según tu forma de verlas. Estás creando una escena en tu cabeza y resolviéndola lógicamente: “si esto es cierto, entonces ¿qué más tiene que ser cierto? ¿Cómo debo comportarme?” Los niños juegan de esa forma todo el tiempo. La pandemia nos enfrentó a cierta monotonía con escenarios excesivamente poco desafiantes.

-¿Qué papel tienen los adultos en ese proceso de juego?

-Su rol es fundamental. Desempeñan un papel intencional, al proporcionar estructuras y oportunidades para que los niños sean curiosos y juguetones, permitiéndoles imaginar nuevas posibilidades de ser y conocer. Sirven como modelos que validan, fomentan y nutren el juego y la curiosidad en las experiencias cotidianas de los pequeños. Este papel que juegan los adultos se vuelve aún más importante y saliente en un momento en el que la vida de los niños está cada vez más controlada y reglamentada, tanto en la escuela como fuera de ella, privándolos de este proceso de aprendizaje, el más natural, es decir, el juego, y ni qué decir en tiempos de COVID. La monotonía nos invade a medida que crecemos. Es que de adultos dejamos de jugar, y eso nos quita creatividad, nos estresa, impide expresar las emociones, lidiar con las angustias y, en definitiva, nos mata.

Para el psicólogo la monotonía nos invade a medida que crecemos
Para el psicólogo la monotonía nos invade a medida que crecemos

-En su organización han realizado una serie de investigaciones sobre cómo han vivido los niños en pandemia. Cuénteme de los resultados.

-La primera fue una encuesta demográficamente representativa a gran escala, realizada varias semanas después del cierre de las escuelas en Estados Unidos, lo que sugiere que a la mayoría de los niños les estaba yendo muy bien, en algunos aspectos mejor que antes. Los casi 800 que respondieron nos indicaron que el 40% estuvo más tranquilo que en la escuela normal, y solo el 25% se expresó inquieto por esta nueva modalidad. El 43% de los padres notaron menos estrés en sus hijos y el 80% los notaron más felices en ese primer tiempo de pandemia. A la hora de autoevaluarse, el 62% de los niños usó la palabra “feliz”, el 20% “triste” y el 10% se calificó como “enojado”. Una de las muchas causas que contribuyen a la reducción del estrés y el aumento de la felicidad puede haber sido el aumento del sueño. El cincuenta por ciento de los padres indicó que su hijo estaba durmiendo más ahora que antes del cierre de la escuela. Con la variable que me sentí más feliz fue con la del aburrimiento.

-¿Cómo es eso?

- Es que es un gran motivador de la iniciativa propia. Antes de la pandemia, con tanto ajetreo impuesto por la escuela, las tareas y las actividades extraescolares dirigidas por adultos, los niños tenían pocas oportunidades de aburrirse. Es significativo, por lo tanto, que el 69% de los padres informaran que sus hijos se habían aburrido, y el 67% de los niños incluyeron “aburrido” como una forma de autodescribirse. El aburrimiento atemoriza a muchos padres que se sienten comprometidos con proponer opciones posibles para desterrarlo. Pero el aburrimiento agita el alma. Cuando los adultos no caen en el anzuelo de divertir a sus hijos aburridos, los niños descubren cosas interesantes para hacer por sí mismos.

-También detectaron una revalorización de estar juntos.

-Así es. Les pedimos que completaran la oración “algo que me gusta de esta época es... “. El 47% coincidió en responder que apreciaban pasar más tiempo con sus familias. Un relevamiento entre adolescentes también nos mostró que el 51% de ellos se había sentido más cerca de sus familias. Aquí hay una lección de la pandemia que espero que se mantenga: antes, los niños y adolescentes estaban tan ocupados con la escuela, el trabajo escolar y las actividades extracurriculares, y los padres con su propio trabajo y llevando a sus hijos de una actividad a otra, que unos y otros tenían pocas oportunidades de conocerse realmente. Los padres comenzaron a ver a sus hijos con otros ojos y, en su mayor parte, les gustó lo que vieron; y los niños empezaron a ver que sus padres realmente se preocupaban por ellos, como personas, no como números en un boletín de calificaciones.

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