Por Fabricio Portelli*
Recientemente se llevó a cabo en Alemania la 25ta edición de Prowein, la feria de vinos más importante del mundo. Participaron más de 6.900 expositores y 61.500 visitantes, representando a 142 países. Argentina estuvo presente con más de 150 bodegas, casi el doble que Chile. Sin dudas, Prowein es el meeting point del negocio del vino, pero también el lugar donde se presentan las novedades, y surgen las nuevas tendencias.
Como todos los años, en el Forum (auditorio especial para conferencias y degustaciones) se presentaron las Tendencias 2019, a cargo de los especialistas Paula Redes Sidore (Estados Unidos) y Stuart Pigott (Reino Unido).
Ambos pusieron el foco en cinco tendencias que a su parecer van a marcar el pulso del vino durante el 2019. Seguramente alguna de ellas sea más una moda pasajera, pero hay otras que, al parecer, llegaron para quedarse.
Un poco por casualidad, y otro por causalidad, la Argentina está muy bien parada. Esto quiere decir que tiene una gran oportunidad de fortalecer su posicionamiento y dejar de ser considerada como nicho, para pasar a ser una categoría. Hoy, el vino argentino representa el 2,5% de las exportaciones globales; muy poco en comparación con los líderes (Francia, Italia y España). Pero tranquilamente podría duplicar su participación en el corto plazo, y hasta aspirar (en el mediano) a llegar a un 8% de la torta.
Además, en el país está plantado menos del 10% del viñedo potencial. Esto quiere decir que hay mucho por crecer, pero a su vez mucho por hacer.
Pero la evolución de la industria no depende solo de sus virtudes, más allá de las complicaciones coyunturales que proponen el país y el mundo.
También precisa de un contexto internacional favorable en otros aspectos. Y es ahí donde las tendencias globales de hoy le abren una chance única y sin precedentes al vino argentino. Pero esto no tiene que ver con el Malbec; y todas sus condiciones para convertirse (algún día) en una variedad global; sino con otras cuestiones. Algunas de ellas son privilegios que la naturaleza ha concedido; sobre todo en el marco del cambio climático. Y otras por cuestiones culturales, propias de la conformación de la industria vitivinícola nacional, a mano de los inmigrantes.
Por cada una de las tendencias presentadas, se degustaron dos vinos que daban cuenta de lo expuesto por los panelistas expertos.
Las 5 tendencias que van a sacudir el mundo del vino. Estas son:
1) Field Blends: mirando atrás para ir hacia delante
Los field (campo, viñedo) blends son vinos elaborados con uvas de distintas variedades pero que están plantadas en el mismo viñedo. En realidad, esto que suena muy futurista no es ni más ni menos que como se hacían los vinos tradicionalmente, ya que los inmigrantes plantaron distintos cepajes mezclados. No se trató de un error, sino de una práctica antigua del Viejo Mundo, donde se plantaban cepajes blancos entre vides tintas para lograr más acidez y una mejor fijación del color en los tintos elaborados.
Es cierto que en el Nuevo Mundo los varietales ganaron importancia, y por eso los viñedos modernos se plantaron de manera más ordenada. Pero la mayoría de los enólogos actuales sigue confiando en los blends (vinos con más de una variedad) para concebir sus mejores etiquetas, porque aseguran que lo que le falta a una (variedad), otra se lo puede aportar. No obstante, en el país hay muchos viñedos antiguos donde conviven distintas uvas, y de ahí nacen los flamantes vinos co-fermentados (fermentación de al menos dos cepajes distintos), cada vez más protagonistas.
Para Paula Redes Sidore y Stuart Pigott, estos field blends pueden llegar a ser los héroes anónimos en la lucha contra el cambio climático. Porque volver a las prácticas antiguas, y que dieron origen a la identidad de los vinos de cada región, puede ser mucho más que una solución tradicional a un problema moderno.
2) Aires raros: viñedos de extrema altura
Para los expertos, a medida que el conocimiento y la tecnología avanzan, el clima de montaña va emergiendo como un cuarto clima para que exploren los viticultores. Eso significa que los viñedos pueden ir más alto que a 1500 metros sobre el nivel del mar. Y en eso, se sabe, la Argentina está a la vanguardia.
Es algo que comenzó hace tiempo, en primer lugar, porque las principales zonas de Cuyo (en Mendoza y San Juan) están a más de 800 msnm. Y ya desde los años noventa, algunas bodegas entendieron que para lograr uvas de mayor concentración se necesitaba mayor amplitud térmica (diferencia de temperatura entre el día y la noche). Y como por cada 100 metros de altura, la sensación baja 1 grado, la solución estaba en acercarse cada vez más a Los Andes.
