Médico intensivista español: “Nadie debe morir en soledad por COVID-19″

El médico intensivista español José Carlos Igeño cuenta a Infobae cómo las Unidades de Cuidados Intensivos se están humanizando en España, para que enfermos y moribundos puedan estar cerca de sus seres queridos, sin riesgo de contagiarse

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“Nadie debe morir en soledad por COVID-19: esto no puede volver a pasarnos nunca más” (Reuters)
“Nadie debe morir en soledad por COVID-19: esto no puede volver a pasarnos nunca más” (Reuters)

Ninguna otra enfermedad nos ha enfrentado a un panorama tan desolador y a un futuro tan incierto como el COVID-19. La imposibilidad de que las familias puedan acompañar al paciente durante la internación -o en su funeral- está dejando graves problemas psicológicos en todo el mundo. Y es que el coronavirus parece haber llegado para trastocar todo lo ya conocido y, peor aún, para deshumanizarnos.

La última mirada que se llevan los moribundos y la mano que los sostiene en sus últimos instantes ya no es más la de un ser querido: es la de los médicos y enfermeros que los acompañan de manera incondicional. El COVID-19 golpea duramente el organismo, pero aún lo hace con más fuerza en el corazón de los pacientes y en el de sus familiares, que no encuentran consuelo cuando se dan cuenta que ya no volverán a ver con vida a ese ser querido.

En España y a través del Proyecto HU-CI (Humanizando los Cuidados Intensivos), un grupo de profesionales lucha por revertir ese final tan desgarrador. Uno de sus integrantes es el Dr. José Carlos Igeño, un prestigioso médico intensivista que se desempeña como jefe de Urgencias y de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital San Juan de Dios de Córdoba, quien le contó a Infobae la vital importancia de esta iniciativa que debería ser imitada en cada país.

El Dr. Igeño es uno de los 26 miembros del Proyecto HU-CI, cuyo objetivo es lograr una atención cercana al enfermo y a su familia, la escucha activa y la flexibilización de los horarios de visita en las instituciones médicas, entre otros puntos importantes. Tomando todos los recaudos necesarios, este profesional ha permitido que, en el hospital donde trabaja, los familiares de los enfermos de COVID-19 puedan despedirse de los enfermos, prestándoles un EPI (equipo de protección personal), el mismo que usan los médicos para evitar el contagio, manteniendo el distanciamiento preventivo y permaneciendo unos minutos frente al paciente en un box aislado.

El profesional consultado por Infobae asegura que ese contacto es tan importante para los enfermos como para sus familiares, pero también, les lleva a alivio a los médicos, que se sienten reconfortados al poder ver que la última mirada que cruzan sus pacientes es con la de sus seres queridos: así es la despedida final frente al COVID-19.

Igeño busca que esta modalidad se replique en otros hospitales y centros de atención, ya que asegura que genera un gran bienestar al paciente, incluso, cuando puede ser visitado de ese mismo modo durante la internación.

“Esta es una enfermedad que está caracterizada por el miedo y la soledad. Es muy deshumanizante... es realmente inhumana y ataca a nivel físico, pero también, lo hace a nivel psicológico a los pacientes, a los familiares y a los profesionales de la salud. Después de la parte más dura de la pandemia, se ve el daño psicológico que dejó. Porque quienes ingresaban en la UCI, incluso cuando ya no estaban sedados, estaban solos. Las familias no podían ir al hospital, algunas estaban enfermas en casa, pero otras estaban sanas y regía la prohibición de visitas. Y los pacientes seguían solos. Entonces, la Sociedad Española de Medicina Intensiva hizo unas recomendaciones para el plan de desescalada”, le cuenta a Infobae el Dr Igeño.

“Se han dado cuenta de la importancia que tiene este tema de la humanización de los Cuidados Intensivos y de cuidar, también, el aspecto psicológico del paciente, de los familiares y de los profesionales. Ahora, se aconseja que los enfermos que están dentro de la UCI puedan recibir visitas, siempre conservando las medidas de seguridad al otro lado de la puerta de vidrio, sin tener que entrar. Si la UCI es abierta, pueden ingresar con la distancia necesaria y con el EPI colocado. Esto es lo que se aconseja, independientemente de que se pueda llevar o no a la práctica”, explica.

