Por Fabricio Portelli
El vino es la bebida con más historia, y eso la hace pasar mucha veces como clásica. Sin embargo, también es de las más innovadoras.
Este año ProWein, la exposición de vinos más importante del mundo y que se lleva a cabo en la ciudad alemana de Düsseldorf, dejó muchas pistas de cómo el vino buscará retomar la tendencia alcista del consumo, ya que los países productores – principalmente los más tradicionales – vienen sufriendo el avance y globalización de las cervezas y los aperitivos. Pero también el cambio de paradigma que está llevando a la gente a tener una vida más sana. Todos estos factores vienen impactando de manera negativa en el consumo de las bebidas alcohólicas en general y en el vino en particular.
Paradójicamente, el vino es la bebida más natural y saludable entre todas las que contienen alcohol, pero es un universo complejo que está lejos de la simplificación de su consumo y la globalización de su mensaje. Al ser tantos los protagonistas, con Francia e Italia la cabeza, seguidos de cerca por España y Estados Unidos, y con la Argentina siempre entre los principales productores del mundo, no hay un camino o una tendencia marcada sino que conviven muchas al mismo tiempo.
La vigencia de los clásicos
Ante todo el vino (que tiene 10.000 años de historia) sigue siendo muy clásico en su mayoría, y esto es más evidente en las principales regiones del viejo mundo. Así Burdeos, Borgoña, Ródano, Rioja, Ribera del Duero, Toscana y Piamonte siguen atrayendo con sus vinos de siempre, porque la consistencia y vigencia como "los mejores vinos del mundo" es la mejor estrategia de marketing que tienen para conquistar nuevos mercados. Ya que no solo hay que ser y parecer, sino también mantenerse. Y si hay una zona que da cátedra en eso es Champagne.
La AOC (Apelación de Origen Controlada) más famosa del mundo montó un Champagne Lounge en medio del predio con una elegante alfombra blanca, arañas antiguas colgantes que otorgaban una iluminación más cálida, y detalles dorados y globos blancos por todos lados. Había más de cien productores allí exponiendo sus elegantes botellas, todas muy clásicas y tradicionales. Lo destacable estaba en la exhibición y el servicio, todas las botellas en grandes fraperas de plata con el hielo suficiente para ser servidas a lo largo de todas las jornadas a la temperatura justa, y en elegantes copas, altas como las (copas) flauta pero anchas como las de vinos blancos, para poder apreciar mejor sus complejos aromas.
Allí no hay diferencias de cepas, ya que hay solo tres uvas autorizadas en la zona (Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier). Tampoco en el método de elaboración ya que el tradicional o Champenoise es el único permitido. El valor agregado está en el prestigio logrado a través de la historia y la consistencia. Algunos, los más caros, parten de los viñedos más codiciados, pero todos los Champagne gozan de un prestigio único. No obstante, Taittinger acaparó más la atención con su flamante Champagne sponsor oficial del mundial de fútbol de Rusia 2018.
Los rosados se vienen con todo
En las principales ciudades europeas, más precisamente en París, es muy común ver a las 6 de la tarde las mesas de los bares llenos y disfrutando de copas de vino rosado. Porque el rosé es famoso en el mundo, aunque acá recién se esté despertando.
La región que lidera la producción y las tendencias de estilo es la Provence. Y es por eso que los nuevos rosados locales han cambiado, inspirados en los líderes franceses. Estos vinos tienen colores pálidos y brillantes, que van desde el rosa hasta el salmón en diferentes intensidades, aunque siempre suaves. Sus aromas directos aunque no tan invasivos; en eso emulan a los buenos blancos. Y en boca deben ser refrescantes y vivaces, porque es un vino que se suele servir de manera informal al inicio de la reunión y cuando están todos parados, o bien por copa generalmente fuera de la mesa, aunque obviamente tiene atributos de sobra para maridar bien con muchas comidas.
Pero la clave de los rosados no está dentro de las botellas sino que son las mismas botellas las que más llaman la atención. Porque en un momento en el cuál nadie está pensando en el vino, la botella se impone y capta las miradas. Siempre transparentes para que se luzcan los colores, pero además de formas extravagantes; muchas veces inspiradas en los perfumes. Las botellas de los vinos rosados son, sin dudas, las más innovadoras y atractivas de la categoría.
Las etiquetas también ayudan, y es ahí donde los nombres compuestos y creativos generan más recordación (A Rosé is a Rosé is a Rosé, Believe in Rosé, Goes Pink, son algunas de las flamantes marcas nacionales). Claro que el contenido es importante (ya que debe ser agradable), pero no tan protagonista como el contenedor.
Los vinos orgánicos avanzan
Es una tendencia que va de la mano con una mayor conciencia de la calidad de vida y del cuidado del planeta, mucho más evidente en otros productos. Y esto es lógico ya que el vino es natural, no se le agrega nada y solo se utiliza un producto químico en enología, en cantidades ínfimas si se trata de vinos de calidad.
