La dura vivencia de un médico español: “Hemos paralizado el país y lo vamos a pagar pero no había otro remedio”

En una entrevista con Infobae, el médico urgenciólogo Pascual Piñera Salmeron, jefe del Servicio de Urgencias del Hospital General Universitario Reina Sofía, en Murcia, contó como fueron los dramáticos meses que vivió en plena batalla contra el COVID-19 y disparó fuertes reflexiones sobre su experiencia: “Es muy triste morir sólo y aferrado a la mano de un médico o una enfermera”, “ojalá no haya un rebrote que nos haga volver a meter en casa” y "ya le tememos al invierno 2021, porque aún no va a estar la vacuna”

Personal del hospital trata a pacientes que padecen la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en la Clínica del Hospital en Barcelona, Cataluña, España (REUTERS/Nacho Doce)

En plena desescalada, producto de una reducción progresiva de contagios y fallecimientos por COVID-19, los españoles volvieron a salir a la calle y se preparan para la “nueva normalidad” que comenzará el próximo 21 de junio, fecha en la que se espera que el estado de alarma haya quedado atrás. La “nueva normalidad” incluye el uso obligatorio de tapabocas y distancia social, hasta que aparezca la vacuna o hasta que una droga le ponga un freno definitivo a la pandemia.

En una entrevista con Infobae, el médico urgenciólogo, Pascual Piñera Salmeron -jefe del Servicio de Urgencias del Hospital General Universitario Reina Sofía y vicepresidente 2° de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES)- recordó los momentos más preocupantes de la crisis sanitaria que sumergió a su país desde principios de marzo.

El doctor Pascual Piñera Salmeron

-¿Cuál fue la primera señal de alerta que percibió y qué lo hizo comprender que la pandemia de COVID-19 iba a ser tan grave en Europa?

-Una de las cosas que hace este virus son microtrombosis y eso perjudica al aparato cardiovascular. Por eso,tional Center for Immunization and Respiratory Diseases”, en los Estados Unidos, mientras daba una conferencia de prensa. Me llamó mucho la atención cuando anunció que la situación que íbamos a vivir iba a cambiar nuestro modo de vida. Dijo que íbamos a tener que acostumbrarnos a hacer todo desde casa: trabajar, estudiar y que hasta la sanidad tendría que adaptarse a una nueva forma para llegar a la salida. Esa fue la primera señal de alerta.

En aquella época, el foco aún estaba en China y todavía era muy temprano para que llegara a Europa. Con mis compañeros comentábamos que, o esa señora manejaba información que nosotros aún no disponíamos, o que algo serio estaba pasando. Ahí me di cuenta de que la situación se iba a poner fea.

Entonces, empezamos a atender a los primeros contagiados. No sé cómo ha sido en la Argentina pero, en España, todo lo que pasó ha sido bastante mejorable, por no decir lamentable. Porque aquí, a pesar de esta situación, se siguieron jugando partidos de fútbol de máxima rivalidad y a campo lleno, con gente en los alrededores del estadio. Cines, teatros, discotecas... todo siguió abierto y la vida continuaba con normalidad. Ello, cuando veíamos que en el centro de Italia -que apenas estaba dos semanas por delante nuestro- ya estaban en una situación malísima.

Así fue como me empecé a mover dentro del Hospital porque teníamos que hacer algo urgente. Allí, empezamos a trabajar fuerte.

Médicos trabajan en el Hospital Frimley Park en Surrey, Gran Bretaña (Steve Parsons/Pool vía REUTERS)

-¿Por qué le parece que el Gobierno español tuvo esa reacción tardía, viendo la gravedad de lo que ya estaba pasando en Italia?

-Hubo una fecha clave que fue el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, donde se había convocado a muchísimas manifestaciones en cada ciudad de España. Ese día parecía que no pasaba nada pero, apenas 24 horas después, nos habíamos vuelto locos por el COVID-19 y se decretó el estado de alarma. Me da la impresión de que toda la situación estaba intentando mantenerse “normal”, esperando esa manifestación.

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad de España, fue quien encabezó el aspecto científico de la crisis. En una rueda de prensa, una de sus respuestas me llamó mucho la atención. Cuando un periodista le preguntó si hubiera llevado a su hijo a la manifestación, respondió que ya era mayor y que sabía lo que tenía que elegir. Entonces, creo que la decisión de llevar adelante esa manifestación se tomó por encima suyo e, incluso, por encima del Ministerio de Sanidad.

