Celebrar el Día Internacional del Malbec significa una ocasión especial que pone en valor a la cepa emblemática de los argentinos, sean o no consumidores. Porque es el vino que mejor representa al país en millones de mesas alrededor del mundo, y su potencial sigue siendo enorme.
Desde 2011 se festeja esta fecha por iniciativa de Wines of Argentina, como parte de su misión de impulsar a la industria nacional y consolidar a la Argentina como país moderno en términos vitivinícolas y productor de vinos premium. Así, el MWD (por sus siglas en inglés) se posicionó como un acontecimiento histórico en la promoción del vino argentino a nivel mundial, y las once ediciones hablan de su éxito comercial, su permanencia como la variedad argentina preferida en el mundo, y el conocimiento de su amplia gama de estilos. Por esas cosas del destino, hoy hay plantadas en el país más de 45.000 hectáreas, mientras que en Cahors, su cuna al sudoeste de Francia, menos de 7.000. Allí se cultivaba este cepaje con el que se elaboraban “los vinos negros” (por su concentración), reconocidos desde los tiempos del Imperio Romano.
Estos vinos se consolidaron en la Edad Media y terminaron de fortalecerse en la modernidad. Pero hacia fines del siglo XIX, la plaga de filoxera destruyó los viñedos franceses casi por completo, por lo que el “Côt” (sinónimo de Malbec) cayó en el olvido. Por suerte, el Malbec había llegado al país en 1853, unos años antes de la filoxera, de la mano del francés Michel Aimé Pouget (1821-1875), un agrónomo contratado por Domingo Faustino Sarmiento para llevar adelante la dirección de la Quinta Agronómica de Mendoza. Siguiendo el modelo de Francia, esta iniciativa proponía incorporar nuevas variedades de uvas como medio para mejorar la industria vitivinícola nacional. El 17 de abril de 1853, con el apoyo del gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, se presentó el proyecto ante la Legislatura Provincial, y unos meses después se fundó la Quinta Normal y una Escuela de Agricultura.
Mucho más que una cepa para celebrar
Todos los referentes de la industria; hacedores, viticultores, enólogos y enólogas; coinciden en señalar al Malbec como el mejor vino argentino, pero no solo de la actualidad sino también del futuro. Sin embargo, esto no fue el producto de una planificación marketinera que puso el foco en promover una cepa olvidada y poco elaborada en el mundo; salvo en Argentina. Esta historia de casualidades y causalidades con final feliz, la explica muy bien Sebastián Zuccardi (Familia Zuccardi), “el Malbec está fuertemente vinculado al entorno, porque el vino es lugar, es gente, es el clima, y la cepa no es un factor menor. El Malbec es el mejor vehículo para expresar nuestros lugares, pero esto no fue fruto de un plan de marketing, sino que pasó en el lugar. Generaciones y generaciones de viticultores replantándola y mejorándola, la expandieron, pero esa gente no miraba al mercado porque el vino cumplía otro rol. Por eso ese Malbec antiguo es muy seleccionado y mejorado”.
Hoy, los hacedores están enfocados en lograr una calidad constante y ser cada vez más diversos siendo más específicos al mismo tiempo. Hay que lograr que esa identidad de lugar que ellos ya reconocen en sus vinos, se refleje en las botellas para que el consumidor la pueda reconocer en sus copas. Para José “Pepe” Galante (Bodegas Salentein) el Malbec está transitando un camino más orientado a reflejar el lugar, y la aparición de las IG (Indicaciones Geográficas) son una clara demostración de ello.
Por su parte el enólogo de Luigi Bosca (Pablo Cúneo) afirma que “el Malbec se luce más en los vinos de alta gama, en un punto de madurez donde no tenga gustos vegetales, pero tampoco sobre-maduros. Una madurez completa donde se puedan descubrir los perfiles de fruta roja, negra y especias típicos de la variedad, con un buen graso, dulzura y equilibrio jugoso en boca. Creo que en ese perfil el Malbec se luce y destaca del resto de las grandes variedades del mundo”. Daniel Pi (Head Winemaker Grupo Peñaflor), uno de los máximos responsables de la fama del Malbec, sostiene que “el Malbec de Alta Gama ha cambiado su perfil, pasó de ser un varietal-marca a estar más asociado al varietal-sitio o terruño, algo que no existía hace unos 5/10 años”.