También a nivel de viñedos la Argentina es privilegiada ya que mientras en Europa se suelen hacer alrededor de 15 curaciones anuales, acá solo 3 como mucho.
Pero es cierto que los cultivos sin pesticidas ni productos químicos vienen avanzando a paso firme, y el vino no es la excepción. Hoy existen certificadoras internacionales que se han ganado la confianza de consumidores y bodegas, y es una tendencia que va creciendo. Mucho más en países productores pequeños del viejo continente, como Austria y Suiza, que ven una gran oportunidad de mercado. Actualmente existen varios vinos a partir de uvas orgánicas, también pueden ser naturales o biodinámicos, y todos aportan nuevas experiencias. Aunque no están muy definidas aún las diferencias organolépticas entre estos vinos y los demás, lo cierto es que se trata de una filosofía que va ganando adeptos. Y esa es la principal razón por la cual muchas bodegas nacionales se preocupan por convertir y manejar sus viñedos sin el uso de agroquímicos, como así también el recupero de aguas y el uso de energías renovables, entre otras actividades que respetan más el medio ambiente.
Marcas globales
Una de las tendencias más marcadas es el auge de productores de vinos globales que ponen más el foco en la marca que en los atributos del producto. Claro que no se trata de vinos prestigiosos, sino de vinos masivos que buscan llamar la atención desde su composición, y llegar al consumidor con una etiqueta canchera y a precio muy accesible. Pero a su vez están bien logrados, ya que suele viajar un enólogo del grupo no solo para supervisar la elaboración sino también para asegurarse el estilo.
Queda claro que el target de estos vinos es el público joven, porque la comunicación es simple y divertida. Algunos tienen nombre de platos de comida, para asegurarles a los nuevos consumidores el maridaje. Otros asocian una variedad emblema de un país con su comida, por ejemplo Malbec y Carne, obviamente de Argentina. Lo curioso es que estas empresas suelen ser europeas e importan vinos a granel para luego fraccionarlos y distribuirlos localmente. Así, un vino que nació en Chile o Argentina, se termina de elaborar en Francia, y luego puede regresar al mercado que lo vio nacer.
Se trata de vinos fáciles de beber y que apuntan no solo a nuevas generaciones de consumidores sino también a mercados no productores de vino, donde el consumo no está tan arraigado.
Envases y packaging
Más allá de las formas, las botellas de vino no han cambiado tanto en los últimos siglos, pero las etiquetas sí, aunque esto no sea una tendencia.
Lo más interesante en materia de packaging que dejó ProWein fue ver como el diseño ha llegado a las cápsulas. Las cápsulas son las que protegen al pico y al corcho de la botella, aunque también forman parte de la tapa cuando el vino es a rosca. La intervención de esta parte de la botella es tan novedosa como pensada, porque está comprobado que la gente al acercarse a una góndola con cientos de botellas en lugar de enfocar la vista hacia el medio, empieza a visualizar desde la parte superior de la botella. Y es ahí donde las cápsulas llamativas pueden aportar lo suyo para definir una compra.
Por otra parte, ante el avance de la tapa a rosca, los tapones sintéticos y hasta de vidrio (aunque aún no tan expandidos por su alto costo), el corcho no se rinde. Primero fue garantizar su sustentabilidad y luego con el DIAM, el corcho que todos los enólogos están usando, incluso para vinos de alta gama. Porque es natural y garantiza casi al 100% la no contaminación con TCA (Tricloroanisol), mal llamada enfermedad del corcho. Esta bacteria puede estar en la bodega (pisos, paredes, maderas, telas, etc.) y de ahí pasar al vino directamente. Pero como el corcho es el protector del vino y pone en evidencia si está bien o no, se ha llevado la pero parte de esta película, a tal punto que el 5% del vino embotellado y tapado con corcho natural está contaminado con TCA. Pero el buen corcho como el roble seguirán siendo inseparables de los grandes vinos del mundo.
En materia de envases siempre hay alguna novedad, y hubo algo que llamó mucho la atención: la cantidad de vinos en lata. Está claro a donde apunta un productor de vinos que llega a fraccionar sus vinos en lata, básicamente porque la cerveza ha demostrado que las porciones pequeñas son muy exitosas, siempre y cuando sean prácticas de utilizar.
Por eso, las botellas pequeñas (187, 250 o 375 cm3) nunca han funcionado tan bien (salvo las mini de espumantes en las discotecas). Y al parecer cada vez se verán más vinos en lata, ideales para consumo informal y en lugares hasta ahora impensados para el vino. Los atributos estarían bien protegidos, aunque los buenos vinos siempre necesitan respirar un poco (a través del corcho lo hacen). Pero sin dudas esto está pensado para vinos del año, blancos, rosados y tintos jóvenes, ideales para beber bien frescos. Una alternativa novedosa que le puede devolver muchos litros de consumo a la industria vitivinícola mundial.
Fabricio Portelli es sommelier argentino y experto en vinos
Twitter: @FabriPortelli
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