¿Te pasó alguna vez estando en un encuentro sexual que tu cabeza no parara de generar pensamientos negativos? ¿Cómo si tuvieras una voz off que te dijera todo lo que puede salir mal?
“No se me va a parar”, “no le voy a gustar”, “estoy tardando mucho”, “se está aburriendo”, “no voy a llegar al orgasmo”, “no voy a durar”. ¿Te suena?
Lo que probablemente no sepas es que esos pensamientos que se presentan de manera intempestiva, afectan la manera en que vamos a responder a los diferentes estímulos, es decir, que se entrometen y dificultan aún más el proceso de la excitación. La atención, que debería estar puesta en el presente, a través de la conexión con los sentidos, se bifurca en la ansiedad y esa interferencia se apodera de la escena, nos distrae.
Es como si tu cerebro se pusiera en alerta y se quedara esperando que algo salga mal. Con un alarma encendida, porque la situación está fuera de su control, que te hace sentir insastisfecho, ansioso, angustiado, etc. Resulta que esta alarma responde a un mecanismo básico que tenemos de supervivencia que es la respuesta simpática. Aquella que nos prepara ante una amenaza, y nos prepara para el ataque y la huida. Cuando se activa este sistema, el cuerpo pone en reposo todo aquello que no le sirve en ese momento, es decir aquellas funciones que no necesita para la respuesta de ataque o de huida: entre ellas, apaga la función sexual. Es por eso que en un entorno de amenaza la respuesta sexual se inhibe y en un ambiente seguro se prende.
Los pensamientos ansiogenos, que en sexología llamamos ansiedad de desempeño, prenden esa alerta. Se los denomina de desempeño porque son pensamientos que tienen que ver con una evaluación sobre nuestro desempeño: si lo hacemos bien o mal, muy lento o muy rápido, etc. y nos dejan muy lejos de la conexión con las sensaciones y el momento, que es tan necesaria para un respuesta sexual satisfactoria.
Es probable que estos pensamientos se prendan incluso antes del encuentro, puesto que la ansiedad tiene carácter anticipatorio. Además pueden responder a un miedo real o imaginario, sin diferenciar si se trata de uno u otro. Basta con pensarlo para que lo sintamos como tal. Es por eso que prepararse a un encuentro con buena predisposición y confianza nos ayuda a tener mejor respuesta.
Caso contrario, lo que se genera es un circulo vicioso. Comienzan los pensamientos ansiogenos, aumenta la ansiedad, la respuesta sexual se inhibe, me cuesta excitarme, percibo que no me estoy excitando y aumenta más la ansiedad. Es probable que me termine frustrando, dando por terminado el encuentro o que me den ganas de irme incluso antes de llegar.
¿Cómo podemos combatirlo?
Cada caso es diferente: entran en juego la historia y la personalidad de cada uno, y también como se combina lo propio con lo que es del otro, es decir las reacciones que puedan tener las parejas sexuales.
Si soy muy exigente conmigo mismo, si tengo una autoestima frágil o poca tolerancia a la frustración, quizá sea más difícil revertirlo. Recomiendo el trabajo de estos aspectos con las terapias de tipo cognitivo conductual, donde se puede evaluar qué creencias son las que funcionan como disparadores de esos pensamientos. Por ejemplo, una creencia bastante instalada entre las personas con pene es: “si no se me para no soy lo suficientemente hombre”. Reconocer el origen y las limitaciones que nos generan este tipo de creencias, es imprescindible para poder deconstruirlas. Para eso, contar con información adecuada sobre sexualidad para derribar mitos que circulan popularmente y generan falsas expectativas, es fundamental.
Mientras tanto, comparto aquí algunas estrategias que pueden ser útiles para combatir la presencia de los pensamientos intrusivos y bajar los niveles de ansiedad de desempeño:
1. Estar en el momento presente: llevar la atención a lo que sucede aquí y ahora conectando con los sentidos. Podés probar qué pasa con una venda en los ojos, para elevar la percepción del tacto, el oído y/o el olfato.
2. Prestar atención al placer de tu pareja sexual: ocuparte de concentrar tu energía en satisfacer al otro, te va a ayudar a correr el foco de la preocupación.
3. Comunicar: es probable que al otro le pase o le haya pasado lo mismo, o al menos pueda comprenderlo. Ponerlo en palabras puede ayudar a que la situación pierda el dramatismo que implica en tu cabeza.
4. Hablarse a uno mismo amablemente: no hay nada más sanador que el amor propio, para estar bien con otro, primero hay que quererse uno.
5. Correr el foco de lo genital: muchos de los pensamientos intrusivos tienen su raíz en la visión coitocentrista que tenemos del sexo y hay mucho por explorar más allá de lo genital.
Bajar la ansiedad que nos acompaña en el día a día, instalar micropausas, hablarnos amablemente, estar más presentes, son todas cosas que podemos incorporar como hábito para llegar al encuentro sexual con más herramientas.
*Cecilia Ce es psicóloga, sexóloga y autora de los libros Sexo ATR y Carnaval toda la vida (editorial Planeta). En Instagram: @lic.ceciliace
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