El año 2020 fue distinto a todo lo conocido. El mundo se sumergió en una pandemia inédita como no se tenía registro en los últimos 100 años, por nombrar la ocurrida en 1918 con la gripe española, aunque muchos expertos coinciden en que la actual excedió todos los parámetros de aquella.
A pesar de la dificultades, restricciones, problemas de salud, trabas a la educación y pérdidas económicas que nos trajo el nuevo coronavirus que produce la enfermedad COVID-19, los argentinos podemos decir que somos felices. O por lo menos una parte representativa encuestada por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que afirma que el 69 % de las personas mayores de 18 años que habitan los grandes conglomerados de Argentina se sienten conformes con ellos mismos, el 62 dijo sentirse feliz y el 55 se mostró satisfecho con su propia vida.
La “Encuesta sobre felicidad, creencias, fantasías e imaginarios existenciales y personales”, fue llevada adelante por el OPSA, organismo dirigido por el doctor en Psicología Gustavo E. González, que tiene por finalidad central relevar información, en distintos sectores de la sociedad argentina (personas e instituciones), sobre un amplio abanico de temáticas y problemáticas psico-sociales de relevancia, aportando conocimiento y comprensión sobre las mismas y posibilitando la elaboración de diagnósticos y estrategias de abordaje. La misma se realizó a través de redes sociales, según parámetros de geolocalización, a 3262 personas mayores de 18 años, localizadas en los grandes conglomerados del país. La misma se dividió en 5 módulos titulados: Satisfacción y felicidad, Creencias en Dios y lo trascendente, Significado de la Vida, Universos emocionales y Dimensión personal.
En el sondeo online realizado, uno de los datos que más se destaca es que el 62,3% de los encuestados reportaron sentirse feliz con su vida presente contra tan sólo el 10% que manifestó infelicidad. Respecto a la autopercepción de satisfacción general con la propia vida, tal como ha sido vivida hasta el presente resultó ser ostensiblemente mayor (el 55,7%) que la insatisfacción (22%) y mostró que a más edad, los reportes de satisfacción son mejores (66% en mayores de 50 años) e, inversamente, entre los más jóvenes se expresa mayor insatisfacción (casi 30%).
“En esta primera encuesta abarcamos el tema de felicidad, de lo humano, de las creencias, de los fines que perseguimos en la vida, de la muerte, y de los universos positivos y negativos que nos habitan, entre otras muchas cosas”, explicó a Infobae el licenciado en Psicología, Federico González, coordinador del estudio. Preguntado por el tema de la pandemia con todas las cosas negativas que trajo y su relación con los altos niveles de felicidad demostrados en la encuesta, González afirmó que la misma se llevó adelante abarcando un marco más general y no tan restrictivo sobre cómo nos afectó el COVID-19.
“Cuando preguntás a una persona por su nivel de felicidad lo hacemos en un marco más general. Es indudable que la pandemia nos atravesó a todos, pero la encuesta fue más allá de la aparición del virus y trató de indagar sobre la felicidad de la persona en general, de su vida”, explicó el experto, que aclaró que se trata de la primera encuesta realizada por el OSPA y que posiblemente habrá más en sucesivos años para analizar las respuestas en el tiempo. Inclusive, se piensa en realizarla en países limítrofes para contextualizar el estado de la población en la región.
“Hay vastos sectores que la pasaron muy mal o un poco mal. Sí hubo mucho padecimiento, pero en general no me parece que la gente esté angustiada. Me parece que el valor de la encuesta radica en el valor de la vida de las personas que son más vastos que la economía o la pandemia. Me parece que esta encuesta va en esa línea”, resaltó González. De la misma se desprende que el 48% de las personas volvería a vivir la vida que vivió y la adultez representa el momento de mayor felicidad, seguida por la infancia.
“Una de las preguntas más interesantes realizadas fue: ¿Cuáles son los determinantes de la felicidad e infelicidad? Allí encontramos aspectos interesantes en donde la propia libertad auto determinadora aparece como el factor que más incide sobre la felicidad e infelicidad”, destacó González. En segundo lugar aparece la familia y la economía se ubica tercera, con aproximadamente un 86% de referencias. Las relaciones de pareja siguen a continuación y en quinto lugar, la sociedad, con alrededor de un 79% de adscripciones. Y la política aparece recién en sexto lugar, con una incidencia de alrededor del 74%. Algo más abajo, aunque con guarismos de alrededor del 60%, aparecen el destino y la suerte. Por último, aunque con niveles aún altos cercanos al 50% se ubica la voluntad de Dios.