“En el caso de los moribundos, se sugiere que los familiares puedan entrar dentro del box con el equipo de protección. Nadie debe morir solo. Esto no puede volver a pasarnos nunca más. Los médicos tenemos que intentar curar a las personas, pero también, debemos paliar el sufrimiento”, indica el profesional.

“Esto es lo que se recomienda que se haga en todas las UCI del país. Ahora, tenemos a muy pocos pacientes ingresados por COVID-19 en toda España y ese procedimiento se recomienda para la segunda ola”, advierte.

El Dr. José Carlos Igeño, jefe de Urgencias y de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital San Juan de Dios de Córdoba, España
El Dr. José Carlos Igeño, jefe de Urgencias y de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital San Juan de Dios de Córdoba, España

-¿Cómo es la situación actual en España con los rebrotes?

-Con las vacaciones de verano y el fin del estado de alarma, tuvimos una semana de descenso continuo del número de casos. Hace dos o tres semanas, empezaron a aparecer pequeños brotes en ciertas localidades y regiones, algo previsible porque la enfermedad sigue y es imposible que desaparezca por completo.

Ahora, las zonas más afectadas son Cataluña y Aragón. Son brotes locales, en pueblos o ciudades donde en cada lugar han habido 20, 100 o solo 5 casos. Son pequeños brotes, que suman unos 300 en todo el país.

Por un lado, es cierto que hay que controlarlos y estar muy encima de ellos para no tomarlos a la ligera, pero tampoco debe haber una alarma exagerada porque es normal que sucedan. Siempre y cuando se tomen las medidas adecuadas y se proceda a un rastreo epidemiológico. El número de ingresos al hospital ha disminuido y, sobre todo, ha bajado el ingreso en Cuidados Intensivos.

Los que se están contagiando ahora son los jóvenes: se ha visto que los brotes están muy asociados al ocio nocturno. Los jóvenes de 20 años salen por la noche, se reúnen a beber en la calle (aquí se le dice el botellón) y van a las discotecas. Se descontrolan y no usan tapabocas.

-¿Qué expectativa tiene con la llegada de la vacuna?

-Siempre pensé que iba a llegar para noviembre o diciembre porque, a diferencia de otras vacunas, aquí tenemos a las principales potencias del mundo trabajando a destajo para encontrar la cura, porque esto afecta a todo el mundo y es muy peligroso. Hay un interés mundial y se está tras la vacuna que desarrolla China, la de Oxford y la de Maderna.

Están analizando sus efectos a corto y a mediano plazo, pero el problema es que a largo plazo no da tiempo para conocer los efectos indeseables Por eso, hay ciertas empresas de vacunas que están negociando con los Gobiernos que, si aparecen efectos adversos a largo plazo, no pueden demandarlas. O sino, proponen la no comercialización de la vacuna hasta que se haya comprobado que no tiene efectos secundarios.

-¿Cómo actúa el COVID-19 cuando ataca a un paciente fumador?

-Cualquier enfermedad que ataque al aparato respiratorio se va a comportar peor en una persona fumadora que en una que no fuma. Es lo mismo que hablemos de COVID-19 o de gripe. Por otro lado, el tema de que fumar está asociado al aumento de los contagios. Es una opinión de la Sociedad Española de Epidemiología, pero sólo es una opinión y no hay ninguna evidencia científica que diga que el humo te aplique el virus.

Lo que pasa es que está asociado a que, si en una reunión social estás con la mascarilla baja o sin ella, tienes más riesgo de que te contagies, porque para fumar hay que sacársela. También, es verdad que corre el mismo riesgo una persona que está hablando con otra, porque en una reunión o cena, todo el mundo se quitan el barbijo. El problema es cuando te quitas la mascarilla para lo que sea, pero no tiene nada que ver con que el humo transmita más el virus. No hay evidencia científica.

La importancia del uso permanente de la mascarilla (Reuters)
La importancia del uso permanente de la mascarilla (Reuters)

-¿Qué pasa con estos nuevos síntomas que aparecen en la piel?

-Se trata de la vasculitis, que es una enfermedad que afecta al endotelio, la membrana que recubre los vasos sanguíneos. Entonces, los capilares finitos más superficiales y que están por debajo de la piel, se inflaman. La vasculitis puede presentarse durante la enfermedad o luego de haberla superado. Pero, en principio, no es una patología que revista gravedad.

-¿Qué espera que pase en los próximos meses?

Que en algunos sitios haya algunos brotes y, que por eso, las medidas de control aumenten y se pongan más estrictas hasta que bajen. Será una montaña rusa continua en invierno, ya que este virus se va a juntar con la gripe y los resfríos. A nivel laboral -y también social- tendremos muchas bajas por gente que, tal vez, solo esté resfriada pero a la que hay que pedirle una PCR. Lo mismo en el caso de aquellos que tienen tos, fiebre o estornudos, que es algo muy normal en esa estación del año. Entonces, una de las medidas principales es vacunarse contra la gripe.

Ahora, los casos son muy leves y casi nadie queda internado en el hospital. Sólo los ingresamos cuando hay un deterioro de la oxigenación -allí usamos Dexametasona- y en pacientes graves o críticos, a quiénes les administramos Dexametasona y Remdesivir.

Un paciente es atendido en un hospital de Madrid (AFP)
Un paciente es atendido en un hospital de Madrid (AFP)

-¿Por qué en otros países aún no pueden bajar el número de casos, mientras que ustedes pudieron hacerlo?

-Primero por la alta densidad poblacional, como en el caso de los Estados Unidos, lo que aumenta el riesgo de contagio. Luego, porque no todas las personas cumplen con las medidas de prevención: no usan mascarilla y no cumplen el distanciamiento social. Si se cumplen las reglas básicas, esta enfermedad se transmite muchísimo menos. En los Estados Unidos el problema es que no las están cumpliendo.

Cuando tienes una zona donde la curva ha descendido y apenas hay contagios, no tienes que hacer confinamiento ni cerrar comercios. Pero, si tienes una zona con un número elevadísimo de casos, hay que confinar para poder bajarlos. En muchos sitios, con esos altos números, no están confinándose: así, la curva no va a bajar.

-¿Qué sucede con la práctica de actividad física en España? ¿Todas las tiendas y actividades ya funcionan con normalidad?

-Para correr o para andar en bicicleta está permitido no llevar barbijo. Todos los deportes ya están habilitados. En el caso de que se trate de un deporte de contacto, como el fútbol, antes de jugar un partido los jugadores deben hacerse una PCR. Y se hacen sin público.

Respecto a las actividades comerciales, ya todas están funcionando con sus respectivas precauciones, incluso los teatros y los cines, donde hay que dejar una butaca de por medio.

La gente ya le perdió el miedo al hospital y todo volvió la normalidad, pero con ciertas condiciones, como un solo acompañante por enfermo, diferentes circuitos en la urgencia para personas con y sin síntomas de COVID-19. Ese control es muy estricto.

Si en una discoteca se ha detectado un brote, se llama a todas las personas que fueron ese día para que vayan en automóvil a hacerse la PCR, y vuelvan a casa hasta que tengan el resultado. Aunque ese resultado sea negativo, deberán hacer la cuarentena.

-¿Las personas mayores ya pueden salir a la calle?

-Las personas mayores que viven en residencias para ancianos no pueden salir, ni recibir visitas. Las que viven en su casa, pueden hacer vida normal si cumplen con las medidas de seguridad. Pero ellos son los que tienen mucho más cuidado que nadie y salen lo justo, por decisión propia.

-¿Coincide con lo que dicen algunos especialistas, que el virus se estaría debilitando?

-Da la sensación de que eso está pasando, porque casi nadie ingresa a los hospitales. Pero existe el temor de que ello pase porque casi todas las personas que se contagian son muy jóvenes. Tenemos esa duda que todavía no está clara. Por ahora, no se puede afirmar que el virus haya perdido virulencia, ni que se trate de otra cepa.

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