El propietario de Bodegas Fabre (Hervé Joyaux) sabe que el estilo del Malbec depende de la manera de vinificarlo, y así disfrutarlo como joven y frutado o con más complejidad después de un periodo de guarda. Pero advierte, “la bodega debe transmitir la información clara si se trata de un vino para consumir rápidamente o después de un período de guarda “. El enólogo Sergio Casé (Trapiche), explica muy bien como los buenos Malbec adquieren características según su origen. “Los Malbec de Alta Gama ya reflejan los terruños con su fruta característica según la región. Por ejemplo, uno de Gualtallary, además de su potencia en color y textura, me recuerda mucho a fruta roja y especias. Un Malbec de Altamira es más floral, mientras que un típico exponente de Agrelo es muy suave de taninos y con aromas de fruta negra como la ciruela”.
Al enólogo de Terrazas de los Andes (Gonzalo Carrasco) le tocó presentar de manera virtual en la semana del Malbec, el Grand 2018, un blend de Malbec de distintos terruños mendocinos (Altamira, Las Compuertas y Los Chacayes) que busca ser algo superador. “El Malbec es plástico, una variedad con expresiones a partir de la diversidad de viñedos. Al salir del concepto Single Vineyard con un corte de Malbec, puedo lograr algo diferente, con la suavidad y dulzura de taninos que aporta Las Compuertas, la intensidad aromática bien de frutas rojas de Altamira, y la energía en boca con matices especiados y herbales de Los Chacayes”.
Otro convencido en que el Malbec es un fiel reflejo del terruño es el joven enólogo de Bodega Del Fin del Mundo, Ricardo Galante; “sin dudas el Malbec está muy bien caracterizado por el terruño en donde crece, y lo afirmo desde San Patricio del Chañar (Patagonia) donde es muy distinto al de otras regiones; fresco, con fruta negra y notas florales bien marcadas. Por suerte, vamos conociendo cada vez más las virtudes de cada región para seguir produciendo vinos con más carácter y personalidad”.
Según el winemaker Daniel Ekkert (Bodega Xumek, San Juan), hay un Malbec para cada segmento, pero no cualquier Malbec puede llegar a ser de alta gama. En el pedemonte de la cordillera Andina, sobre todo hasta los 1300 msnm, partiendo de viñedos con vigor y producción controlada, de profundas raíces, con racionalización de agua, inteligente decisión del momento de vendimia, controlada elaboración, conservación y embotellado, se pueden lograr importantes vinos con Malbec. “Definitivamente considero que algunos Malbec, son y serán grandísimos vinos. Y los que se identifican de viñedos, de parcela, de perfiles de suelos, sin dudas son mucho más que fruta porque además reflejan la flora y el carácter del terroir”.
Pancho Lavaque (Vallisto) es miembro de una de las familias más tradicionales del vino argentino, más precisamente de los Valles Calchaquíes. Sin embargo, desde hace varios años emprendió su propio camino vínico, siempre con el foco puesto en el descubrimiento de terruños extremos en el NOA. “Con espíritu inquieto, varios hacedores de vino estamos en el camino de entender los lugares a través de las viñas. Hoy existe una profunda conexión y respeto por los lugares y sus paisajes, y todo esto termina reflejado en los vinos”.
Las claves de éxito del Malbec
Una de las claves del éxito actual del Malbec es su transparencia, ya que es capaz de tomar distintas formas (estilos) dependiendo del lugar, “por eso es tan claro cuando hablamos de lugares a través del Malbec; ya sea de zonas, pueblos, viñedos o parcelas, tal como sucede con los grandes vinos del Viejo Mundo”, asegura Sebastián Zuccardi. Para el viticultor, da vinos muy diferentes en función al lugar (y la adaptación de las plantas) y su gente (interpretación), y esta es la base de la diversidad que ofrece. Los estilos pueden ir de vinos muy concentrados y potentes hasta elegantes, puros y equilibrados, con mucha textura más como una expresión del paisaje. Y también vinos fáciles de beber apoyados en su carácter frutal tan evidente como agradable.