“También me llamó la atención sobre cuál es el principal sentido de la vida. Yo creí que ser feliz sería la primera razón. Pero resultó tercera con el 51%, detrás de amar (51,9) y aprender (54,6). En cuarto lugar se ubica una respuesta de tipo altruista como “hacer algo para los demás” y quinta “dejar algo para la posteridad”, que podría bordear alrededor tanto del amor altruista como de un narcisismo trascendental. Luego se ubicaría “luchar”. Y, por último, bastante más rezagada, la idea de tener que “pagar algún karma” debido a errores en vidas pasadas. En cuanto a grupos de edad, se observa que: “aprender” adquiere mayores referencias entre los jóvenes y adultos, y menos entre los mayores de 50 años; “amar” y “dejar algo para los demás” sobresale levemente entre los adultos jóvenes; mientras que “ser amado”, “dejar algo para la posteridad”, “luchar” y “pagar algún karma”, se destacan especialmente entre los más jóvenes. Luego, se sitúa la idea de la vida como “Un misterio que escapa a la comprensión” y posteriormente, aparece la idea del fin hedonista representado en la frase “Un lugar para gozar y disfrutar”.
La conformidad con uno mismo (62%) es ostensiblemente mayor a la disconformidad (12%) y entre las cualidades personales que más conforman destaca la bondad, la inteligencia, la disposición a actuar, la valentía y la simpatía. En tanto la falta de constancia, indecisión, impaciencia, pereza y falta de focalización surgen como aspectos sobre los cuales las personas quisieran mejorar o cambiar. El amor (62%) y la gratitud (51%) son los sentimientos positivos más frecuentes, seleccionados por más de la mitad de los encuestados y en un segundo orden aparecen la alegría y el optimismo.
Como contrapartida la ansiedad (53%) es referida como el sentimiento negativo más recurrente que puebla el universo de las personas encuestadas. En segundo lugar, aparecen la tristeza, el enojo y la angustia.
Si bien el 58% de las personas manifestó que no quisiera inmortal, la mayoría el 62% quisiera prolongar los años de vida en condiciones de salud y calidad y entre las respuestas sobre el destino humano después de la muerte, la idea de ascensión a otro plano de consciencia corre pareja con la de que la muerte es un destino final y luego no ocurre más nada. La concepción religiosa de un destino de cielo o infierno acorde con las acciones en esta vida, apenas se ubica en un tercer lugar.
Creer en Dios
El 47,5 % de los encuestados manifestó ser creyente. Al comparar los resultados entre la creencia religiosa y felicidad, se esboza una relación directa entre ambos conceptos y, entre los creyentes, se acentúan los reportes de felicidad. “Con todo, -aclara el informe- debe tenerse presente que la mera asociación entre ambos hechos no implica la existencia de una relación causal entre los mismos. Es decir: no habilita inferir que tener creencias religiosas determinen mayores posibilidades de sentirse feliz, ni viceversa”.
El 16,8% de los encuestados se definió como ateo, mientras que en aquellos que se definieron como agnósticos (18.8%) los autores realizaron una sutileza interpretativa: en alguna medida esos porcentajes podrían también incluir a alguna porción de quienes prefieren definir su fe en términos de tensión entre razón y sentimiento (14.3%), aclara el estudio.
Los resultados evidencian que la creencia en Dios prevalece en las mujeres respecto de los hombres donde, inversamente, aumentan las posiciones ateas y agnósticas. Respecto a edades, puede observarse que el sentimiento religioso expresado por la fe en un Dios aumenta concomitantemente con la edad.
Al comparar la fe religiosa en Dios con el nivel educativo, se observa un mayor volumen de creencia entre los niveles más básicos, en contraposición a un decrecimiento apreciable entre quienes poseen estudios universitarios. Entre las creencias sobre el origen del universo la idea de una cosmogénesis determinada por fuerzas físicas con o sin propósito definido, prevalece respecto de la visión creacionista causada por una voluntad divina de carácter personal.
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