-Mirando hacia atrás y con la situación en su país ahora casi superada, ¿qué análisis hace?

-Desde el punto de vista sanitario, hubo mucha disparidad entre las ciudades de España. En Madrid hubo medicina de guerra: hospitales de 400 camas que amanecían con 250 pacientes esperando para ingresar, hospitales de mil camas en los que 800 estaban dedicadas al COVID-19, la apertura de un hospital de campaña en el Centro de Convenciones de IFEMA -donde se hacen las exposiciones más grandes de turismo, de arte, etc- con casi 3 mil enfermos... Vimos desde ese panorama devastador en Madrid, hasta ciudades como en la que está mi Hospital (Murcia), donde hemos tenido casi 400 enfermos, y no hemos colapsado ni en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) y ni en la Urgencia.

Por suerte, la Urgencia se había caído y los pacientes habituales no venían. En el Hospital vemos unas 300 urgencias diarias: con el COVID-19 estamos viendo unas 80 a 90 urgencias. Un 70% de la urgencia se cayó, algo muy llamativo. Pero claro, la gente no venía porque tenía miedo de contagiarse. Nos llamaba la atención que no veíamos ictus, trombosis, strokes, infartos... Que no viéramos traumas era normal, porque la gente no salía a la calle. Entonces, hubo días que amanecimos con un sólo paciente en la sala de observación. No podíamos creerlo.

La doctora Zafia Anklesaria, codirectora de la unidad de cuidados intensivos del Dignity Health California Hospital Medical Center, atiende a un paciente de COVID-19 en el hospital donde trabaja en Los Ángeles, estado de California, Estado Unidos (REUTERS/Lucy Nicholson)

En el futuro a nivel sanitario, los dos circuitos -el del COVID_19 y el del resto de las enfermedades o patologías- han venido para quedarse. Eso lo tengo muy claro. Y van a convivir hasta que tengamos una solución para el COVID-19. Porque no podemos poner en peligro de contagio a una persona que viene a consultar por una patología leve, como un traumatismo o un dolor torácico. Debemos seguir separando los dos circuitos.

A nivel económico fue un desastre total y absoluto. Hemos paralizado al país, que ya estaba tomado con pinzas, y eso lo vamos a pagar pero claro: no había más remedio que hacerlo. Ahora, sólo espero que no haya un rebrote que nos haga volver a meter en casa. Todos tenemos que participar para que esta vuelta a la nueva normalidad salga bien, manteniendo los cuidados que ya conocemos: hay cosas que dependen de uno y no que alguien te lo diga.

El COVID-19 llegó para quedarse hasta que salga la vacuna. Argentina está entrando en el invierno: a nosotros nos va a servir para ver qué va a pasar y cómo se va a comportar el virus, porque es tan nuevo que casi no lo conocemos. No sabemos si con el calor vamos a tener o no más casos, por eso, Latinoamérica nos va a servir como ejemplo.

Nosotros le tememos al invierno que viene, porque no sabemos qué va a pasar y porque la vacuna aún no va a estar disponible. Mientras tanto, esperemos que surja un fármaco que sea capaz de acabar con este virus. Hay gente que no se enteró que estuvo infectada, porque fueron asintomáticos, pero muchas personas la han pasado muy mal y quedaron con secuelas.

A partir del 21 de junio, España se abre a la "nueva normalidad", que implica el uso obligatorio de tapabocas y el distanciamiento social - Foto: EFE/Fernando Villar/Archivo

-Además de las severas secuelas en el aparato respiratorio, ahora se están viendo consecuencias graves en al aparato cardiovascular. ¿Por qué?

-Una de las cosas que hace este virus son microtrombosis y eso perjudica al aparato cardiovascular. Por eso, nos llama mucho la atención que los pacientes infectados terminan con alteraciones cardiovasculares, como infartos, ictus, tromboembolismo de pulmón... Es decir, terminan con todas las patologías relacionadas con trombos, pero aún estamos buscando el porqué.