Para Estela Perinetti (Las Estelas) el Malbec es un vino de fruta, pero los exponentes de alta gama pueden reflejar un carácter distinto y notas particulares en función a cada lugar. “El Malbec no tiene un solo estilo en el cual se luzca porque es una variedad plástica ideal para vinos jóvenes y frescos, pero también para elaborar vinos más complejos, con mayor estructura y capas, dependiendo del lugar y la intención del hacedor. Esa es su magia,” concluye la agrónoma y winemaker.
Pablo Cúneo (Luigi Bosca) destaca que son tres las claves de la vigencia y crecimiento del Malbec argentino; “la primera es la excelente adaptación al clima de las regiones vitivinícolas. Me gusta decir que nosotros no elegimos al Malbec, sino que el Malbec eligió nuestros terruños. El segundo punto clave es la diversidad genética y calidad de los viñedos de Malbec, que partió de materiales pre-filoxéricos y se fue seleccionando por mas de 150 años. Y la tercera clave es el gusto del Malbec en sí, que es bien distinto de las otras variedades destacadas mundialmente, y eso lo hace reconocible”. Lo fundamental es que el Malbec siga conquistando paladares, y Daniel Pi (Grupo Peñaflor) sostiene que la elección del estilo del Malbec depende mucho de cuándo, dónde y con quién. “Es una variedad muy plástica, como no hay un Malbec tampoco hay un estilo. Es muy sexy diría un amigo, se luce bien en muchos estilos dependiendo de la oportunidad de consumo. Y así como descorchar un vino corpulento en un momento descontracturado no es lo ideal, tampoco lo es servir un Malbec simple en una ocasión especial”.
Según José “Pepe” Galante (Bodegas Salentein), la gran adaptabilidad que ha tenido a nuestros suelos y climas es clave. “El Malbec crece y se expresa mejor en suelos pobres, en climas desértico-continental con pocas lluvias y baja humedad relativa, así puede crecer libre de enfermedades criptogámicas a las cuales es sensible. Pero la razón principal es que el Malbec ama al sol, y toda su paleta aromática se ve muy estimulada por el sol y la carga polifenólica, especialmente en los viñedos de altura”.
Para Sergio Casé (Trapiche), “el Malbec se luce en todos los estilos de vino. Su impronta se ve desde lo atractivo del color hasta la suavidad de los taninos. Hoy tenemos una gran variedad de opciones que van desde los más ligeros y frutados, hasta los más robustos, potentes y complejos”. Y según él, esta amplia gama de estilos se basa en el clima desértico, la altitud donde están los viñedos, la amplitud térmica; la cual hace que la planta gestione los pigmentos responsables del color, aromas y taninos; y la pasión de todos los que están detrás de cada botella de Malbec.
Para Gonzalo Carrasco (Terrazas de los Andes), un buen Malbec debe tener un guardián de su estilo. “Un gran Malbec mendocino debe ser muy puro y evidente en sus expresiones, de boca redonda, con densidad y cierta dulzura, con taninos precisos y una madera sutil que sea integradora del vino”.
Desde Neuquén, Ricardo Galante (Bodega Del Fin del Mundo) asegura que el Malbec se luce mucho cuando consigue un equilibrio entre las características que le da el terruño y la personalidad del varietal. “Puede ser joven, de guarda, con o sin roble, pero siempre deben prevalecer esas dos virtudes”. Dentro de los Valles Calchaquíes hay una enorme diversidad, dependiendo de las alturas, suelos, orientaciones, régimen de lluvias, nubosidad, etc., describe Pancho Lavaque (Vallisto); “esto es algo maravilloso que nos da la simbiosis entre la variedad Malbec y nuestra querida cordillera. Al trabajar con el estilo y el momento que te da cada lugar, con crianzas más naturales, como puede ser el concreto, se están logrando Malbec súper elegantes con marcado sentido del paisaje de donde provienen”.