Hoy, la mayoría de las bodegas mendocinas tiene o elabora vinos con uvas del Valle de Uco, con viñedos que van desde los 1100 hasta los 1700 msnm. En San Juan, el Valle de Pedernal; a 1300 msnm; asoma como el terruño más promisorio. Pero Salta bate todos los records en cuánto a altura se refiere. Porque Cafayate – su capital vínica – está a 1750 msnm. Pero esa es apenas la base de los Altos Valles Calchaquíes, que está creciendo en la producción de vinos con uvas provenientes de viñedos de extrema altura, algunos de los cuales superan los 3000 metros. Aunque la altura en sí misma no asegura la calidad, permite un carácter único en los vinos, con gran concentración de color, aromas intensos y paladares consistentes. Claro que para algunas zonas puede ser una respuesta a las dificultades que supone el cambio climático que amenaza al planeta.
Pero en la Argentina hace tiempo que es un sello distintivo en varios de sus vinos, sobre todo en Malbec y Torrontés; vinos tan únicos como los paisajes de altura donde nacen. Y ahora también en los flamantes vinos de montaña, tintos y blancos más tensos, y apoyados más en sus frescuras y texturas.
Obviamente, los profesionales del mundo que asistieron a la presentación, degustaron dos vinos argentinos: Colomé Torrontés 2017 (Salta), y Catena Zapata Adrianna Vineyard White Bones Chardonnay 2015 (Gualtallary, Mendoza).
3) Las mujeres en el vino
Para Pigott y Redes Sidore, el paladar moderno del vino prefiere el balance a la potencia, o concentración. Y ya sea que esto sea una tendencia o un cambio irreversible, viene creciendo al ritmo del protagonismo femenino en la industria del vino. Ya no solo como bodegueras herederas familiares, sino como propietarias, agrónomas, enólogas, sommeliers, periodistas, restauranteurs, etc. Es decir que hoy la mujer es tan referente como el hombre en el mundo del vino.
Y si bien aquí no se puede decir que la Argentina está a la vanguardia, sin dudas las son cada vez más protagonistas. Con Susana Balbo; como la primera Licenciada en Enología del país; a la cabeza, secundada por cientos de mujeres profesionales al frente de viñedos y bodegas, o trabajando para el vino. Estos expertos consideran que las mujeres lideran un cambio que va más allá de lo demográfico; están cambiando el gusto del vino. Y la explicación es muy básica, ellas son más sensibles en todo sentido, y eso determina también el estilo de vinos que elaboran y consumen.
4) Historia de dos variedades
En este caso los expertos eligieron Chenin Blanc y Gamay; dos cepas que históricamente fueron veneradas, pero que en la actualidad no gozan de buena reputación. No por culpa de sus características, sino de la sobre producción y comercialización. Pero con bajos rendimientos por hectárea, aprovechando las viejas viñas, y con una elaboración cuidada con el trato que toda buena uva merece, se pueden hacer vinos sorprendentes. En nuestro país sobran los ejemplos, como el Bonarda y el Pedro Giménez. Pero la variedad rescatada del olvido que es está llevando todos los aplausos, y ostenta un buen potencial, es la Criolla.
Si, esa uva autóctona que llegó con las primeras colonizaciones al continente, y al país en el Siglo XVII. Desde siempre estuvo ahí, subestimada y solo empleada para hacer vinos a granel. Pero hoy es la responsable de vinos tintos de poco cuerpo, pero con buen agarre. De paladar refrescante y un carácter tan rústico como propio. Un verdadero hallazgo.
5) "Yes, we can"
Esto que en inglés suena más a slogan político local (si, podemos), no tiene una traducción literal vínica. Pero habla del vino en lata (can), que por segundo año consecutivo creció más rápido que cualquier otro formato en los Estados Unidos; principal mercado de exportación de los vinos argentinos. Algunos hasta se animaron a decretar que el 2019 será el año del vino en lata.
Actualmente hay dos campañas fuertes de marketing promoviendo este formato; #screwthecorkscrew (algo así como "deje el saca corchos") y "mancan" (el hombre puede), ya que al parecer cada vez es más claro que la accesibilidad y lo atractivo es la nueva actitud cuando se trata de vinos. Sin dudas, esto está muy relacionado al momento de consumo más que a las nuevas generaciones. Porque el vino en lata puede ser la alternativa ideal para disfrutar al aire libre, en pic nic, salidas a navegar, campamentos, etc.
En la Argentina hubo un intento que no tuvo mucho éxito ni continuidad (Iron Wine), y actualmente hay una bodega que elabora vinos y los exporta a los Estados Unidos a granel (en bines plásticos), donde se fraccionan en lata, y luego se venden en supermercados y vinotecas.
Y si bien falta mucho para que esa tecnología de fraccionamiento se pueda implementar en el país, el "portion pack" (vino en porciones) puede ir avanzando de la mano del Tetra Brik. Porque los envases de 250 cc están disponibles, y son ideales para compartir en pareja (una copa cada uno) o darse un gustito a diario sin desperdiciar vino, y también gozan de los mismos beneficios prácticos que las latas.
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