-¿Qué piensa cuando escucha a las personas que le restan importancia al virus, que creen que es un simple resfrío o una gripe fuerte, y que aseguran que sólo ataca a los adultos mayores?

-Nuestro primer enfermo tenía 38 años y estaba sano. Pasó 22 días intubado en la Unidad de Cuidados Intensivos: se quedó con unos pulmones bastante problemáticos y con oxígeno permanente, porque se fatiga tanto que casi no puede caminar. Entonces, no sólo es una enfermedad de personas mayores como muchos creen.

Por otro lado, debemos cuidar y proteger a las personas mayores, porque les debemos respeto. Está en nuestras manos cuidarlas, solamente cuidándonos a nosotros, para que no se contagien. Es una falta de solidaridad y de respeto hacia los mayores, gracias a quienes hoy estamos aquí y ahora. Si no quieres hacerlo por tu padre, hazlo por tu abuelo o por el de tu amigo... pero hazlo.

Sin duda, si esta enfermedad afectara seriamente a los niños y a los jóvenes, las personas actuarían muy distinto. Sería mucho más dramático, pero estoy convencido que la gente mayor sería mucho más solidaria que la gente joven, porque la solidaridad aumenta con la edad.

Una ambulancia en el centro de Gijón (EFE/Alberto Morante)

-¿Qué es lo que más le llamó la atención y lo más duro que vio durante las guardias?

-Esta enfermedad te conmina a morir en soledad, lejos de tu familia. Terminamos haciendo protocolos y procedimientos para intentar que la gente muera acompañada. Vimos que era muy triste y duro que se quedaran sólo con la mano de un médico o de una enfermera.

Lo que más te llama la atención del virus es la poca sensación de enfermedad que te dan los pacientes cuando están muy graves. Puedes estar hablando con ellos y observando que su respiración no es dificultosa, apenas se siente superficial. Pero les chequeas la capacidad de oxígeno y tienen sólo el 70%. Si tú o yo tuviésemos ahora esa saturación de oxígeno, estaríamos muertos.

Sabemos muy poco de este virus. Podría provocar una afectación neurológica, en el sentido de afectar a los núcleos centrales del cerebro y reducir la sensación de disnea, de fatiga y de hipoxia. Llegaban pacientes que nos decían que tenían fiebre y que apenas sentían dificultad para respirar. Los revisábamos y estaban muy graves.

Cuando tengas fiebre, corre al hospital, a tu médico o adonde te indique el protocolo en la Argentina. No esperes tres o cuatro días. Habitualmente, todos los enfermos tienen fiebre pero llegan a la consulta después de varios días o de una semana, esperando que les baje. Como algunos solo tienen ese síntoma, no le hacen caso y dejan pasar el tiempo. Apenas empieza la fiebre, tienes que ir al médico. No hay que esperar a que baje, ni tomar paracetamol o ibuprofeno. No. Hay que ir enseguida al hospital para que te revisen.

-¿Cómo manejan el miedo a contagiarse los médicos y enfermeros ubicados en la primera línea frente al COVID-19?

-Al principio, muchos médicos se hacían la PCR porque creían que sentían todos los síntomas. Ahora, nadie se la hace -salvo que realmente tenga fiebre, tos etc- pero claro que seguimos teniendo miedo, insomnio e inseguridad.

Afortunadamente, en mi servicio médico no hemos tenido contagios, excepto en los casos de unos residentes que trajeron el virus de sus casas. Pero en un hospital vecino, todos los médicos de la Unidad de Cuidados Intensivos de Neonatología se contagiaron y el único síntoma que tuvieron fue anosmia, es decir, falta de olfato, y, también, alteración del gusto o disgeusia. Solo eso.

Una de nuestras residentes que se contagió dijo que sólo tuvo dolor de ojos, por un día, y, al siguiente, puntadas en los glúteos. Eso fue todo lo que sintió.

En España son más de 243 mil los casos confirmados por COVID-19 y 27.136 las muertes (Schott Ag/REUTERS)

-¿Por qué la enfermedad se ensaña tanto con algunas personas, mientras con otras apenas se hace notar o, directamente, no da síntomas?

-No lo sabemos, no tenemos ni idea. Como decimos en España, este virus “tiene muy mala leche”. Es muy malo. Llega un punto común en el que el COVID-19 que puede optar por dos caminos: el de la inflamación o el de la coagulación. Todavía no sabemos cuál es la diferencia que lo lleva a ir por un lado, o por el otro.