El futuro próximo del Malbec
Queda claro que el Malbec es central para la Argentina, y su futuro está ligado a las regiones. “No debemos quedarnos en la variabilidad porque las regiones y lugares son únicos e irrepetibles, tenemos que poner a la uva en su contexto de lugar porque el futuro está en el Malbec a través de su origen, y que siga siendo transparente, contando las características de su entorno a partir de la interpretación de los hacedores”, concluye Sebastián Zuccardi.
Para Estela Perinetti, “el Malbec va a seguir siendo la variedad emblemática de Argentina, por eso después del Malbec viene más Malbec (también con blends a base de Malbec con otras variedades), tenemos que lograr que siga siendo reconocido como un varietal de alta gama más allá de la curiosidad que todavía genera. Ya hay algunos Malbec de 100 puntos, algo que hace diez años era impensado”. En los mercados más exigentes, como los Estados Unidos, el consumidor pretende una calidad superior en función al costo de un vino. “Ahí es donde el Malbec de alta gama tiene altas chances, porque los segmentos superiores a los 20 dólares son sumamente competitivos, y se puede decir que ya logró ser reconocida como la 5ta variedad tinta del mundo”, afirma Pablo Richardi, y agrega que Argentina no puede permitir que surja un Malbec mejor, lo cual significa una competencia permanente. Por eso el gran desafío del cepaje emblema es competir en todos los segmentos con la mejor calidad posible.
El enólogo José “Pepe” Galante ve un futuro muy alentador y promisorio para el Malbec. “Después de haber convivido con este varietal durante muchos años de mi vida, si hago una mirada retrospectiva mirando el lugar desde el que partimos y al punto al que hoy hemos llegado, no tengo dudas”. El joven Ricardo Galante sabe que deben continuar en la búsqueda para que el Malbec exprese el lugar y transmita un poco de cada paisaje. “Se tornaría aburrido que todos los Malbec fueran iguales, por suerte hoy podemos viajar por nuestro país a través de las copas de Malbec, y eso es maravilloso”.
Los protagonistas sueñan con que sus vinos sean apreciados y disfrutados en muchas mesas del mundo acompañando buenos momentos. El enólogo Pablo Richardi suele viajar mucho, sobre todo por los mejores restaurantes del mundo ya que detrás de sus vinos; todos de alta gama; están las familias Rothschild y Dassault. Y su anhelo es lograr que haya más Malbec en las cartas y en lugares destacados, y no al final junto a “otros” vinos internacionales.
De cara al futuro, en Luigi Bosca trabajan para sostener y hacer que sus viejos viñedos de Malbec trascienden en el tiempo y que sus vinos sean referentes en el mundo. Daniel Pi destaca que primero el Malbec tuvo que tener un reconocimiento internacional para adoptarlo como cepaje de bandera. Para él, el camino es profundizar más en los terroir y con más blends a base de Malbec, pero sueña con crear algo nuevo, que evolucione con el gusto de la gente, sobre todo de los más jóvenes.
José “Pepe” Galante recuerda que hace algunos años eran pocos los consumidores que conocían el Malbec, y hoy, no solo se empieza a hablar de él, sino que ya se lo vincula con determinadas zonas o lugares, “esto me produce una tremenda alegría y satisfacción por el trabajo hecho y lo que queda por hacer para consolidar esta posición. Sería fantástico que un consumidor en cualquier lugar del mundo piense, tengo ganas de tomar un Malbec e inmediatamente piense sólo en Argentina”.
El enólogo Sergio Casé prevé un futuro enorme para el Malbec, “recién está cursando la adolescencia, tiene mucho por mostrar, recorrer y conquistar. Ojalá llegue a todos los rincones del mundo y que todas las personas tengan la oportunidad de disfrutarlo”. El winemaker y bodeguero Hervé Joyaux sueña con ver “un día en las góndolas de las tiendas de varios países la categoría Malbec como la de Cabernet Sauvignon”. Y Pancho Lavaque solo pretende que “alguien con solo probar el Malbec, sepa de donde proviene”.
Fabricio Portelli es sommelier argentino y experto en vinos
Twitter: @FabriPortelli
SEGUIR LEYENDO: