El etiquetado frontal de cada alimento y bebida es una advertencia sanitaria –existen diferentes tipos de formatos– para que los consumidores sepan que están frente a un producto que tiene mucha sal, o mucha azúcar, o grasas o calorías.
El rotulado de envases de alimentos en Argentina se regula por el Código Alimentario Argentino (CAA). Las disposiciones del CAA son de contenido higiénico sanitario, bromatológico y de identificación comercial y, por lo tanto, no incluyen una perspectiva de prevención de enfermedades crónicas no transmisibles, por ejemplo.
El rotulado nutricional de envases de alimentos muestra información en tablas de composición nutricional. La evidencia a nivel internacional ha demostrado que este tipo de rotulado no es de fácil comprensión y no cumple la función de informar a la población sobre los componentes principales de un alimento para que puedan realizar una selección más saludable de los alimentos que consumen.
En este contexto, el pasado 28 de agosto el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, mantuvo una videoconferencia con el titular de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), Daniel Funes de Rioja, en la cual presentó el consenso entre las carteras de Salud, Desarrollo Productivo y Agricultura sobre etiquetado frontal de alimentos que Argentina llevará a la próxima reunión de Mercosur y a la Comisión Nacional de Alimentos (CONAL). Así, se avanzará en la implementación de esta herramienta para que la población pueda realizar una evaluación de los productos que consume a diario.
En el marco del encuentro, el secretario de Calidad en Salud, Arnaldo Medina, detalló los ejes centrales sobre los que los equipos técnicos interministeriales estuvieron trabajando y adelantó: “Vamos por un sistema gráfico de advertencias con sodio, azúcares y grasas saturadas incluidas, la mención o declaración de edulcorantes, e iremos con un rotulado que tenga en cuenta los 100 gramos o 100 mililitros”.
“No estamos en contra de este etiquetado pero sí de la demonización de los alimentos, ya que es lo que puede llegar a pasar debido a este tipo de etiquetado. Por eso, creemos que hay que combinar tres cosas: eludir el preconcepto de los alimentos no saludables, ya que no existe el alimento perfecto; tener en cuenta que somos un país productor y exportador de alimentos; y, por último, que hay que combinar educación con la calidad e información alimentaria. Esto no es espantar con los alimentos e informar inadecuadamente”, aseguró a Infobae el titular de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL) y vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja.
En este sentido, Funes de Rioja explicó que considera que el etiquetado frontal debe permitir hacer una elección informada propiciando la libre elección del consumidor y su empoderamiento al momento de adquirir un producto, en función de sus necesidades: “Considero que todos los alimentos pueden formar parte de la dieta, siempre que la cantidad y frecuencia garanticen variedad y equilibrio”.
“El gobierno argentino ha adoptado una postura de arreglar todo con el Mercosur pero también nos comunicaron que si no llegan a un acuerdo lo van a arreglar a nivel local. Dentro de Salud están exclusivamente a favor de este etiquetado negro, que a mi parecer implica la demonización del alimento, ya que no tiene en cuenta la informativa-educativa”, enfatizó el presidente de COPAL. .
En diálogo con Infobae, Mónica Katz, médica especialista en nutrición y presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), explicó que el etiquetado que quieren adoptar no ha mostrado en el mundo un impacto sanitario: “El problema de este etiquetado frontal es que los estudios que se llevaron a cabo para determinar esto más que nada tienen que ver con estudiar la comprensión del usuario, pero lo que no investigaron son los pasos intermedios al cambio de conducta, es decir, si esto va a servir a que de verdad cambie comportamientos saludables en la Argentina. En Chile, que tienen el mismo etiquetado frontal negro, hubo un impacto en cantidad de ventas pero eso no indica nada, ya que a veces la persona no compra eso y compra otras cosas que tampoco son saludables".
“Otro tema que también preocupa es que este etiquetado frontal solo abarca al producto terminado y no a los ingredientes. Por otro lado, la evidencia de otros países con este tipo de etiqueta demostró que a la gente le dejan de impactar los productos de góndola con la etiqueta negra, ya que todos la tienen”, enfatizó Katz.
De acuerdo a la especialista, es preocupante el tipo de impacto emocional psicológico que puede llegar a tener en los más chicos: “No puedo evitar pensar en, por ejemplo, que mis nietos van a entrar a un supermercado y verán las góndolas llenas de productos con etiquetas negras que yo quiero que consuman porque considero que son óptimos para su crecimiento pero que quizás son altos en azúcar, como lo puede ser un pan integral o un yogur. Me preocupa mucho cómo va a impactar en la cabeza del consumidor que un producto que está bueno en sí mismo tenga esa advertencia”.
“Obviamente que hay que adoptar un etiquetado frontal porque es necesario, pero me da la impresión de que no es lo mejor, que tiene poco impacto sanitario porque deja la mitad de lo que consumimos fuera de este etiquetado. Por otro lado, tampoco veo que esto lleve a que las industrias reformulen sus productos como sucede quizás en Inglaterra con el sistema de semáforo. Si todo es negro, ¿por qué sentirían la necesidad de reformular el producto?”, concluyó la presidente de la SAN.
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