-Aún no hay un fármaco determinado que cure la infección, ¿cuál utilizaban ustedes con los pacientes?

-Nos ha ido muy bien con el Tocilizumab dado precozmente y pudimos evitar los ingresos en Cuidados Intensivos. También, vimos que los pacientes con HIV no se contagian. Siempre digo que estamos practicando la anti medicina, porque acá la experiencia es lo que está sentando la evidencia. Usamos los fármacos con los que vemos que el paciente evoluciona.

Aquí se han hecho muy pocos test y la importancia de ellos es saber cómo está tu población. Con el test, se consigue localizar a personas que pueden contagiar, pero que son asintomáticas. También, son importantes para el desconfinamiento porque si en mi ciudad hay pocos casos puedo estar tranquilo pero, si viene alguien de afuera, se necesita saber si está o no contagiado.

-¿Existe la inmunidad una vez que ya se superó la infección? ¿Por qué se habla de recaídas en algunos casos?

-No está claro que sean recaídas y podría tratarse de un falso negativo del test de PCR, que no detecta grado de enfermedad: solo detecta virus, que pueden estar vivos o muertos. Entonces, con restos de virus, puedes tener una PCR positiva y el tiempo de eliminación dependerá de tu organismo.

Respecto a la inmunidad, es un virus nuevo: no tenemos idea si la inmunidad dura un año, dos o si es permanente. Los pacientes que se infectaron en 2012 con el primo hermano de este virus, el SARS, tuvieron una inmunidad de dos años. Afortunadamente, el SARS está prácticamente erradicado. Vamos a ver qué pasa con este. Es poco tiempo para responder a esa pregunta.

"El SARS-CoV-2 es un virus nuevo: no tenemos idea si la inmunidad dura un año, dos o si es permanente", exclamó a Infobae el doctor Piñera Salmeron (REUTERS/Aly Song)

-¿Teme contagiar a su familia por su trabajo en el Hospital? ¿Qué le dicen ellos?

-No, no tengo miedo y mi familia tampoco. Soy médico y, si el miedo no fuera por este virus de ahora, podría ser por una tuberculosis o por cualquier otra cosa. Mi familia sabe que me dedico a esto y nunca me ha planteado que me vaya a dormir a otra habitación.

-¿No siente miedo de contagiarse en el Hospital?

-La parte más dura es ver morir a la gente en soledad y saber que no puedes hacer nadaienes tus miedos y tus fobias pero, cuando llegas al Hospital, te pones la mascarilla y te los olvidas. No tienes miedo durante el servicio: probablemente lo tienes en tu casa, cuando reflexionas y deseas que todo esté bien al otro día.

-¿Cuál es la parte más difícil para usted frente a un caso de COVID-19 y cuál es la más emocionante?

-La parte más dura es ver morir a la gente en soledad y saber que no puedes hacer nada. La más emocionante es cuando contienes a los pacientes, que se asustan cuando les decimos que son positivos, pero luego se dan cuenta que no están solos porque les decimos que los vamos acompañar todo el tiempo y que los vamos a cuidar mucho.

-Después de la durísima experiencia que le tocó vivir en España, ¿qué recomendación le gustaría darle a los argentinos?

-Quiero decirles que este “bicho” mata a los abuelitos, pero también, mata a la gente joven. Hay que ser prudente para no contagiarse y también solidario para no contagiar al resto. La única manera de terminar con este virus es encerrarnos, así no circula. El virus no va de casa en casa: somos nosotros los que lo llevamos a nuestro hogar. Al bar, al restaurante, a la casa del vecino, a la de tus padres...

Si estás en tu casa, el virus no va a ningún lado. No va a golpearte la puerta: eres tú quién lo sale a buscar. Y eso es muy importante entenderlo, porque estar en casa es la única forma que tenemos de terminar con el COVID-19. No hay otra solución y hoy las medidas son iguales a las que se tomaron para terminar con la Gripe Española del siglo 18: confinamiento, mascarilla, higiene... ¡Y no hay más! No hay otra cosa que se pueda hacer. Entonces, haya y que estar aislados porque cualquiera puede estar enfermo.

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