La dieta cetogénica es una de las más realizadas por las celebridades por el descenso de peso asegurado en poco tiempo comiendo “cosas ricas” y no una dieta basada en frutas y verduras. Es una dieta proteica que se basa en una alimentación alta en grasas buenas, proteínas y un restrictivo consumo de hidratos de carbono.
Los hidratos de carbono de buena calidad que se suelen consumir para este tipo de dieta son los panes integrales, fideos, arroz integral, quinoa y legumbres, que proveen glucosa al cuerpo. Las proteínas, variedad de carnes y los huevos, tienen como función principal la regeneración del tejido muscular. Las grasas de buena calidad, como los frutos secos, palta y aceite de oliva, aportan omega 6, vitamina E y antioxidantes.
Cuando el cuerpo no llega a recibir los hidratos de carbono y empieza a usar las proteínas como energía ocurre la llamada cetosis. La formación de cuerpos cetógenos hace de manera defensiva formar glucosa a través del propio cuerpo. Sin embargo, la formación de esta glucosa a largo plazo puede ser tóxica para el mismo cuerpo porque no es glucosa buena.
Estas dietas, que son muy bajas en hidratos de carbono, son una estrategia popular y frecuente para los que desean bajar de peso. Imponen una fuerte restricción de frutas, verduras, legumbres y almidones, con el inevitable aumento desproporcionado en la ingesta de proteínas, grasas o de ambas.
La restricción sostenida de los hidratos de carbono y su impacto sobre la mortalidad es controversial: persiguiendo exclusivamente la pérdida de peso se subestiman todos los aspectos protectores contra muchas enfermedades que aportan las frutas y las verduras. Esto produce un fuerte desbalance no solo de macronutrientes sino también déficit de micronutrientes (vitaminas y minerales).
La dieta cetogénica podría usarse bajo la prescripción y control médico en patologías específicas que así lo requieran, como por ejemplo epilepsia refractaria.
En agosto de 2018, The Lancet publicó un estudio de Cohorte y Metanálisis sobre la ingesta de Hidratos de Carbono y Mortalidad. Se estudiaron 432179 adultos entre 45 y 65 años, en 4 comunidades de USA. Los porcentajes de hidratos de carbono entre 50-55% se asocian con baja mortalidad. En los extremos, los porcentajes bajos (menos del 40%) y también los altos (más del 70%), se asociaron con aumento de mortalidad.
Los resultados variaron notablemente según la fuente de macronutrientes, aumentando el porcentaje de mortalidad si el reemplazo se produce por grasas y proteínas animales y disminuye cuando el reemplazo se hace con fuentes vegetales, incluidas proteínas y grasas de ese origen.
*Martín Viñuales es médico especialista en nutrición (UBA, MN 85186) y autor del libro La comida como aliada, una nutrición posible para todos los días (Planeta).
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